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Llegó a mis manos, como obsequio de una distinguida empresaria costarricense, siempre preocupada por la suerte de la patria y del género humano, el segundo libro, ahora, leído por mi, de éste actualizado escritor estadounidense David C. Korten : «El Mundo Post Empresarial».
Editado en los Estados Unidos de América y bien recibido por el gran público, el libro pasó ya a varios idiomas, y en el nuestro fue publicado por «Granica» en Buenos Aires, Barcelona, México, Santiago y Montevideo.
La carrera de Korten, con su educación formal en la Universidad de Stanford, su práctica en docencia e investigación en la de Harvard, le lleva por la fundación Ford a Manila y al Asia con la AID y al planeta entero con sus nueve libros uno de ellos : » Cuando las Corporaciones mandan en el mundo» un «best-seller».
Algunos párrafos del libro: » Para quienes creemos que hay más cosas en la vida que ganar dinero e ir de compras por los centros comerciales en busca de productos que no necesitábamos hasta que los vimos anunciados en televisión, esta historia constituye una trama degradante y deshumanizante de desesperación y resignación que nos mueve a la resistencia en lo más profundo de nuestro ser».
Concluye el autor que cientos de millones de personas han iniciado ya la construcción, el levantamiento, de una acción anticonsumista que desea ser esencialmente humana.
Efectivamente, como barrera a la infame destrucción consumista contra la naturaleza, cuyos gestores y promotores llaman desarrollo, grandes grupos humanos se ponen de pie fortaleciendo sus prácticas espirituales, produciendo artículos que efectivamente son «social y personalmente responsables», consumiendo y restaurando bosques y cuencas, ahorrando el agua, intensificando el transporte público, programando racionalmente el crecimiento urbano, proliferando la producción orgánica, reciclando desechos, procurando la medicina natural en fin, esforzándose en hacer y multiplicar una vida más sencilla que los lleva – entre muchas otras cosas – a exigir que los acuerdos comerciales respeten por encima de todo al ser humano y a la naturaleza.
En forma categórica decimos que se trata del desarrollo de una cultura que se ha iniciado para proteger la Creación ante la galopante e irresponsable avaricia que destruye pueblos arrasándolos con la tecnología militar que busca dominar el control de los recursos con que cuentan sus territorios.
Korten nos llama la atención sobre el hecho de que en estas grandes multitudes figuran con gran acción y generan su impulso desde líderes empresariales, políticos e intelectuales; desde analfabetas hasta sabios, de todas las razas, religiones y clases sociales y que, verdad irrefutable, que la mayoría significativa de los seres humanos participantes en el levantamiento de esta nueva imagen de desarrollo, son mujeres.
También se confiesa testigo de un desarrollo que transformó la realidad de su propio ser al ver lo que su país, en la constante búsqueda de crecimiento económico ha distanciado de manera notable a los pobres de los ricos, ha transformado territorios víctimas de un nuevo progreso que hace avanzar la «crisis social y medioambiental «… convirtiendo a todos los países en lo que llamamos Tercer Mundo. Y así, «los cimientos sobre los que se había fundamentado la historia que yo conocía, comenzaron a desmoronarse», y agrega Korten, «La creciente concentración de poder en las grandes empresas globalizadas e instituciones financieras están despojando a los gobiernos – tanto democráticos como no democráticos – de su capacidad para establecer las prioridades económicas y medioambientales en favor del interés común».
Efectivamente, hoy somos testigos de una realidad de la que nos habla Korten «en los años ochenta el capitalismo triunfó sobre el comunismo. En los noventa triunfó sobre la democracia y la economía de mercado». «Ha sido duro darse cuenta de que bajo este régimen económico la democracia está a la venta al mejor postor y que el mercado está planificado de manera centralizada por las mega-corporaciones globales que son mayores que la mayoría de los estados».
En una «eficiente» evolución, el desarrollo ha proporcionado el dominio material del planeta por medio de un maravilloso progreso que ha concentrado un avance científico y tecnológico que ha hecho muy rica a una quinta parte de la población mundial, abriendo mejores campos a la avaricia y «destruyendo la vida» mediante la siembra del convencimiento – a través de la propaganda – de que no hay nada más a que aspirar que el lujo material.
Ante tal realidad materialista que conduce a la esclavitud de personas y pueblos, puesto que solamente se estudia para repetir el texto – no el conocimiento que en realidad no existe – de los dueños, el cual es repetido a pies juntillas por quienes desean ser reconocidos por los dueños mediante el arte de la imitación que lleva a ser vicarios eficientes a quienes no creen que existan alternativas al decreto del poderoso.
Recuerdo cuando se conocía la ciencia del derecho estudiando fuentes como el derecho romano y las escuelas francesa o sajona llenas de experiencia y fundamento y comparo el derecho que hoy se crea emanado del interés de las empresas poderosas – corporaciones – que lo imponen – no por su jerarquía sino por su poderío – a las naciones por medio de tratados de comercio.
Comparo cuando, en democracia, se elegía un gobernante para conducir a un país y veo la realidad en la que, olvidándose de la democracia, las corporaciones nombran a un vicario encargado de obedecer.
Pienso como empresario, de país pequeño que el mundo está quedando en manos de muy pocos.
Korten no hace diferencia entre países ricos y pobres, afirma que todas las naciones sufren la profundización de sus males y que ante tales problemas, «urge acabar con la ficción legal de que las corporaciones tienen derechos sobre las personas y por ello deben ser excluídas de toda acción política» especialmente eliminando la influencia del dinero en las campañas electorales. Además aboga porque sean eliminados los subsidios directos a las empresas, se recuperen tasas e impuestos, se combata la especulación financiera restándole a esta posibilidades de provecho y dando ventajas económicas a los propietarios de empresas que participen directamente en la producción.
Compara Korten la corporación con una célula cancerosa y afirma con argumentos de gran validez e interés, que la vida del planeta es incompatible con la existencia de tales células. Finaliza su obra afirmando que resulta básico comprometerse en un diálogo público activo sobre las opciones para llegar a decisiones siendo conscientes de las consecuencias.
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