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Premios Óscar El 2005 rompe prejuicios con filmes memorables

El 27 de febrero se realizará la entrega de los premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas.

El 27 de febrero se realizará la entrega de los premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas.
Clint Eastwood (izquierda), Morgan Freeman (centro), Hillary Swank (derecha).
Georges Méliès, pionero insigne, fue primero mago antes de convertir el invento de los hermanos Lumière en un espectáculo maravilloso. No le sonrió la fortuna, mas soltó las amarras al sétimo arte.

Febrero nos trae la cosecha de los Oscares, el premio más popular de las imágenes en movimiento. Este año se luce con logros excepcionales. Un puñado de biografías nos deslumbran con su acento moral contestatario cuando la mentira generalizada socava el mundo.

Los mejores filmes nos cuentan de héroes no convencionales, de seres humanos tomados por enfermedades o asediados por mercaderes sin alma; de situaciones límite donde ellos eligieron la libertad, la verdadera, la que entraña responsabilidad, la que implica amar la vida y entregarla sin miedo. Individuos que nos enseñan que darle sentido a su existencia es lo propio de la condición humana.



FAVORITAS



Leonardo di Caprio ya era un notable actor cuando Titanic -la apoteosis del lugar común- lo convirtió en la estrella de moda. Con su empeño por interpretar a Howard Hughes, rescató al artista formidable que vibra bajo su apariencia de niño bonito. Un productor experto, Michael Mann, y un cineasta portentoso, Martín Scorsese, recrearon con él la carrera desenfrenada de Hughes, que se elevó sobre su propia riqueza descomunal, que halló cariño cierto en sus numerosos amoríos con las divas de Hollywood, y que en el laberinto de su locura obsesiva compulsiva construyó un mundo de aviones y filmes estupendos que nadie puede negar. Labrado minuciosamente, fiel a las épocas, El Aviador se funde con los mejores años de Howard; su inteligencia explosiva y proteica convive con su pánico a la gente y las fobias con que se protegía. No hay amarillismo, al que tentaba la excentricidad del hombre, y sí la sabiduría de reconocer en él no el moralismo hipócrita del acomodado -como es usual- sino el genio admirable en el pequeño animal abatido que es el ser humano. Hughes, nutrido con el dolor y el talento, fue un mago que hizo honor a Prometeo.

Depurado thriller

Jamie Foxx reveló sus dotes histriónicos en Colateral, el depurado «thriller» de Michael Mann, donde corre cautivo de un honesto asesino a sueldo (Tom Cruise) que recuerda El samurai de J. P. Melville o el Hombre Sin Nombre (Eastwood) en los Western de Sergio Leone. Por éste, Foxx está nominado como Mejor Actor de Reparto. Y por su papel como Ray -Charles- fue nominado como Mejor Actor. Tuvo el privilegio de hacer el filme junto al músico, que murió cuatro meses antes del estreno. Jamie se hace uno con Ray, el niño ciego que a tropezones con la heroína y la lujuria funde el soul, el r&b, el jazz, el gospel, el country y el rock & roll para componer -improvisar- torrentes de música deliciosa. El director Taylor Hackford, artesano fílmico y melómano experto, recorre sus andanzas con destreza y convicción. Ray, como un mago, nos encanta con su vigor sensual y esa sonrisa enorme que vence a la oscuridad.

Ya Hillary Swank había encarnado con patetismo y dignidad a una joven empeñada en ser un varón en Los chicos no lloran, terrible reflexión sobre el desgarramiento interno y la crueldad ajena, que le mereció el Óscar. En Million Dollar Baby, un filme perfecto si los hay, es la joven Maggie atrapada por sus orígenes espantosos -la pobreza, la mala educación, la familia mezquina, el trabajo insignificante-, que se aferra a una única salida: su pasión por el boxeo; ella practica febrilmente aunque no sabe ni cómo hacerlo. Un reticente Frankie (Clint Eastwood -también nominado-), veterano en retirada, termina por entrenarla y el ágape que los une es una lección extraordinaria sobre la naturaleza de los afectos humanos. Que para el amor erótico ya Clint, con Meryl Streep, había alcanzado el cielo en Los puentes de Madison. Además, trata el tema de la eutanasia -y menciona la banalidad religiosa de muchos predicadores- con radical entereza.



EN ESPAÑOL



Por cierto, nominado al Óscar como Mejor Filme Extranjero, «Mar adentro», del inquieto Alejandro Amenábar, es una mirada sugestiva y sagaz, aunque quizá demasiado optimista, a la determinación de un pescador español tetraplégico (un inmenso Javier Bardem como Ramón Sampedro) que no quiere seguir viviendo postrado y opta por el suicidio que la sociedad no le concede.

Vera Drake es una sirvienta inglesa simple y bondadosa. Ella sabe por qué se empeña en ayudar a mujeres pobres que necesitan abortar. El filme homónimo de Mike Leigh revela un mundo apagado durante el racionamiento de posguerra, donde la ingenuidad de Vera es su fortaleza. A la par suya medran vividores. Finalmente, las autoridades descubren el delito. El conflicto entre justicia y derecho toma forma de mujer. El verdadero asunto no es el aborto, que polariza a tantos, sino la hipocresía de una sociedad clasista, como ya la había visto Edwin Porter hace un siglo. Y la injusticia disfrazada de derecho que se ensaña con una mujer tan inocente como un niño del Evangelio. Imelda Staunton, como Vera, es un rostro surcado de preguntas sin respuesta, un cuerpo al margen de la publicidad, que se hizo corazón para un amor insólito.

Con ella compite como posible Mejor Actriz Catalina Sandino en María llena eres de gracia, otra protagonista venida de abajo, que brega por sobrevivir en medios hostiles. Buen filme, buena interpretación, pero el atractivo relato -y su personaje- no tienen la profundidad de los reseñados. Conviene verla, pero es de otro nivel. Y de mucho menor interés resulta Entre copas, acaso plana y hasta aburrida.

En los primeros, un trauma sintetiza la cárcel mental de la infancia, entre el miedo y la culpa: los gérmenes que la madre temía para Howard, la muerte accidental del hermano para Ray, el combate que no detuvo para Frankie, y su propio aborto, quizá, para Vera.

José Rivera escribió el guión de Diarios de motocicleta, la reseña de un viaje iniciático en Ernesto Che Guevara, el hermoso filme de Walter Salles que compite por el premio al Mejor Guión. Directo y austero, deviene moraleja, levadura del guerrillero generoso que hizo de la violencia un infructuoso camino a la justicia social.

En su espléndida La vida es silbar, el cubano Fernando Pérez, ilustra sagazmente la idea de que nadie es perfecto, pero vale la pena luchar. Los fariseos de nuestros días, fundamentalistas de derecha e izquierda, se divierten castrando a todos los que escapan a sus recetarios puritanos. Clinton, notable gobernante que en su segundo mandato profundizó logros económicos y ambientales, fue crucificado por mentir en un escandalillo sexual que solo a su familia importaba. Bush mintió sobre sus sinrazones para asolar Irak, destruyendo de paso la cuna de la civilización. Pero lo reeligieron porque prometió imponerse a los otros -a los diferentes-, a los que les tiene miedo una población bombardeada con prejuicios (Moore), sean estos musulmanes, feministas, homosexuales o ambientalistas.

Hughes, el perfeccionista raro, fue perseguido por políticos vendidos a sus competidores, y las mujeres a su alrededor lo abandonaban hartas de sus locuras, aunque la Hepburn y la Gardner supieron agradecerle. Ray fue esclavo durante años de la adicción a la heroína y su autodestructividad le impedía corresponder a los que lo amparaban. ¿Una mujer boxeadora; un acto final -de su entrenador- que lo hundirá en lo más bajo al decir de un cura despreciable? ¿Un suicida? ¿La señora que practica abortos callejeros? ¿Y qué del guerrillero homicida? Entender la vida no es fácil, y juzgarla menos.



EL BANQUETE ESTÁ SERVIDO



Ojalá que estas extraordinarias películas -el espacio me impide mencionar otras como Kinsey- nos lleven a encontrarnos con los mejores valores de la condición humana, con sus increíbles paradojas, con el arte como testimonio que nos reta a reflexionar sobre nuestro propio destino en la selva de mentiras e intereses que lo amenazan. Como cuando era un niño y comencé a ver cine diariamente, estos filmes me devuelven la fe en nosotros los hombres, al decir de Debravo.
 

  • Gabriel González Vega 
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