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Violencia juvenil Jóvenes cargan armas y miedo

Jóvenes de La Carpio se recrearon en una actividad organizada por el ICODER y DNI en noviembre pasado, en Fraijanes, Alajuela (Foto cortesía de DNI).

Jóvenes de La Carpio se recrearon en una actividad organizada por el ICODER y DNI en noviembre pasado, en Fraijanes, Alajuela (Foto cortesía de DNI).
La violencia que reciben y emana de las personas jóvenes se manifiesta en el alto número de agresiones físicas y psicológicas en escuelas y colegios, en las acciones violentas de las pandillas, y en los pleitos entre barras de fútbol.
Durante el curso lectivo de 2002, el Ministerio de Educación Pública (MEP) registró 83.838 casos de violencia estudiantil, la mayoría de éstas en primaria. No se puede decir si este número creció o bajó con respecto a otros años, porque es el primer estudio estadístico que hace el MEP.
Cuando recientemente dos estudiantes de 10 y 11 años recibieron disparos accidentales del arma que cargaba otro estudiante, en su colegio, en La Florida de Tibás, surge la pregunta: ¿Por qué un joven lleva un arma en el bulto cuando va a la escuela?
Tener un arma, ya sea para defenderse o para imponerse ante otros, muestra cómo la sociedad se torna cada vez más temerosa.
Este mes los estudiantes deben mostrar sus mochilas y bultos a los profesores y a pocos días de estar vigente la medida de revisión en los centros educativos se han decomisado varios puñales, armas y drogas (Ver recuadro «Estrategia de vigilancia»). Para algunos especialistas, estas estrategias represivas sólo son casuísticas y por eso sugieren un planteamiento integral para trabajar con jóvenes que son parte de un ciclo violento.

PROTECCION, NO REPRESION

Según Sergio Muñoz, sociólogo e investigador de la Fundación Paniamor, revisar los bultos es una medida de control social y no va a prevenir la violencia.  Primero, con esto se estigmatiza a las personas adolescentes como posibles criminales, y la decisión va en función de vigilarlas, no de protegerlas, opina.
«Deben diseñarse estrategias para mitigar la violencia en los colegios, en las cuales se debe involucrar al alumnado y al sector docente». Los muchachos igual podrán burlar las revisiones. «Piense que se meten armas hasta en La Reforma…», dijo Muñoz.
Sugiere trabajar con las personas jóvenes para que no sientan la necesidad de estar armadas y promover la confianza entre adolescentes y padres y madres de familia para que no hayan policías. «El problema es más profundo porque, ¿qué hace imprescindible cargar un arma?», planteó.
Darío Gómez, quien trabaja con la organización Defensa de los Niños Internacional (DNI), dijo  que hay un ambiente para generar miedo y mecanismos de control. «Esto a la vez aumenta la violencia. Vos tenés más miedo, te dicen que el riesgo de tener armas es una realidad y los muchachos piensan que en todos los colegios hay armas».
Gómez propone aplicar el Proyecto de Creación de Semilleros de Convivencia para resolver conflictos de manera pacífica en los centros educativos.
Parecido es el Programa Educación en Paz, de Paniamor, para que jóvenes, maestras y maestros puedan solucionar problemas sin recurrir violencia. Muñoz informó que lo han probado en comunidades urbanas y rurales y el MEP dijo que lo incorporaría en sus programas.

RED DE JOVENES

Jorge Delgado, director de la Dirección Nacional de Prevención de la Violencia y el Delito, del Ministerio de Justicia, propone trabajar desde el sistema educativo para que las personas adultas asuman su responsabilidad en prevenir la drogadicción y en impulsar una cultura de respeto a los derechos de la niñez y adolescencia.
Otra idea es que el personal docente conozca al estudiantado para detectar actitudes que podrían detonar acciones violentas en el futuro.
Una iniciativa de este ministerio es la Red Nacional de Jóvenes para la Prevención de la Violencia, que funciona desde 1998. Su coordinadora, Svetlana Vargas, dijo que participan más de 400 jóvenes de 129 colegios, en su mayoría públicos. «La idea es fortalecer su derecho a la participación y trabajar en formas de enfrentar la violencia».
Delgado también lamentó que para abordar la violencia juvenil se recurra a la represión: más policías en la calle, penas más severas y el encierro. «¿Qué significa encarcelar a una persona adolescente por 10 o 15 años?» Según el profesional hay que discriminar entre lo conflictivo y lo delictivo. «Se ha encontrado una relación importante entre el fracaso escolar y la incursión de jóvenes en asociaciones de carácter delictivo», recordó.

BARRAS Y CULTURA DE VIOLENCIA

La violencia juvenil encuentra su máxima expresión en las barras, pero ellas no son sinónimo de delincuencia. Son la expresión de una cultura urbana de la pobreza y derivan de la cultura de violencia. Los jóvenes de barras son sólo un indicador  de serios problemas sociales y la necesidad crear oportunidades para la población juvenil, expresa el Informe Proyecto Estado de la Nación de 1999.
En general se conoce como barra a un grupo de jóvenes, en su mayoría varones, y jefeados por uno o dos de ellos. Hay algunas de hasta 100 miembros, que se enfrentan con otras barras vecinas o con la policía.
Algunos cometen delitos pero no todas las barras están organizadas como bandas dedicadas a la delincuencia.
Sin embargo, la sociedad no hace esta diferencia y tiene el estereotipo de que el joven de la barra es un delincuente.
Surgen las preguntas: ¿qué lleva a los muchachos a organizarse en barras? y ¿por qué los jóvenes se sienten indefensos, y no sienten que haya una protección institucional?
El año pasado un grupo de estudiantes de la Universidad de Costa Rica, conformado por Catalina Calvo, Anne Letendre y Sofía Zúñiga) realizaron un «Análisis de anécdotas de exintegrantes de barras juveniles de Finca San Juan y Metrópolis 1 en Rincón Grande de Pavas».
A partir de entrevistas con exmiembros de barras en estas zonas, concluyeron que evidentemente existían manifestaciones de violencia, delincuencia y uso de drogas; sin embargo, estas actividades no eran un fin único de la barra en general, sino de algunos de sus miembros.

UNA FAMILIA, UN REFUGIO

Según la investigación citada, las relaciones familiares conflictivas y ser criados por padres o madres que sufren de depresión y desesperanza hace que los jóvenes busquen en las barras el afecto y la admiración para identificarse y lograr autonomía (Ver recuadro «Barrio adentro»).
Son un espacio donde pueden evadir problemas familiares. La barra también les significa una familia, fuente de apoyo y amistad, un refugio donde logran un aprendizaje social.
La proliferación de barras responde a una serie de condiciones sociales que deterioran la calidad de vida de la juventud, especialmente de barrios urbano marginales, se concluye.
Algunas pandillas se desintegran por la muerte de miembros, la ausencia de un líder o porque en algún momento los jóvenes se plantean un proyecto de vida diferente. Sin embargo, muchas se desarticularon por la intervención del Programa de Fortalecimiento de la Auto Gestión Comunitaria (PROFAC), que trabajaba con los líderes de las barras, pero ya no funciona.
Sergio Muñoz llama la atención de que si bien existen esas barras en los barrios urbano marginales, es un error encarar la violencia juvenil sin considerar otras manifestaciones como las barras de fútbol, los piques, y las agresiones entre jóvenes de clase social media y alta.

¿QUE SE ESTÁ HACIENDO?

Antes en Finca San Juan había una cancha de fútbol donde la gente se reunía; pero desapareció y ahora está cubierta de ranchos. La falta de oportunidades y espacios para jóvenes potencia las acciones violentas o delictivas, así que la idea es prevenir el conflicto social.
En 2001 la Fundación Escuela para Todos trajo a personal de la Policía Preventiva de Honduras, que trabajaba en escuelas y en las familias de los jóvenes de las «maras» (pandillas). Ellos hacen prevención con niños para fomentar su creatividad y mostrar lo negativo de asociarse con pandillas. Después se formó una comisión de trabajo para estudiar el fenómeno de las barras y emitirán un documento con recomendaciones este año. Se sugiere fortalecer políticas que contribuyan a la permanencia de los adolescentes en el sistema educativo, fortalecer políticas a favor de la niñez y la adolescencia que les asegure el derecho a vivir en comunidad, y mejorar la calidad de los servicios públicos.
La Fundación Paniamor también tiene dos proyectos para mantener a las personas jóvenes en el sistema educativo, uno en Coto de Cartago y otro en Los Guido.
Ana Elena Chacón, viceministra de Seguridad Pública, dijo que impulsan programas preventivos para disminuir la violencia intrafamiliar capacitando a niños, niñas y adolescentes en escuelas; además elaboran un reglamento para que la policía aplique el Código de la Niñez y la Adolescencia, y crearon el programa Agentes en contra de la Violencia Intrafamiliar.
La organización DNI también inició el proyecto «Prevención de la violencia juvenil en el Gran Área Metropolitana», con apoyo del Gobierno de Canadá. Trabajan en las comunidades de Pavas, Rositer Carballo (Uruca), La Carpio y Garabito (al lado de León XIII).
«En La Carpio son casas pequeñas, hay hacinamiento, maltrato, es difícil que la gente tenga un estado de ánimo para manejar el enojo, y niños y jóvenes son las primeras víctimas. Eso los empuja a la calle, pero ¿qué es la calle en esos barrios? Un lugar donde pasan las aguas negras, no hay aceras para sentarse, se juntan en la esquina, pero después vienen los líos de la droga, no tienen alimento en la casa, surgen estrategias de supervivencia, para comer vamos a robar. ¿Y qué significa una norma de no hay que robar para estos chicos? Ellos no ven reflejados sus intereses en las leyes que el Estado ha producido», explicó Darío.
Las comunidades tienen que «empoderarse» desde la capacitación sobre derechos humanos y la terapia antidrogas, considera. «El individuo cuando no está organizado, no existe para el Estado. Ellos tienen que convertirse en actores de negociación con el Estado, para exigir lo que quieren».
Por eso cuando se habla de construir un modelo integral contra la violencia, se trata de responder a las necesidades reales.

Estrategia de vigilancia
-Directriz del MEP: «Se les recuerda a las autoridades de los centros educativos, la facultad de exigirles a los estudiantes que muestren el contenido de sus maletines, bultos, mochilas, para el momento de su ingreso o durante su permanencia en las instalaciones educativas, con el fin de detectar armas, explosivos, drogas ilícitas y cualquier otro objeto peligroso».
-Proyecto de ley para revisar bultos: El apartado de derecho a la privacidad señala que los menores tendrán derecho a no ser objeto de injerencia en su vida privada, familia, domicilio y correspondencia; sin perjuicio de los derechos y deberes inherentes a la patria potestad «y de vigilancia de los directores y profesores de los centros de enseñanza en que cursen sus estudios». Por razones de seguridad y para proteger la integridad de la comunidad estudiantil, los encargados de las instituciones de educación públicas o privadas, podrán realizar chequeos y requisas a los estudiantes en busca de armas y drogas cuando tengan suficientes elementos de juicio como denuncias o declaraciones.
-Proyecto de ley para crear policía escolar: Crea la Policía Escolar y de la Niñez como un cuerpo de apoyo policíaco especializado, encargado de la vigilancia y seguridad de los estudiantes de escuelas y colegios públicos de todo el país, durante el horario en que se impartan las lecciones.
Fuente: Circular DM-1407-02, del Ministerio de Educación Pública (MEP) del 24 de febrero, y expedientes Nº 14.861 y Nº 15.352, Asamblea Legislativa.

Rasgos de la delincuencia juvenil
– Principios de los 90: surgen primeros grupos más o menos  organizados de jóvenes que asaltan  a transeúntes, especialmente en el centro de San José.
-Surgen focos de delincuencia juvenil con cierta organización en Pavas, Los Guido, Alajuelita, La Carpio, Alajuela (Los Telettubies), Cartago Centro, Coto de Cartago, Ciudad Quesada y Limón.
-En los delitos que cometen personas menores de 18 años, el responsable no es un grupo sino un individuo.
-Aunque el número de personas menores de edad en el sistema penitenciario no representó ni un 1% del total de la población sentenciada -en 2000-, crece  la participación de éstas en delitos como tráfico de drogas y homicidios.
-Las personas menores de edad cometen la mayor cantidad de homicidios en Limón, y en segundo lugar en San José.
-A pesar de que la mayoría de estos jóvenes son de sectores sociales vulnerables, las infracciones a la ley que cometen jóvenes de sectores sociales medios y altos no son investigadas. Particularmente las violaciones a la Ley de Tránsito, donde hubo 1.416 acusaciones a menores en 2000; además de 23 denuncias contra menores por homicidios culposos.
Fuente: Estudio «La violencia social en Costa Rica». Ministerio de Salud, Organización Panamericana de la Salud y Oficina Regional de la Organización Mundial de la Salud. Enero, 2004.

Barrio adentro
* «El Negro» .
Tiene 19 años, no trabaja ni estudia, vive con su familia, un padrastro y 7 hermanos y hermanas, llegó hasta quinto año de primaria, estuvo en el correccional tres meses por robo y le gusta fumar marihuana:
«Un mae se metió en una casa, sacaron teles y todo se robaron y unos maes afuera le metieron un machetazo a un señor ahí y a mí me corretearon por todo eso debajo y yo salí por allá arriba y un mae detrás de mí.»
«Es un hueco este barrio, muchos drogadictos, mucho de todo, mucha corrupción.»
* «Pantera».
Uno de los líderes de la barra de Finca San Juan, 28 años, tiene un hijo de nueve años, obtuvo título de maestro de obras en el Instituto Nacional de Aprendizaje, no trabaja y vive en la calle. Ha sido arrestado 4 veces por intento de homicidio y robo agravado:
«Desde que yo estaba en segundo grado de la escuela la barra se empezó a formar… ya cuando sacamos el sexto, ya éramos una barra… estudi*bamos de noche… llegamos a ser unos 150 maes sólo aquí en una barra.»
«Hasta la fecha han matado 28 maes de la barra… por eso se deshizo. No era que les pegaban, no era que se morían, era que los mataban a balazos…»
«Había que respetar territorios. Si uno de los míos se metía en aquel territorio, salado, porque yo no iba a arriesgar a la barra a que cruzara esa línea para all* para ver cu*l de todos salía muerto por ese mae…»
* «Nani»
Tiene 25 años, dos de sus hermanos estuvieron en la barra de Metrópoli I, ha trabajado como cocinera en bares de San José, cursó hasta sexto grado:
«Habían unos que estudiaban… otros maes que trabajaban en «constru»… otros que robaban, o sea, había de todo, era como una pequeña sociedad marginal y no marginal…»
«Todos estábamos locos, un poco chiflados, ahí, haciendo pelota en un caño, que trataban de pasarla bien, olvidándose de los problemas y a veces hasta buscando problemas.»
* «Gaby»
Tiene 25 años, no trabaja ni estudia, tiene 2 hijas y un hijo, llegó hasta primer año de colegio, tenía un hermano que era líder de la barra de Metrópolis 1, el cual fue asesinado.
«Se arma mucho problema porque ahí todavía siguen existiendo las barras, pero ya no es la barra inocente de antes que sólo golpes, a veces son golpes, puñaladas, balazos.»
«Nosotros teníamos pleitillos con la gente de San Juan, la gente de San Juan con la de Lomas y la de Lomas con la de Los Laureles.»
Fuente: Tesis «Análisis de anécdotas de exintegrantes de barras juveniles de Finca San Juan y Metrópolis 1 en Rincón Grande de Pavas». 2003. Universidad de Costa Rica

  • Fabiola Pomareda G. 
  • País
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