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Jorge Charpentier fue uno de los poetas costarricenses más premiados, recibió el Magón en 1997.
La muerte del poeta Jorge Charpentier, el pasado 24 de marzo, uno de los más laureados en Costa Rica, constituyó un golpe para las letras nacionales y para el campo de la docencia, en el que siempre se movió el autor de «Tú con tanto mar y yo con un velero».
Charpentier, de 71 años, dejó una prolífica obra poética que inició con «Diferente al abismo», libro publicado en 1955 en España, y al que le siguió una vasta producción que culminó con «El aroma de la rosa no consiste en la rosa», de 2000.
Para sus fieles lectores el ritmo y la hondura de sus poemas resultaba inconfundible, como inconfundible era el poeta de las «inseparables gafas oscuras» con las que se paseaba por el campus de la Universidad Nacional, institución que le otorgó el emeritazgo académico en marzo de 1995.
«Tú con tanto mar y yo con un velero», de 1984, figura entre los libros recomendados por el Ministerio de Educación Pública para secundaria, por el valor estético que encierra la obra.
Ganador en 1968, 1977 y 1995 del Premio Nacional de Poesía Aquileo J. Echeverría, Charpentier se constituyó en uno de los poetas costarricenses galardonados. El premio Magón, el más importante en el ámbito de la cultura, le fue otorgado en 1997 como un reconocimiento a la constancia de la obra de toda una vida
De acuerdo con el poeta Carlos Francisco Monge, Charpentier tenía la virtud no solo de ser un creador por vocación irrenunciable, sino que también gustaba de desentrañar en sus clases y en sus artículos la riqueza de la literatura universal.
«No siempre es fácil separar los hábitos y manías pedagógicas de un profesor, de sus enseñanzas y frutos, pero no he sabido de alguien que luego de haber pasado por las lecciones de Jorge no haya aprendido a valorar desde una nueva luz las aventuras verbales de los grandes escritores», escribió Monge.
Doctorado en filosofía en la Universidad de Madrid, en 1962, por su tesis sobre «El bien y el mal en los personajes de Sófocles», Charpentier era un amante de la «imaginación» como recurso creativo y para aprehender la realidad.
«A diferencia de Shakespeare, Cervantes hizo el planteamiento, no superado hasta ahora, sobre la imaginación y el poder de la realidad. Sin el Quijote nos sentiríamos mutilados en cuanto a testimonio de lo que en realidad es el hombre. Mientras para Shakespeare y Freud el hombre está hecho de sueños, para Cervantes está hecho de imaginación, y esta es la única capaz de hacer posible la realidad, locura para Sancho».
Comprometido con la realidad que le rodeaba, Charpentier siempre mantuvo un optimismo a prueba de adversidades y luchas, y siempre invocó ese espíritu de creación y voluntad.
La voz del poeta así lo confesaba: «Pecado contra la creación es dejarle espacio al pesimismo, a la desidia o a la muerte lenta del raro animal que llevamos dentro. Pecado contra creación que es vida, el que ahora, en crisis, no hagamos cortes a las arterias de la imaginación para que corra su sangre e inunde la casa de brillo. La noche es evitable».
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