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La alianza oligárquica toma fuerza en medio de un debilitamiento de la figura presidencial
Óscar Arias se comporta como Presidente de la República … y no es para menos. La cesión del poder que ha hecho el mandatario oficial, Abel Pacheco hacia los dos partidos tradicionales de Costa Rica trascendió la imaginación del más avezado en política. El pacto de no agresión entre el Premio Nobel de la Paz y el líder socialcristiano, Rafael Ángel Calderón pone en serios aprietos a la Casa Presidencial.
En un sorprendente reacomodo de fuerzas impulsadas, principalmente, por el nuevo orden financiero mundial, los máximos líderes de esas agrupaciones manejan gran parte del quehacer político costarricense sin estar sentados todavía en la silla más importante de Zapote.
Este pacto de no agresión se entiende por ser Arias la cara de una oligarquía que busca renovarse en el poder al no estar preparada con suficiente antelación ante los cambios mundiales tan poderosos y expansionistas, principalmente de un imperio llamado Estados Unidos, de la integración de la Unión Europea y del poderío asiático.
Tanto el Partido Liberación Nacional (PLN) como el de la Unidad Social Cristiana (PUSC) han vivido tiempos críticos en lo que se predecía a mediados de los años 90 –y aún en el presente gobierno– que era el agotamiento absoluto de sus modelos los cuales regentaron el país durante los últimos 50 años.
Pero en la política todo es posible. Por motivos aún difíciles de definir para los expertos en ciencias políticas dichos grupos contaron una vez más con facilitadores que permitieron el regreso al poder de «la vieja ola»: Arias, su hermano Rodrigo — estratega harto experimentado–, Calderón así como el ahora diputado Rolando Laclé –sempiterno brazo derecho de este líder y poder atrás del trono–.
EN ENTREDICHO
Las malas relaciones entre Abel Pacheco y Calderón no son un secreto para nadie. Sobra decir que el primero hizo su gran avanzada contra el calderonismo tradicional y llegó a ser presidente, pero su inexperiencia en el manejo económico, la falta de confianza y de delegación en muchos de sus subalternos, la multiplicidad de consejos por parte de los allegados –no todos muy confiables–, su inseguridad ante decisiones de peso así como la confluencia de los grupos de presión lo hicieron entregar una buena cuota de poder.
Oficialmente esta compleja red de relaciones es negada por las partes. Óscar Arias aseguró a UNIVERSIDAD que verlo como representante de un pacto de «no agresión» y la cara de una oligarquía remozada era una lectura muy alejada de la realidad.
Sobre el tema de este «convenio» se intentó conversar con el expresidente Rafael Ángel Calderón pero su secretaria, Lourdes Aguilar, aseguró el martes trasanterior que él iba saliendo del país y se comunicaría con posterioridad.
Para el sociólogo e investigador José Luis Vega Carballo los nexos mediante este pacto son innegables. Por ejemplo, recordó que en agosto pasado el presidente debió hacer una especie de «alto al fuego» y se reunió con Calderón así como con el también expresidente Miguel Ángel Rodríguez para negociar cierta transigencia y gobernabilidad. El pago a cambio fue sacrificar a los representantes del sector social.
Un ejemplo de ello, según el especialista, fue el despido de la presidenta del Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), Silvia Lara. El poder de manejo y repartición de los bonos socioeconómicos para las clases desposeídas sigue siendo clave en los grandes partidos.
De ahí que también se ha especulado en las últimas semanas sobre la eventual salida del Ministro de Vivienda, Helio Fallas quien permanece hermético ante esas aseveraciones.
Estos cambios obedecen a una concesión hecha a la base calderonista con tal de encontrar apoyo en un medio de una solapada ingobernabilidad.
FUERTES Y VIEJOS NEXOS
El mismo Abel Pacheco se ha encargado de reconocer que sus nexos con el arismo también son claros, puesto que los hermanos Arias lo ayudaron abierta y ampliamente en la pasada campaña electoral en la que dio la sorpresa … y después también.
Rodrigo Arias participó del consejo político de la agrupación abelista y una semana antes de las elecciones renunció para «pasar inadvertido». Pero volvió a la carga.
Como su propio hermano reconoce, el exMinistro de la Presidencia es el que siempre ha manejado los asuntos de la poderosa familia herediana, tanto en lo financiero como en lo político.
Curiosamente ahora el mismo Óscar Arias forma parte de un importante y gigantesco grupo de presión, como él mismo lo estudió en 1968 como parte de su tesis de licenciatura en derecho que se convertiría en un libro con resonancia: «Los grupos de presión en Costa Rica».
También cayendo la paradoja, en su detallado estudio «¿Quién gobierna en Costa Rica?», el expresidente define el perfil de quienes han ocupado los cargos de ministros, legisladores y magistrados en el país, principalmente desde 1948 –con el nacimiento de la Segunda República– hasta 1974.
En esta investigación se hace referencia a clásicos como «La Dinastía de los Conquistadores» de Samuel Stone quien hablaba cómo se formó una gran clase media desde mediados de los años 40 por las reformas institucionales ocurridas en el país.
Las citas sobre esta condición son recurrentes en ese escrito, pero las condiciones actuales son muy diferentes.
Se habla de las grandes fortunas cafetaleras que nacieron con el éxito internacional del café a mediados del siglo XIX –como la de los Arias y Sánchez– y cómo el poder de esta clase social disminuyó con más participación política del estrato socioeconómico medio en los años 40.
Pero la rueca de la historia se repite y ahora el académico y político representa a una oligarquía que desesperadamente necesita renovarse en los nuevos tiempos, amparándose en otro «facilitador» que en el nuevo orden mundial llegó: el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Centroamérica y Estados Unidos.
LA UNIÓN DE TODOS
En este nuevo contexto de gran énfasis comercial y de un importante decrecimiento en las participaciones de la clase media en la política nacional –para dar paso a una concentración del poder en manos de un grupo bipartidista– sobresale el eje centralizador de estas relaciones: Rolando Laclé.
Es el amigo de los Arias –quienes lo han elogiado recientemente como un hombre «conciliador» y «candidateable» para ser el presidente del parlamento–, igual que es gran allegado a Abel Pacheco y Rafael Ángel Calderón.
Laclé niega que exista nexo de poder entre ellos, pero eso no es lo mismo que opina el mismo secretario general del PUSC, Jorge Eduardo Sánchez.
Acérrimo crítico de los «acercamientos» que ha habido entre los socialcristianos con los liberacionistas, Sánchez estima inconveniente que se den esas mezclas porque dice creer firmemente en los fundamentos del socialcristianismo. «No revolver» parecer ser su clave.
Pero al criticar fuertemente las reuniones que ha sostenido Arias con miembros de su partido, el dirigente rojiazul se ganó una fuerte reprimenda de Calderón.
Ya desfiló también por la residencia de Rohrmoser el exmandatario José María Figueres quien justificó que hizo la semana pasada una visita de cortesía, aunque también se conoce que tanto él como Arias son los dueños de cogeneradoras eléctricas privadas que, eventualmente, crecerían con la vigencia de un TLC.
Arias admite abiertamente que impulsará este convenio comercial, la reforma del fisco y las leyes para la apertura del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) y del Instituto Nacional de Seguros. Lo mismo opina el PUSC. ¿Mera coincidencia?
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