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Juan Gelman «La primera baja de una guerra es la verdad»»

El escritor Juan Gelman reside actualmente en México.

El escritor Juan Gelman reside actualmente en México.
Paralelamente a su obra poética -que este año obtuvo el Premio Lerici en Italia- Juan Gelman continúa volcado a un
amplio reportaje a la realidad, en una tarea periodística que en los últimos años reunió en los libros Prosa de prensa y Nueva prosa de prensa, de 1977 y 1999, respectivamente. Ahora, el sello Planeta en su colección Documentos acaba de lanzar a las librerías su nuevo libro, «Afganistán-Iraq. El imperio empantanado».
Aunque alejado de las redacciones de las agencias noticiosas, diarios y revistas -una actividad que, dice, a ratos extraña- Gelman mantiene un horario riguroso de trabajo en su estudio en la ciudad de México, donde reside desde 1988. Allí sigue escribiendo notas que semanalmente salen a la luz en distintas publicacnes de América Latina y Europa, al tiempo que vuelve una y otra vez sobre su poesía, esta vez dando los toques finales a un libro que ya tiene título: País que fue será.
En una sala ambientada con motivos mexicanos y llena de libros, Gelman habla de cómo el hecho de ordenar sus notas escritas sobre la guerra de Iraq para el  volumen Afganistán-Iraq. El imperio empantanado, da, a su entender, una nueva lectura sobre el tema. Y se explaya sobre las razones económicas del conflicto, el pensamiento teórico en que trata de sustentarse la cruzada del gobierno norteamericano y, entre otros temas, la sordidez de un conflicto -con visos de guerra religiosa- que no encuentra salida .

-Que significa la captura de Sadam Hussei?

La captura de Hussein es, desde luego, una victoria para Estados Unidos, una victoria simbólica que puede convertirse en pírrica. La moderación con que Bush hijo la anunció a mi juicio prueba que ya sabe lo que todos sabemos: que Hussein no dirigía la resistencia iraquí y que ésta continuará, tal vez con un exacerbamiento de parte de su componente sunnita y pro Saddam. Tenga en cuenta que el Departamento de Estado considera que existen al menos 20 grupos de distinta filiación que combaten al ocupante sin un comando centralizado y, como señaló John Cole, especialista en Iraq y catedrático de la Universidad de Michigan, los shiítas descontentos con las políticas yanquis o que se oponen a la ocupación «ya no temerán que Estados Unidos se retire repentinamente y permita que Saddam vuelva al poder. Pueden entonces perder gradualmente su timidez política y manifestarse en las calles con más fuerza. Millones de iraquíes se alegran con la captura de Hussein, pero eso no significa que están alegres con la ocupación norteamericana. El legislador demócrata Jay Rockefeller -que encabeza el Comité de Inteligencia del Senado estadounidense – acaba de descubrir, con una suerte de asombrado temor,  que poco o ningún control tenía Saddam sobre la resistencia: «Esto es elocuente y perturbador -dijo-, porque significa que los insurgentes no están peleando por Saddam, están peleando contra Estados Unidos». Clarito, ¿no?

-Da la impresión de que la actual escalada bélica de los Estados Unidos, lejos de iniciar el 11 de setiembre del 2001 fue incubada en gobiernos anteriores.

-De un modo o de otro, desde el siglo XIX, Estados Unidos  siempre ha estado en guerra con el mundo. Que lo diga México, al que arrebataron la mitad de su territorio. Recordemos los golpes de Estado que fabricaron en Irán o en Chile, esas verdaderas invasiones de la Dominicana, Panamá, Granada. La lista es larga. Y en cuanto a los espantosos atentadados del 11/9, hay indicios de que el gobierno de Bush tenía información sobre lo que se venía y lo dejó venir. Finalmente, Osama bin Laden es una criatura de la CIA. Los actos criminales de la Casa Blanca habrían empezado entonces contra los propios habitantes del país. Todavía se discute -la documentación sigue vetada al público- si Roosevelt sabía o no sabia que los japoneses iba a atacar Pearl Harbor. El pueblo estadounidense nunca padeció una invasión y siempre hace falta un buen pretexto para inducirlo a combatir afuera.

-Se supone que toda guerra arrasa las palabras y pone a circular discursos altisonantes. ¿Cuál es la trama que se mueve tras tras las proclamas del gobierno norteamericano?

-El petróleo y el gas natural: la explotación de esos recursos energéticos se vuelve cada día más cara en EE.UU. y sus reservas diminuyen sin pausa. La gran estructura industrial, agropecuaria y de servicios que el país desarrolló el siglo pasado son una bestia hambrienta e insaciable. Además, también se está agotando en general esa riqueza fósil que millones de años acumularon en el subsuelo del mundo. Para asegurar su provisión,  Washington pretende establecer un imperio mundial, imponer una suerte de «Pax Americana», y no vacila en emplear el método brutal de la guerra. No es casual que haya invadido Iraq, cuyas reservas pretrolíferas ocupan el segundo lugar en importancia en el planeta. No es casual que ocupe Afganistán, país que hace años el gigante petrolero UNOLOCAL quiere utilizar para construir un oleoducto que lleve oro negro barato de la cuenca del Mar Caspio al Golgo Pérsico. Por lo demás, este plan viene de lejos, no lo inventaron Bush hijo y sus «halcones gallinas», como los llaman porque mandan al pueblo estadounidense a una catástrofe que ellos nunca olieron ni de cerca. Como buenos hijos de papá,  todos zafaron de Vietnam. Pero que quieren un imperio, sí. No olvide lo que dijo Bush hijo antes de invadir Iraq: «Estamos en un período crucial de la historia de nuestro país y del mundo. Otros escribieron parte de esa historia, el resto lo escribiremos nosotros».

-¿Qué relación habría entre la administración actual y las ideas de los padres fundadores de los Estados Unidos?

-Muy poca. Un ejemplo: con el argumento de «la guerra antiterrorista», el Congreso yanqui aprobó la denominada Ley Patriótica que permite, entre otras cosas, el espionaje telefónico y electrónico de cualquier ciudadano estadounidense y que recorta drásticamente las libertades públicas. Benjamín Franklin escribió: «Cuando se acorta la libertad en aras de la seguridad, ambas corren peligro».

-¿Qué pensamiento filosófico, religioso, político, sustenta los actuales lineamientos geopolíticos del gobierno de Bush?

-La mayoría de los halcones gallinas han seguido y siguen las enseñanzas de Leo Strauss, un filósofo judío nacido en Alemania que fue protegido por Heidegger y Carl Schmitt, el mismo que fundamentó jurídicamente el ascenso de Hitler al poder. Cuando la amenaza antijudía nazi ganó nitidez, Schmitt logró sacarlo de Alemania con una beca de la Fundación Rockefeller -raro, ¿no?- en 1932. Años después Strauss recaló en  Estados Unidos y dictó cátedra en Chicago y Nueva York. Encandiló a no pocos estudiantes, que de 30 años a esta parte, una vez recibidos, se fueron instalando en los departamentos de ciencias políticas de varias universidades norteamericanas y crearon una escuela que goza de gran peso político, continuidad e influencia. Esa escuela proclama la utilidad social del patriotismo y de la religión para encajonar y dirigir a las masas. «Dado que la humanidad es intrínsecamente perversa -escribió Strauss-, debe ser gobernada. Ese gobierno sólo se puede establecer si los hombres están unidos y sólo se los puede unir contra las otros». Es lo que decía Hermann Goering, el segundo de Hitler: «El pueblo, claro, no desea la guerra, pero es el líder del país el que determina la política y siempre es f*cil arrastrar al pueblo… Es fácil. Todo lo que hay que hacer es decirle que está siendo atacado y acusar a los pacifistas de antipatriotas que exponen al país al mayor de los riesgos».  Estados Unidos no es, desde luego, un país nazi. Pero son notorias las similitudes del pensamiento de sus actuales gobernantes con el pensamiento en alemán que quiso un Tercer Reich para todo el mundo.

-¿Se podría hablar de la construcción de un nuevo imperio o de un colonialismo moderno?

¿Por qué la partícula disyuntiva? Todo imperio ha rebajado a los países que domina al estado de colonia. No hace mucho lo dejó bien claro Robert Cooper, el gurú de Tony Blair en política exterior: «El mundo posmoderno debe aplicar dos pesos y dos medidas». De una calidad para los países occidentales el Norte, de otra para los que llama «Estados anticuados». Para los últimos propone «volver a utilizar los métodos más duros de una época pasada: la fuerza, el ataque preventivo, el engaño». Cooper sostiene que «la manera más lógica de enfrentar el caos (el de los Estados anticuados, claro), la que se empleó con m*s frecuencia en el pasado, es la colonización. Se necesita una nueva forma de imperialismo… cuya finalidad, como la de todo imperialismo, es imponer el orden y la organización». En este aspecto, la única diferencia entre Cooper y Bush hijo, Blair, etc. es que éstos no hablan de nuevo imperialismo: dicen «llevaremos la libertad y la democracia» a Medio Oriente.

-¿Qué papel juega la prensa internacional en esta guerra?

Se notan ahora algunos cambios. Al principio, la gran prensa y en general la radio y la TV norteamericanas, como la de ciertos países que llaman «centrales», se sumaron al engaño y el patrioterismo que la Casa Blanca propina. Se empezaron a abrir grietas en esa información unilateral cuando la realidad, como siempre, les dio un coscorrón en la cabeza. Para empezar, después de siete meses de ocupación las tropas yanquis no terminan de encontrar en Iraq las armas de destrucción masiva que habría tenido el autócrata Saddam Hussein, justificativo central de la invasión, ni aparecen las pruebas de la vinculación de Bagdad con al- Qaeda y los atentados del 11/9. Para seguir, la resistencia iraquí le provoca al ocupante más bajas que las sufridas durante el enfrentamiento bélico y esto repercute en EE.UU., donde algunos periodistas, para no hablar de los familiares, están empezando a sentir «olor a Vietnam» a medida que aumenta el número de «tubos de transferencia» -ahora los llaman así- que llegan con restos humanos desde Iraq. Y luego, los iraquíes aplauden cuando un bazukazo de la guerrilla derriba helicópteros yanquis y están conociendo con dolor y privaciones la verdadera esencia de los «liberadores». Los ocupantes se quitaron la máscara y han pasado a otra fase de la guerra, esta vez contra el pueblo iraquí. Los medios empezaron a dar cuenta de todo esto. La realidad se empeña en ser real.

-Pareciera que las palabras tienen poco valor, dadas las marchas y contramarchas, aseveraciones y refutaciones en las argumentaciones de los gobiernos involucrados.

Así es. En Afganistán, el objetivo declarado era cazar a bin Laden «vivo o muerto». Hoy ha desaparecido del discurso de los invasores. En Iraq, ahora la Casa Blanca dice que no importa ya si no encuentran las armas de destrucción masiva o no liquidan a Saddam. Las únicas palabras que tienen poco o ningún valor son las palabras de los gobiernos que desataron y acompañaron esta aventura sangrienta sin desenlace previsible a la vista. Siguen el consejo de Maquiavelo: «El gobernante debe ser un gran simulador y un gran disimulador». Se repite que la primera baja de una guerra es la verdad. También la palabra que la dice.

-¿Podría hablarse de una guerra de carácter religioso?

-Muchos árabes piensan que es así y cabe señalar que Bush hijo no contribuye precisamente a que piensen lo contrario: bautizó «cruzada», palabra que despierta pésimos recuerdos en Medio Oriente, a su guerra contra «los malvados» de Iraq y Afganistán. El general William Boykin, segundo del subsecretario del Pentágono encargado de los servicios secretos, declaró en octubre pasado que los musulmanes adoran un ídolo y no al «Dios verdadero». Y hay un general predicador, Wesley Clark, que afirma que en los próximos cuatro años Estados Unidos se encargará de los «malvados» de Siria, Líbano, Libia, Irán, Somalía y Sudán. Todos son países de profesión de fe musulmana y curiosamente, o no,  varios de ellos producen petróleo y gas natural o poseen prometedores yacimientos no explotados todavía. ¿Entonces?  Tal vez el general Clark crea en serio que «el enemigo que se alzó contra nuestra nación es un enemigo espiritual. Se llama Satán». Es un condimento del plato central, es decir, el servido con oro negro. Otros pretenden que la «guerra antiterrorista» es un choque entre civilizaciones, pero no se preguntan por qué Estados Unidos y las monarquías feudales de Arabia Saudita y los Emiratos Arabes Unidos conviven armoniosamente. Ahí la cuestión del petróleo está resuelta. A favor de Estados Unidos.

-Los actos de sabotaje a la ocupación han ido en aumento, ¿cómo analiza usted a la resistencia iraquí?

-La Casa Blanca y sus voceros civiles y militares insisten en que la resistencia iraquí está principalmente conformada por adictos a Saddam y terroristas extranjeros emparentados con al-Qaeda. No parece. Las fuerzas invasoras allanan domicilios a su antojo, derriban casas, cercan aldeas, detienen o matan a civiles iraquíes por las dudas, desprecian y violentan las normas culturales del Islam: soldados palpan a las mujeres a la vista y paciencia de los hombres y ese acto es considerado sacrílego. No se han solucionado los problemas básicos de abastecimiento de agua, electricidad y alimentación que padecen los invadidos. La desesperación y el hambre crean guerrilleros y terroristas dispuestos a inmolarse. Se filtraron a la prensa los resultados de una reciente encuesta secreta que el Departamento de Estado llevó a cabo en Iraq: los iraquíes quieren que Estados Unidos se vaya. Lo quieren incluso líderes religiosos de la mayoría chiíta que el sunita Hussein oprimió durante décadas. Si lo que la Casa Blanca dice de la resistencia es cierto, no caben dudas de que una buena parte de la población la ampara. No se explica de otro modo el aumento de las bajas yanquis en un territorio que las tropas de Estados Unidos ocupan totalmente.

  • Jorge Boccanera
  • Forja
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