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Las anécdotas
En la cumbre de la hablada de Abel Pacheco (Monterrey, 01/04) se dieron también otros signos de la descomposición que conforma actualmente la política en las Américas. Interpelado por la representación boliviana, con el fin de iniciar un diálogo que facilite a Bolivia una salida al mar, el presidente chileno, empaquetado y seco, los fulminó con un «Chile es un Estado serio». Hablaba el mandatario de un país cuyo poder judicial exoneró, alegando demencia, por sus crímenes de lesa humanidad al general retirado Pinochet, y en relación con los efectos regionales de una guerra por la cual Chile se anexó, o sea robó, provincias peruanas y bolivianas, en 1879-83. El ejército chileno fue socio del capital inglés que codiciaba entonces la riqueza salitrera del área. Pero Lagos se ve como un gobernante serio, heredero de una tradición de señorío.
Entre el año 2001, en que la OEA proclamó la Carta Democrática Interamericana, y hoy, América Latina ha vivido la expulsión ciudadana de los presidentes argentino y boliviano, el derrocamiento y secuestro del presidente de Haití y la constante conjura contra el régimen de Venezuela. Pero, ¿cómo harán los Estados latinoamericanos para denunciar golpes y rechazar complots instigados, dos de ellos directamente, por el gobierno de Estados Unidos? En el caso boliviano, Sánchez fue víctima tanto del injerencismo estadounidense, que le favorecía, como de su bellaquería. Interpretó podía enriquecerse y traficar con activos bolivianos porque Estados Unidos lo apoyaba. De La Rúa fue desalojado por intentar persistir en los lineamientos del FMI. La Carta Democrática se orientó contra militares gorilas e insurrecciones populares, pero no opera cuando el factor subversivo es la administración estadounidense y sus agencias internacionales tutoras de presidentes mafiosos o estólidos. Hoy una turbia oposición venezolana intenta, contra toda lógica jurídica, embestir con la Carta a un gobierno constitucional. Si no generara tanto sufrimiento para las mayorías, el espectáculo sería cómico. Casi 200 años de independencia formal y las minorías dominantes no experimentan nada en común con una población a la que explotan, reprimen, engañan y a la que exigen, además, le erija estatuas. Minorías que, pese a su fracaso, se muestran incapaces de autocrítica y arrepentimiento.
Gobiernos y neoligarquías latinoamericanas se empeñan hoy mezquinamente en acuerdos de comercio preferencial con Estados Unidos. Prometen, otra vez, conseguir la modernización y el desarrollo. Desde fuera, en publicación conservadora, y sin afán polémico, describe así estos pactos un profesor de la Universidad de La Florida: «La lógica de este gobierno (de EUA) es perseguir acuerdos bilaterales con países pequeños, como los de Centroamérica, a los cuales les impone algunas amenazas (…). Son acuerdos muy duros en los cuales las naciones débiles no tienen la capacidad de negociar con un país tan poderoso. Es una estrategia donde se impone el unilateralismo» (TdM, año 7, Nº 10, 03/04). Los gobiernos (?) yes men centroamericanos simulan mirar para otro lado.
Los pactos se hacen con un Estado dirigido por una secta con sesgos delincuenciales y obsesionada por la Seguridad Nacional estadounidense hecha idéntica a los intereses de sus corporaciones oligopólicas y sus empresas familiares. La geopolítica de la banda ya quebró Naciones Unidas, la enfrentó con los principales pueblos civilizados de Europa, viola derechos humanos dondequiera y supedita unilateralmente sus acuerdos comerciales a su afán criminal. De la garra de este impúdico «socio comercial» llegaremos al progreso. Y todavía no asistimos al espectáculo de mentiras, fraudes y agresiones que brindará Bush para intentar reelegirse. La pandilla suscribió también la Carta Democrática. Bárbaro.
Como el despliegue de la degradación es interminable, el FMI impone a las economías latinoamericanas la liquidación de sus déficits fiscales en beneficio de la acumulación global, o sea de las transnacionales. Los impuestos, que castigan a quienes menos tienen, liberan a los poderosos y crean nuevas exenciones para los privilegiados, se adornan con frases sobre una mejora de la administración tributaria y la transparencia informativa. En Costa Rica, el llamado plan fiscal es calificado por un columnista de derecha como ‘manoseo que beneficia a los banqueros’. Interpela al Ministro de Hacienda: «Es muy feo ser banquero y político y jalar agua para tus amigos» (J. Guardia, LN, 2/03/04). Lo invita a renunciar. El Ministro, mudo, porque se juega todos los millones de su mundo. El mismo show, las mismas amenazas y halagos, iguales trucos, se brindan en Paraguay y Guatemala donde también se cocinan tributos que enriquecen a pocos y agudizan la vulnerabilidad de los más. En los países con la peor distribución de la riqueza, los opulentos no tienen tradición de pagar impuestos ni voluntad para empezar a hacerlo.
COSTA RICA EN LA JUGADA
Las elecciones del 2002 parecieron abrir una esperanza para el país. La denuncia de las cúpulas corruptas y del empleo de los recursos estatales para sostener el clientelismo político abrió paso a la elección del señor Pacheco y a una numerosa representación parlamentaria del PAC que rompía el oligopolio del PUSC y el PLN. Dos años después, la entera defección del presidente, atrapado en financiamientos ilegales y por su inquietante personalidad, la división de la fracción parlamentaria del PAC y la ingenuidad de éste al no realizar trabajo educativo y organizativo en la calle, ha facilitado que lo peor de un bipartidismo mañoso y mórbido recupere su capacidad para decidir en política.
La aparición de un hiperpolítico, Alberto Trejos, sostenido con fondos internacionales y los gritos de la prensa, la decisión de los Arias de volver a la presidencia uniendo sus intereses a los de La Nación S.A., y la notoriedad del fundamentalismo libertario cuya estupidez egoísta hoy parece normal, son signos ominosos de una enfermedad política terminal que puede terminar centroamericanizando Costa Rica. No parece que una alianza entre Monge, Álvarez y eventualmente Corrales, los últimos ambiguos a la hora de la lucha frontal que exige el momento, pueda revivir a una clientela liberacionista que acepta el entierro ideológico y el colapso social a cambio de ganar el gobierno. El PUSC continúa siendo el campo de las mediocres codicias particulares y las reparticiones. El moroso estilo del PAC ni siquiera le faculta para imaginar un Frente Amplio de Salvación Nacional.
¿Se resolverá entonces la lucha, como creen algunos, en la calle?
¿O se combatirá en las calles para terminar discutiendo, y perdiendo, en la Asamblea?
Tiempos patéticos en los que la gente honesta y sencilla y sus instituciones pueden resultar derrotadas, esta vez quizás para siempre.
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