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Un estudio revela que los índices de la educación indígena están por debajo del promedio nacional.
El lema «muchos son los llamados pero pocos los elegidos» es el que mejor describe la realidad de la juventud indígena de nuestro país cuando se constata que solo 10 de 6.050 estudiantes que ingresan a las aulas, obtienen su título de bachiller.
La suma de obstáculos como la falta de infraestructura, las condiciones geográficas y la pobreza dan como resultado un evidente rezago en la educación indígena costarricense.
Así lo revela un estudio realizado por la organización no gubernamental, Defensa de los niños Internacional- sección Costa Rica sobre la situación de la educación rural.
Este documento titulado «Análisis Social de la Educación Rural en Costa Rica», fue solicitado por el Ministerio de Educación Pública (MEP) al Banco Mundial con el fin de obtener un empréstito por unos $30 millones para la enseñanza en las zonas rurales.
La investigación revela que la piedra en el zapato del MEP es la educación indígena, ya que en 2000 la cobertura educativa alcanzó 71% de esta población entre 5 años y 17 años. Eso implica que cerca de 8.000 jóvenes en esas edades no asistieron a clases.
El panorama se torna más desolador cuando se observa que casi 40% de indígenas no van a clases; además un 78% vive en familias con ingresos per cápita mensuales menores a los ¢37.407. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos los hogares con ingresos por este monto se encuentran en condición de pobreza extrema.
Igual de preocupantes son las tasas de deserción en la enseñanza primaria, puesto que la deserción alcanza 7.47%, lo que supera el promedio nacional en más de 3 puntos porcentuales. Más asimétrica es la cobertura en secundaria, ya que en la zona urbana se logra abarcar 85% de la población estudiantil, mientras en la indígena es de apenas 16%.
El estudio deja al descubierto barreras que deben enfrentar quienes enseñan en estas zonas como la infraestructura, el clima y la carencia de docentes disponibles, no solo porque 52% se encuentra de manera interina, sino porque por lo general al poco tiempo piden traslado a regiones urbanas.
El Ministro de Educación Pública, Manuel Antonio Bolaños Salas, reconoció que la situación de la educación indígena es delicada en todos los extremos, pero no es tan diferente de la realidad rural en la cual se enmarca.
El jerarca sostuvo que la inversión en las zonas rurales ha sido prioritaria durante su gestión, pues 50% de los centros educación creados durante la actual administración están en las zonas indígenas.
Según el funcionario, al construirse 24 centros educativos de secundaria se superó la meta de crear 20 al final de la administración de Abel Pacheco de la Espriella. Con ello -argumentó- se logró aumentar la cobertura en 75% en las regiones indígenas, aunque la meta para 2006 es de 77%.
UN GRAN RETO
La directora del Departamento de Educación Indígena del MEP, María de los Angeles Ugarte Orias, está consciente de que el gran reto es subir los índices de la educación indígena, porque las condiciones socioeconómicas, climatológicas y geográficas son obstáculos difíciles de superar.
Comentó que los bajos índices en secundaria se deben a que se corta el proceso educativo, iniciado en la escuela, por razones de trabajo o la falta de recursos. Ante ello, se estableció un plan piloto que busca ampliar la tele secundaria (que llega hasta noveno año) y convertirla en tele bachillerato, así como brindar facilidades de horarios en los centros educativos.
Respecto a la infraestructura, manifestó que la situación también es difícil, ya que el clima de las zonas indígenas la deteriora rápidamente y aunque la población la cuida y la repara, cuesta mucho mantenerla en buen estado.
GRAN ESFUERZO
Nelson Hernández García, es uno de los pocos estudiantes de procedencia indígena que logró llegar a la Universidad de Costa Rica (UCR) para estudiar la enseñanza en Estudios Sociales.
«Terminar el bachillerato significa un gran esfuerzo», destacó Nelson, pues son muchas las dificultades que enfrentan jóvenes indígenas para terminar sus estudios en su pueblo natal de Amubri de Talamanca.
Si bien la deficiente infraestructura y la pobreza son un gran obstáculo, el mayor inconveniente que citó fue la inestabilidad del personal docente. Como ejemplo, relató que en muchos casos quien imparte las lecciones abandona el curso lectivo y el grupo de estudiantes se queda hasta un año en espera del reemplazo.
Para Nelson, igual de negativo es el hecho de que lleguen a dar clases personas que no están capacitadas, pues desconocen el ambiente, la lengua o la cultura del lugar. También reclutan como docentes a gente que apenas se acaba de graduar de secundaria.
«El lugar es una desventaja y quizá no haya muchos recursos, pero el profesor debe darse por entero a sus alumnos y sacarlos adelante. Yo tuve la suerte de tener buenos docentes y el apoyo de mis padres», manifestó.
Sobre los motivos por los cuales el estudiantado deserta de las aulas, Nelson explicó que existen varios factores, pues algunos tienen que ir a trabajar al campo con sus padres, otros se casan muy jóvenes (entre los 14 y 15 años) o bien están involucrados en problemas de drogas que afectan la región.
El material didáctico es otra deficiencia, ya que no se puede conseguir fácilmente, pues para comprar libros y otros artículos deben ir a Limón. Recordó que en su colegio hay 15 computadoras conseguidas mediante una donación, las cuales ahora son casi inoperantes.
De las pocas personas que terminan la secundaria, algunas buscan oportunidades de seguir estudios en Limón, o bien consiguen trabajo como docentes en escuelas de la zona, pero son muy pocas los que acceden a la UCR, aseguró.
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