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Una historia en San Pedro de Montes de Oca

Se cuenta, a manera de anÚcdota jocosa, que un profesor entr÷ al aula y anunci÷ que, en aquella hora, se estudiarâa un poema de Andrew Marvell (A su dama esquiva). Procedi÷ el maestro a exponer las opiniones polâticas, sociales, religiosas y la trayectoria de Marvell. Pas÷ a la descripci÷n del car½cter de don Andrew y desliz÷ que era respetadâsimo por todo el mundo; luego conjetur÷ sobre si ese autor serâa casado o no y la posible visi÷n de las uniones sentimentales que Úl tenâa. En ese momento un timbre anunci÷ el final de la clase. El profesor cerr÷ su libreta de apuntes y, con enorme satisfacci÷n, sonriente de entusiasmo, remat÷ «çEstupendo!, çhermoso este poema, muchachos, hermoso! Viene esto a cuento, e inserto como introducci÷n, a que Marzo todopoderoso es un texto que se sostiene m½s por el ingenio descriptivo de la autora y lo atrayente de la caracterâstica exterior de sus personajes, que por el asunto narrado.

Se cuenta, a manera de anÚcdota jocosa, que un profesor entr÷ al aula y anunci÷ que, en aquella hora, se estudiarâa un poema de Andrew Marvell (A su dama esquiva). Procedi÷ el maestro a exponer las opiniones polâticas, sociales, religiosas y la trayectoria de Marvell. Pas÷ a la descripci÷n del car½cter de don Andrew y desliz÷ que era respetadâsimo por todo el mundo; luego conjetur÷ sobre si ese autor serâa casado o no y la posible visi÷n de las uniones sentimentales que Úl tenâa. En ese momento un timbre anunci÷ el final de la clase. El profesor cerr÷ su libreta de apuntes y, con enorme satisfacci÷n, sonriente de entusiasmo, remat÷ «çEstupendo!, çhermoso este poema, muchachos, hermoso! Viene esto a cuento, e inserto como introducci÷n, a que Marzo todopoderoso es un texto que se sostiene m½s por el ingenio descriptivo de la autora y lo atrayente de la caracterâstica exterior de sus personajes, que por el asunto narrado.
Es decir, con la novela (que, adelantemos, es un buen escrito) el lector se podr½ solazar en el aspecto ‘fabuloso’ -de f½bula, pues- de los hÚroes, m½s que en el «quÚ» les va a suceder. Como que no importan sus historias o esencias sino la pintura de sus rasgos. Hay, en la obra, una sobreposici÷n de la forma sobre el contenido. Asunto que no es un defecto… es m½s, puede tener la virtud, este volumen, de ser un buen ejemplo de aquello que la forma es fondo. Marzo todopoderoso se compone de dos historias que no se tocan (y si lo hacen, es de forma tangencial). Cuenta los avatares de Azul -joven muchacha, estudiante avanzada de ciencias de la comunicaci÷n colectiva- en las vacaciones de un fin de aöo. Una parte del cuento refiere a su relaci÷n con Lota -cuarent÷n, artesano, medio vagabundo y asiduo de los bares de la ‘calle c½ustica’- y los corolarios de ese contacto. El otro lado de la pieza es la descripci÷n de la convivencia de Azul con su madre -viuda de fil÷sofo, atrabiliaria pero simp½tica-. Digamos que el grueso de la novela se sitþa en San Pedro de Montes de Oca, San JosÚ, Costa Rica, a mediados de la dÚcada pasada. °poca en la cual la calle 3 empezaba a consolidar su nombre de ‘Calle de la amargura» o, para los de un humor m½s complicado, «Calle caþstica». En ese entonces parte de la izquierda universitaria de los aöos setentas gobernaba enquistada en la presidencia de JosÚ Marâa Figueres Olsen (y se comportaba igualito a la derecha de siempre). La palabra ‘globalizaci÷n’ se cimentaba como tÚrmino a utilizar por algunos entendidos, la droga era el Osama Bin Laden del momento, el istmo centroamericano se lamâa las consecuencias de la guerra impuesta por el enfermo de Ronald Reagan (hay cosas que no cambian) y como ser rico y exitoso es bien visto, tambiÚn existe su alterego en al acera del frente: ser pobre -con ‘estilo’ eso sâ- tambiÚn es de buen mirar. Aquâ, en este ambiente, se mover½n arquetâpicos personajes sampedrinos: el dueöo del bar, medio campechano, medio buen comerciante; el poeta celebrado en concili½bulos de inþtiles; el pintor grandote, de cierta ingenuidad que ‘anda’ con una gringa; el soci÷logo que pretende esconder su inepcia a la sombra de sus amigos artistas y de frases hechas. En el reparto encontramos a la tonta bella, al millonario semi-bohemio y ensimismado, las aprendices de poetizas y a la ya mencionada norteamericana. Paralelo a estos aires y gentes est½ la mam½ de Azul… y casi no hay mayor cosa que indicar dado el car½cter meramente descriptivo que la autora imprime a esta relaci÷n. Descripci÷n amena y bien escrita. Digamos que este aparte, m½s que un relato literario, es una reseöa de experiencias hija-madre. Estas dos historias -Ëo quiz½ tres?: Azul con su novio, su madre y los amigos satÚlites- est½n engarzadas en una estructura que inicia con un pre½mbulo en primera persona, para pasar a tres actos -partes, se entiende- en que se revela la narradora omnisciente. Es decir, una estructura muy amable: introducci÷n, en la que se presentan los personajes principales, desarrollo y final (un final que, narrativa y psicol÷gicamente hablando, tal vez sea lo m½s logrado de Marzo todopoderoso). Aspecto que vale resaltar es el humor ½cido -y, en ocasiones, hasta violento- que Murillo despliega. Los juegos de im½genes con que se divierte al lector recuerdan, en algo, al libro de Helen Fielding, «El diario de Bridget Jones»… solo que, eso sâ, venido a m½s. (Puntualizaci÷n aquâ dispuesta para dejar en claro que no es una afirmaci÷n peyorativa). Aunado al chiste ocurrente, la autora hace uso de lo que podrâamos llamar (perd÷neseme el amaneramiento) ‘metalenguaje escÚnico’. O sea, como el juego que se practica cuando junto a la literalidad de lo que est½ diciendo el personaje -o la autora- se sobrepone la imagen de lo que se est½ pensando. «[Azul] Se sent÷ bajo una palmera,[…] Pein÷ los alrededores con la vista hasta que, ya decâa ella, descubri÷ los ojos lascivos de un mono entre la vegetaci÷n […] Uno de los bichos solt÷ un chillido escalofriante y fue seöal inequâvoca para que el quinteto empezara la alharaca. Azul aullaba «çFuchi, fuchi!», blandiendo sus brazos como armas poderosas, tratando de ahuyentarlos; pero s÷lo consigui÷ hacerlos entrar en crisis histÚrica. Aquellos monos pendencieros estaban en territorio liberado y no pensaban dar ni un paso atr½s. Una piedra pas÷ silbando junto a su cabeza. Dese÷ agarrar por el cuello al monillo que la habâa lanzado y hacerlo trag½rsela, pero la idea, injusta es la naturaleza, era impracticable: los dem½s monos se solidarizaron y, libres de pecado, hicieron caer sobre ella una lluvia de piedras y todo cuanto encontraron a mano. Una centÚsima de segundo le bast÷ a Azul para verse vâctima de un vergonzoso linchamiento simiesco. Lo primero que se le ocurri÷ fue echar a correr hacia el agua, pregunt½ndose si aquellas bestias sabrâan nadar. Porque quien sâ no sabâa era ella.» ËSe recuerda aquella historieta ‘El otro yo del doctor Merengue’? Ëo la serie de televisi÷n Ally McBeal? Ëo quiz½ la pelâcula AmÚlie? Pues bien, en esas creaciones los personajes actþan de una manera mientras piensan de otra; recrean, aumentan o disminuyen -imaginativamente- la circunstancia que tienen al frente. Algo asâ ocurre -no de forma constante, claro est½, pero sâ persistente- con las criaturas, especâficamente con Azul, de «Marzo todopoderoso». Oportuno seöalar, dado lo dicho sobre la posible analogâa con creaciones fâlmicas, que, quiz½ influenciada por su trabajo como guionista, Catalina Murillo nos presenta un relato cargado de detalles cinematogr½ficos. Trasladar esta obra al lenguaje audiovisual requerirâa poco esfuerzo por parte de un adaptador h½bil. Y, hablando de lenguajes, resaltemos que el espaöol en que Murillo pone a hablar a sus personajes es en un ‘costarricense’ urbano bien logrado y, hoy dâa, casi nost½lgico, dado el embate de la utilizaci÷n estþpida y acomplejada del «tþ». Asunto de interÚs en la obra es que si bien no se ahonda en la psicologâa de los personajes, la protagonista, Azul, es un caso psicol÷gico de libro… ‘de div½n’ que llaman. La heroâna lleva a la pr½ctica con todo Úxito, (de manera inconsciente, obvio), aquello que «la histeria no es un fen÷meno patol÷gico sino un medio supremo de expresi÷n». Enfrenta el cariöo ajust½ndose a la definici÷n de amor como «dar algo que no se tiene a alguien que no lo quiere». En ocasiones Azul interpreta el consentimiento de su feminidad como un ‘sacrificio’, una virtud hecha a la voluntad del Otro; se inscribe dentro de un orden que determina tener que gustar y no desear. Se consagra y rivaliza con los hombres que encuentra… y los reemplaza cuando determina que son mediocres. A lo largo de su historia sufre ‘accidentes’ histÚricos: crisis de nervios, inhibiciones, letargos, espasmos, inventa v÷mitos. Quiere ser m½s de lo que es, ubicarse en el centro del escenario donde se est½ representando la comedia… ella es el Teatro, es la Actriz, no tiene emociones, ella ES las emociones. Azul, a pesar de sus diecinueve aöos, es una niöa pequeöa abandonada por el padre. Le interesa m½s recibir atenci÷n y cuidados que el sexo mismo; sin embargo propicia las situaciones sexuales y cuando se ve comprometida con el excitado Lota, esquiva el compromiso con una aparente inocencia… ‘inocencia’ que termina siendo cruel y violenta. Describe a la madre como preocupada pero distante y busca gratificaciones de tipo maternal en los hombres de su interÚs. «Entonces, por primera y þltima vez en tu vida, Azul, fuiste una y autÚntica. Poco, lo fuiste, s÷lo durante los segundos que te atreviste a escuchar el inequâvoco llamado de tu naturaleza de mujer: la orden de rebanar al enano de la vida y guardarlo en tu interior […] Afuera: marzo. Marzo como un hombre todopoderoso. Todos los hombres son penes, los penes de marzo. Marzo omnipresente pero inasible: como debe ser un hombre. Un hombre de verdad, voy por la vida buscando. Y Azul por las aceras pensando, al pr÷ximo, quÚ le har½.»… en fin una delicia de criatura. En suma: «Marzo todopoderoso» es entretenido, bien escrito, con un manejo del ritmo y del idioma. En Úl se utiliza un humor violento e inteligente. La anÚcdota, en general, no es de mayor contenido sin que esto signifique gran defecto. Una novela que hace pasar un buen rato.

  • Pablo Salazar Carvajal
  • Mundo
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