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¿Cuáles son los límites a los métodos y medios de combate? Esta parece ser el punto de partida del cual se derivan los Convenios de Ginebra de 12 de agosto de 1949 y sus Protocolos adicionales de 1977. Las normas que protegen a las víctimas de los conflictos armados, léase derecho internacional humanitario, contienen el detalle de las pautas para «humanizar» dichos conflictos. En la guerra de los Estados Unidos contra el terrorismo, el capítulo de los escándalos, producto de las reveladoras fotografías de torturas y degradaciones en contra de prisioneros iraquíes, la doctrina de seguridad nacional se encuentra actualmente en su nivel más bajo de legitimidad ante la comunidad internacional.
Desde la época de la primera cruzada en 1069 y la apertura de nuevas rutas comerciales con el Reino Latino de Jerusalén, los cruzados debieron hacer frente con las herejías de oriente, poniendo al descubierto el peligro de movimientos heréticos, los cuales, junto con las mercancías, fluyeron por todo el continente europeo. Como respuesta, el papado debió recurrir como medida de protección y medio eficaz de represión, a métodos poco convencionales, que si bien en su origen tuvieron un carácter provisional, culminaron con la fundación del tribunal conocido como la Inquisición.
La Ley de Autorización para la Defensa Nacional de 2003 no tiene nada que envidiar a la bula Ad abolendam promulgada por el Papa Lucio III en 1184, que ordenaba a los obispos «hacer inquisición» en busca de herejías. En ese mismo sentido, al mejor estilo de los manuales para inquisidores del siglo XIII, la inteligencia militar estadounidense aplica con igual fervor el método del interrogatorio para «arrancar confesiones» a sus cautivos. Más que una interminable gama de tormentos físicos, los prisioneros iraquíes han estado expuestos a torturas psicológicas y vejaciones que, desde el punto de vista cultural del Islam, son motivo de la más horrenda abyección a que puede verse sometido un musulmán.
Todo lo anterior no es sino la más fehaciente muestra de la guerra sucia que, en nombre del valor de la libertad y la democracia, se lleva a cabo por medio de una supuesta coalición de países, en contra del terrorismo internacional, cuyas fuerzas armadas deberán responder por sus actos ante los tribunales competentes, y cuya vergüenza y responsabilidad moral recae tanto en quienes las perpetraron, como en aquellos gobiernos que dieron su respaldo real o aparente, a dicha coalición, incluida Costa Rica. No obstante, la unilateralidad de la moral y del derecho que trata de imponer la administración Bush al mundo entero, el terrorismo seguirá siendo una amenaza para la paz y seguridad internacionales, sin embargo, la prevención no pasa por la seguridad basada en la represión. Apelar a una supuesta acción de liberación, no constituye una atenuante para los acusados de cometer crímenes de guerra, sino el más rotundo fracaso de su política exterior.
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