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Ernesto Cardenal: Papa le faltó el respeto al pueblo

Ernesto Cardenal fue Ministro de Cultura.

Ernesto Cardenal fue Ministro de Cultura.
Es quizás una de las imágenes más fuertes de la época del gobierno sandinista: el padre Cardenal arrodillado en la pista del aeropuerto de Managua, era amonestado públicamente por el Papa Juan Pablo II.
Poco después, en una misa campal, se daría el que fue, probablemente, el momento más dramático en los incontables viajes del pontífice. En medio de la guerra que desangraba Nicaragua, la multitud gritaba «Queremos la paz», mientras el Papa exigía: «¡Silencio!»
El padre Cardenal, poeta, escultor, exministro de Cultura, sentado en su modesta oficina de Managua, rodeado de los cuadros de su comunidad de la isla de Solentiname, recordó aquella visita, en una conversación con este periodista.
 
 
La primera visita del Papa a Nicaragua, en 1982, resultó en una confrontación con la revolución. ¿Qué recuerdos tiene usted de aquella visita?

– Todo el mundo recuerda cuando él me hizo una reprensión, porque no quería que yo, siendo sacerdote y miembro del gabinete, estuviera en el aeropuerto. Como el gobierno de Nicaragua insistió en que yo debía estar ahí, porque era ministro, él me me dijo que yo tenía que regularizar mi situación. Eso no tenía ningún sentido, pues los obispos de Nicaragua habían permitido a los sacerdotes que teníamos cargos en el gobierno que siguiéramos en ellos por cierto tiempo.
 
 
¿Qué fue lo más importante de esa primera visita del Papa?

– Fue el enfrentamiento que él tuvo con el pueblo al día siguiente, durante la misa campal a la que asistieron 700 mil personas.
La población era de unos tres millones de habitantes, era la cuarta parte de ésta que estaba en esa plaza. Y el Papa empezó a atacar la revolución.
Su plan era derrocar el gobierno, porque en un país mayoritariamente cristiano, un Pontífice, ante una cantidad de población tan grande, atacando la revolución… pues ese gobierno caía si el pueblo lo aplaudía.
Al principio empezaron a aplaudirlo, porque había una consigna para los sandinistas en tal sentido. Creían que su discurso no iba a ser nada hostil ni político. Poco a poco empezó a haber menos aplausos, cierta confusión entre la multitud, y después empezaron a gritar consignas contra el Papa, cuando vieron que estaba atacando la revolución.
Unas dos o tres veces el Papa debió gritar a la multitud: ¡silencio!. Eso enardeció más al público, que no estaba acostumbrado a que sus dirigentes revolucionarios lo callaran.
El pueblo le faltó el respeto al Papa, porque le gritó consignas, no le dejaba decir las palabras de la bendición papal. Ya, por último, se pusieron a cantar el himno del Frente Sandinista. Pero es que el Papa también le faltó el respeto al pueblo.
Creo que el Ponfífice creyó que Nicaragua era Polonia. Él había dicho que era su segunda Polonia. Cuando llegaba allá, todo el pueblo lo aclamaba, un pueblo mayoritariamente católico ante un gobierno comunista y antirreligioso. En Nicaragua tenía un pueblo católico, pero también revolucionario y, en vez de aplaudir al Papa, le defendió su revolución.
Esa fue una prueba de fuego que tuvo la revolución. Si el pueblo hubiese ovacionado al Papa, el gobierno cae esa misma tarde.
 
¿Qué consecuencias tuvo ese incidente para la revolución?
 
– Más bien en contra de la propaganda mundial de que había sido una blasfemia y una provocación. Toda clase de cosas se dijo; una misa de desagravio se hizo al día siguiente, en Costa Rica, por la falta de respeto, o por la forma anticristiana como había reaccionado el gobierno sandinista.

  • Gilberto Lopes 
  • Mundo
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