Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
Jaime Morales Carazo, luchó con los contras durante la guerra.
Empresario, banquero, escritor, Jaime Morales Carazo, fue uno de los principales dirigentes de la «contra». Pasaba tres semanas del mes en los campamentos «contras» de Honduras, aunque reconoce no haber participado en combates.
El expresidente Daniel Ortega vive en la que fue su casa, expropiada durante la revolución. No importa, se ha construido otra. Violeta de Chamorro le devolvió su comedor, usado como mesa del Consejo de Gobierno durante varios años. En su casa está un busto de Sandino. Y escribió un libro, «La noche del presidente», en el que incursiona en los lados oscuros de la dictadura somocista. Diputado, Jaime Morales conversó largamente sobre la guerra y el futuro de Nicaragua. Este es un extracto de esa conversación.
¿La guerra fue la solución para el conflicto político?
– El camino de la violencia no conduce a nada positivo. Por falta de opciones fuimos encajonados en ese callejón. Fuimos manipulados, tanto los sandinistas, como la contra.
Fuimos usados, no para ganar la guerra, sino para contener al sandinismo en su expansión hacia El Salvador.
¿Hasta dónde EEUU controlaba esta guerra?
– Totalmente. El involucramiento estadounidense muy pocas veces se siente en la forma de presencia de oficiales. Eso es mínimo, pero lo suficiente para poder controlar.
La CIA tenía su personal de planta; la presencia era muy sutil, no directa. Pero, obviamente, quienes daaban los recursos económicos, los suministros militares, de municiones, de armamentos, la logística, lógicamente tenían un control total.
Esa línea, en algunos aspectos, ha vuelto al tener poderes muy grandes en el Departamento de Estado y en algunas estructuras de poder de EE.UU.
No creo que eso sea lo más saludable. Aquí vino Colin Powel a provocar una confrontación y a romper un esquema de convivencia que se había logrado con el sandinismo.
¿Fue esa una guerra mercenaria de los exmiembros de la Guardia Nacional?
– Eran pocos los exmiembros de la Guardia; sin el apoyo, la información y la acogida del campesino dentro de Nicaragua, esa guerra hubiera sido imposible.
De los 20 mil contras, 99,9% eran campesinos. Lo de mercenario es ridículo. Muy pocos eran burgueses u oligarcas. La contra se inicia no con exguardias; los comandantes de campo provienen de filas campesinas y exsandinistas.
¿Cuáles fueron las consecuencias de la revolución sandinista?
– El deterioro económico significó un retroceso de más de 60 años. En 1977 exportábamos tres veces más de lo que estamos exportando ahora. Hay una cierta impotencia porque la pobreza no llegaba a la mendicidad extrema como ahora.
Pero este país ha tenido una transformación que no se puede negar. Se facilitó la capilaridad social, sectores de capas sociales bajas pudieron emerger hacia arriba. Y se institucionalizó el ejército y la policía.
Si uno hace un balance, en lo social creo que hay un avance: mayor conciencia, participación, mayor valorización del ciudadano, aunque esté más pobre.
¿Qué sigue ahora?
– Después de tres gobiernos y una maduración en el sandinismo, cívica, hay un proceso para ajustarse a las realidades, de saber que el mito de las ideologías tiene su tiempo. Creo que vamos a poder convivir mas de lo que estamos haciéndolo ahora, que ya es bastante.
El problema es que, junto con esa maduración, está el desgaste de la derecha, producto de la corrupción, de la inacción y la incertidumbre. Al sandinismo se le presentan grandes oportunidades de llegar al poder por la vía cívica, si llegara a despojarse del peor enemigo, que son ellos mismos. Yo se los he dicho.
Muchos, además, dejaron sus ideales en el camino; las ambiciones pasaron por arriba de estos, lo que se agudizó con la pérdida del poder en 1990.
Este documento no posee notas.