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Décadas de movimiento

La Compañía de Cámara Danza UNA recientemente celebró 30 años de creada.  Los bailarines interpretan la coreografía «Canto a la vida».

La Compañía de Cámara Danza UNA recientemente celebró 30 años de creada.  Los bailarines interpretan la coreografía «Canto a la vida».
Ya sumaron tres décadas de enseñanza y de movimiento continuo y con su aniversario, la Escuela de Danza la Universidad Nacional se unió a las festividades de la dancística nacional durante este mes de julio, en el que ha presentado el fruto de sus programas académicos y de extensión las comunidades.
Creada en marzo de 1974, la escuela «es una de las pioneras en el desarrollo de la danza, tanto en América Central como en la mayoría de los países de América Latina, y nuestro trabajo es de excelencia», manifestó Florivette Richmond, directora de dicha escuela.
Según Richmond y Oscar Córdoba, subdirector, la escuela fue producto de las inquietudes de bailarines y coreógrafos de la década de los 70 que buscaban profesionalizar este arte mediante la enseñanza universitaria.
En aquella época se unieron los intereses de personajes relevantes para la historia de la danza nacional.  Con el apoyo de Arnoldo Herrera, Juan Carreras y la maestra Elena Gutiérrez, arrancó este proyecto.
Ambos directores coincidieron al asegurar que el pensamiento humanista de la UNA fue la cuna ideal para acoger las propuestas para la apertura de una escuela que otorgara títulos académicos a los artistas y, al mismo tiempo, convertirla en un semillero de recursos humanos para las compañías estatales e independientes del país.
 

UN INICIO DIFÍCIL

La lección inaugural de la Escuela de Danza fue en el estudio privado que tenía Elena Gutiérrez en la Avenida Central de San José.
Durante varios años no contaron con sede dentro del campus y transitaron por varios sitios.  Una de las sedes improvisadas fue el antiguo matadero de Santo Domingo de Heredia, hoy víctima del abandono.
Poco tiempo después se trasladaron cerca de la antigua sede de los bomberos en Heredia.  Finalmente, se les asignó el espacio que tienen hoy en el Teatro Atahualpa del Cioppo.
Ahí en cuatro salones imparten las lecciones a 60 estudiantes de cuatro niveles de bachillerato y los programas de extensión.  El plan de estudios vigente enfatiza en la formación de intérpretes, ya que son pocos los que cuentan con dotes para coreografiar.  En ese sentido, explicaron los directores, con la educación que reciben obtienen los recursos para explorar esa faceta creativa.

DESPUES DE 30 AÑOS

Los principales aportes de la Escuela de Danza al arte nacional son que dieron la posibilidad de la especialización, el desarrollo de profesionales e intercambio con las manifestaciones dancísticas de otros países.
También la formación de públicos para la danza costarricense mediante los proyectos de extensión.  Entre esos destaca la Compañía de Cámara Danza UNA, la que durante este año tiene un extenso programa de visitas a comunidades, que reciben con un gran entusiasmo a los artistas, según comprobó este semanario en la gira que realizó la agrupación en junio pasado a la Escuela Tobías Guzmán de San Mateo y Manuel Antonio, en Quepos.
El programa Margarita Esquivel, fundado hace 24 años, imparte clases de danza y ballet a niños y niñas y jóvenes, con la idea de desarrollar las futuras generaciones de artistas del movimiento.  Funciona bajo la batuta creativa de Carlos Morúa.
Además, de creación reciente es UNA Danza Joven que abrió espacios de participación a alumnos y alumnas de la escuela desde que inician su primer año universitario.  Este proyecto está bajo la responsabilidad de la experimentada coreógrafa Nandayure Harley.
Los demás proyectos de la escuela son de corte académico y tienen como objetivo recopilar la historia de la danza nacional.  Uno es dirigido por Marta Ávila y otro por Elena Gutiérrez.

QUEDA MUCHO POR HACER

Aunque los directores de la escuela aseguran que son más los aciertos, señalaron que uno de los puntos débiles es la continuidad del contacto de estudiantes con los públicos, que solventarán con UNA Danza Joven.
Sin embargo, el principal escollo para el trabajo institucional son las limitaciones presupuestarias.  Aunque reciben el apoyo de las autoridades de la UNA, la directora detalló que se requieren mejoras en la infraestructura.
Además, para abrir el plan de maestría debió congelarse el de licenciatura, porque solo contaban con recursos para uno de los dos.
La maestría dirige sus esfuerzos a la formación de docentes, así satisfacen las necesidades de sus graduados y las del mercado, que requiere profesionales en la enseñanza de la danza.
Este es un campo en el que muchas personas egresadas se desempeñan, otros se dedican a bailar en alguna de las tres compañías estatales y los demás forman sus propias agrupaciones, detalló Florivette Richmond.
Otro énfasis aprobado en el posgrado enfatiza en la formación de coreógrafos, pero carece de recursos asignados para iniciarlo.
Y en medio de aires festivos la Escuela de Danza está en un proceso de revisar el plan de estudios y redefinir el papel de la Compañía de Cámara Danza UNA, concluyó Florivette Richmond.
Danza UNA
Renunció directora
Solo siete meses permaneció Rocío Arrieta en la dirección artística de la Compañía de Cámara Danza UNA.  Arrieta, quien llegó al puesto tras la salida de Ileana Alvarez, aseguró que su decisión se debe a no ha recibido sueldo desde que tomó las riendas del grupo y las condiciones laborales le fueron variadas.
Añadió que se le señaló como prioridad un programa de extensión a comunidades, con el que llegó a San Mateo, Manuel Antonio, Golfito, Ciudad Neily y Puntarenas.  «Esto implicó una gran cantidad de esfuerzos institucionales y artísticos, pero ahora se me reclama que no hice una obra para el repertorio», afirmó la coreógrafa.  Además, después de estos recorridos las bailarinas participantes en este programa muestran indicios de agotamiento, agregó.
Su malestar se centra en que ella pagó los errores administrativos de la Escuela de Danza, porque para esta contratación no se exigió como requisito poseer un título universitario.  Posteriormente la Oficina Jurídica de la UNA cuestionó su nombramiento y responsabilizó de los daños económicos a la directora Richmond y a su asistente administrativa.
Otro de los puntos que dificultó su trabajo al frente de la agrupación es que no existe un perfil que defina el objetivo de la compañía.  Mientras se pretende que sea profesional también se quiere usar como laboratorio que termine de formar a los recién graduados.  Esto no ofrece condiciones para que una persona en la dirección artística desarrolle un trabajo de alta calidad,  continuó Arrieta.  «A mi llegada encontré bailarines muy talentosos y gran potencial, pero con grandes vacíos técnicos e interpretativos.  Sin embargo, después de mucho esfuerzo de parte del elenco y con la experimentación de nuevas propuestas técnicas, ya se notan las mejoras en esos aspectos», acotó Arrieta.
En su criterio parte de estos vacíos son producto de los cambios constantes en la dirección.  Desde su fundación en agosto de 1981 Danza UNA ha tenido 9 personas en dicho puesto, que en promedio han permanecido año y medio, excepto Jorge Ramírez, el fundador que la dirigió durante tres años, y Elsa Flores durante cuatro años hasta 1997. Arrieta regresará a México en próximos semanas.

  • Eduardo Muñoz 
  • Cultura
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