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El Defensor de los Habitantes, José Manuel Echandi ayudó a pintar el nuevo puesto de salud en Roca Quemada de Chirripó.
La gente más pobre de Costa Rica no vive en un precario, ni debajo de un puente, y difícilmente pueda verla en televisión, porque allá no entran las cámaras. Se trata de los Cabécares de Chirripó, el grupo indígena más numeroso de nuestro país, y por demás, el más olvidado.
Entre hermosas montañas, ríos de aguas cristalinas y un tortuoso camino de barro, UNIVERSIDAD acompañó al Defensor de los Habitantes, José Manuel Echandi Meza, en su visita a la localidad de Roca Quemada, dentro de la reserva Indígena Chirripó, donde la generosidad y el espíritu humanitario de un hombre permitirá a los Cabécares acceder al primer colegio dentro de sus territorios; y donde la necesidad y la lucha por sobrevivir es cosa de todos los días.
La reserva Indígena Chirripó fue creada en 1977, y desde entonces parece haber quedado relegada al olvido, ya que a diferencia de otros focos de población indígena más conocidos como Talamanca, el desarrollo de infraestructura básica es mínimo, lo que acentúa aún más el aislamiento en el que viven estas personas.
El primer problema que se hace evidente al ingresar a la reserva es la pésima situación de los caminos que comunican los diferentes poblados, los cuales en gran mayoría no son accesibles ni siquiera en vehículos de doble tracción por la geografía montañosa del lugar y el espeso barro que forma las vías.
A los malos caminos se suma la alta dispersión de las poblaciones a lo largo y ancho de la reserva, donde la distancia entre un rancho y otro puede ser de hasta 3 kilómetros, esto en la zona de Bajo Chirripó, ya que en el Alto Chirripó (en la rivera derecha del río del mismo nombre) la dispersión es mayor.
Según la caracterización sociocultural que hace Carlos Borge Carvajal en la compilación del II Congreso sobre Pueblos Indígenas, este patrón de asentamiento se debe a la adaptación de este pueblo a sistemas naturales que no aguantan grandes concentraciones de población, evita la propagación de epidemias y fue clave para evitar la conquista española.
Por ejemplo, al llegar al lugar conocido como Jópatap, donde se ubica una escuela formada por dos edificaciones: una que alberga tres aulas y otra más pequeña que hospeda a los maestros, no existía asentamiento alguno a su alrededor; y en el caso de Roca Quemada la población está constituida por apenas 10 familias.
Sin embargo, esta situación provoca serias dificultades en el acceso de la población a servicios de salud y educación, ya que el centro de salud más cercano se encuentra en Grano de Oro de Turrialba que se encuentra fuera de la reserva y a varias horas de camino a pie.
Este grupo de doctores de Grano de Oro ha logrado, con su trabajo y entrega, el respeto y admiración de las comunidades indígenas, en especial de las mujeres; ya que se internan varios días en la montaña en giras, de las cuales no pocas veces salen con algún paciente al hombro en estado delicado.
En el caso de las escuelas, niños y niñas deben caminar entre una y dos horas entre el barro y a veces esperar que baje el nivel de las aguas en los ríos para poder llegar, lo que provoca según las condiciones de lluvia, que se ausenten de clases por varios días.
En Chirripó los niños más pequeños hablan solamente en cabécar hasta que asisten a la escuela, donde aprenden la escritura de su idioma, además de hablar y escribir el español. El personal docente está compuesto por jóvenes que provienen de otras etnias indígenas como los Bribrís y Borucas, quienes, a pesar de proceder de culturas similares, deben aprender el idioma y las costumbres del pueblo Cabécar.
RESPETO A LA CULTURA
La gente Cabécar prefiere vivir en ranchos construidos por ellos mismos: construcciones de palmas y cañas bravas sobre piso de tierra. Curiosamente entre sus peticiones se encuentra el tener mejores casas, pero parece que la solicitud no ha sido bien entendida y una ves más el irrespeto por esta cultura llevó a cometer serios errores.
A don Moisés, Cabécar de 62 años y uno de los de más edad (la esperanza de vida para estas personas es 10 años menor que el promedio nacional que es de 78 años), el gobierno escuchó su petición y construyó en Roca Quemada una casa: de cemento, con piso y techo de zinc. Pero don Moisés no quiso abandonar su rancho, por lo que la casa se convirtió en una bodega y en uno de los cuartos se ubica el radio-comunicador de la comunidad.
Cuando consultamos a don Moisés sobre sus necesidades nos dimos cuenta del error: él no quiere que le construyan una casa, lo que necesita es que le faciliten los materiales para hacer las mejoras necesarias a su rancho.
Según los doctores esta población presenta serias deficiencias en su alimentación que consta básicamente de bananos, ya que aunque tienen otros cultivos como el maíz, café y frijoles, además de animales de granja (cerdos y gallinas), estos son utilizados para vender fuera de la reserva; lo que ha provocado que la mayoría padezca de anemia.
Otra gran carencia de la región es el agua potable, la cual ante la carencia de acueductos, se saca de pozos o del río más cercano. Según el Defensor de los Habitantes, José Manuel Echandi, existe un proyecto para que Acueductos y Alcantarillados (AyA) construya un acueducto que salga de la montaña.
Pero al igual que con la falta de electricidad, dar agua a toda la población es tarea complicada por lo dispersa que se encuentra. La situación eléctrica de Chirripó mejoró considerablemente gracias a la gestión de la Defensoría con el Presidente Ejecutivo del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), Pablo Cob, quien facilitó la instalación de los primeros 17 paneles solares, los cuales abastecen de forma individual a cada rancho.
José Manuel Echandí, destacó la colaboración tanto de Cob, como del Ministro de Educación, Manuel Antonio Bolaños, quien ha facilitado pupitres para tratar de atenuar las carecias existentes y amueblar las nuevas instalaciones.
Así mismo, Echandi reprochó a instituciones que están en deuda, como AyA y la Caja Costarricense del Seguro Social; de esta última se requiere la adquisición inmediata de un helicóptero que permita la atención de emergencias por parte de los médicos de Grano de Oro. Por ejemplo, este año han muerto 2 niños indígenas víctimas de la neumonía y no se les pudo atender como es debido. Del mismo modo, Echandi solicita mayores incentivos para estos funcionarios, quienes con vocación heroica han ido más allá del cumplimiento de su deber.
Robert Kelly
«Ayudar para vivir»
JAVIER CÓRDOBA MORALES
[email protected]
Lo encontramos en Roca Quemada, con la barba crecida y una gorra para cubrirse del sol, probablemente no esté durmiendo cómodamente y la comida no sea de lo mejor; pero estaba alegre, con esa alegría que da ver a los amigos que traen ayuda, y sobre todo con la paz que brinda saber que se está entregando por entero a quienes más lo necesitan.
Robert Kelly llegó a Costa Rica con una sola intención: buscar a las personas más necesitadas del país y brindarles una oportunidad para vivir mejor. Al llegar aquí consultó al Defensor de los Habitantes, José Manuel Echandi, y este respondió que la población Cabécar es la más abandonada del país; su necesidad: los Cabécares nunca han tenido un colegio dentro de su territorio en la Reserva Indígena Chirripó.
Fue la repentina perdida de su esposa, hace 6 años, la que motivó a este canadiense de 69 años a realizar este tipo de obras: «Fue muy repentino, un día a las 5 de la tarde ella estaba perfectamente y a las 4:30 a.m del día siguiente, murió. Era una mujer increíble y me permitió hacer muchas cosas en mi vida. Estuvimos casados 35 años y cuando se fue yo estaba totalmente perdido.», contó Robert con nostalgia.
Ante esta pérdida, Kelly intentó recuperarse en el servicio voluntario, pero antes cruzó Canadá desde al Atlántico hasta el Pacífico en un kayak, proeza que le tomó 6 meses. » Fue un intento de que el agua y el viento me ayudaran a reponerme de su muerte», acotó.
Robert decidió entonces construir, memoria de su esposa, escuelas donde nunca antes hallan existido, para lo cual viajó a Afganistán en el 2001 e intentó construir dos escuelas para mujeres. Pero la guerra no le permitió terminar su proyecto y tuvo que abandonar ese país en el 2002.
Ya en Costa Rica, Robert Kelly viajó junto al Defensor de los Habitantes a la Reserva Indígena Chirripó para determinar el lugar en que construiría el colegio, pero al llegar a Roca Quemada, donde ya se ubica una escuela, Kelly se dio cuenta que el colegio no era la única ni la más importante necesidad de la comunidad Cabécar.
«Cuando escuché del heroísmo del Dr. Guillermo Cubillo y los otros doctores, y las condiciones a las que se enfrentan todos los días; por lo que además del colegio, decidí construir un puesto de salud, para que tengan aquí un refrigerador y todo lo necesario para quedarse por una semana, porque ahora sólo pueden estar 24 horas y luego deben salir. Este consultorio es prioridad, porque el colegio no se puede usar todavía.».
Kelly financia este proyecto con su fortuna personal y algunas donaciones de amigos y familiares, pero no quiso revelar el monto de esta obra: «no sé cuanto he gastado, obviamente que llevo una contabilidad de todo, pero aunque lo supiera no te lo diría porque es mi dinero y no importa lo que gaste, aunque sí tengo un límite», respondió.
A pesar de su fortuna, Robert no se ha limitado a financiar la obra, sino que se interna durante semanas en la montaña para trabajar el mismo junto a la comunidad, a la cual paga por su trabajo. «Cuando hablo con las mujeres les digo: «ustedes van a trabajar para mi y les voy a pagar igual que a sus esposos, yo sé que van a trabajar duro y vamos a tener un centro médico para sus hijos». Entonces puedo ver de inmediato el impacto en sus ojos, en cambio cuando digo esto a los hombres no veo ningún impacto».
Esta convivencia ha permitido a Robert conocer más a fondo los problemas y necesidades de esta comunidad, y en su criterio la principal carencia es la alimentación: » Los doctores dicen que esta gente está anémica y es porque sólo comen banano, que es una maravillosa fruta, pero no da todo lo necesario. Ya he hablado con el Defensor para que cuando todo esto esté listo podamos darles algún tipo de «seminarios» para que puedan mantener cultivos de diferentes vegetales y árboles frutales que enriquezcan su dieta, por que aquí crece casi cualquier cosa, y esto no va a cambiar considerablemente su cultura».
Para Robert es muy importante el respeto a la cultura del lugar: » Hemos hecho lo posible por no tocar su cultura, si surge alguna diferencia, nos hacemos a un lado. Soy muy cristiano, pero no toco mi religión aquí. Hay que ayudar a estas personas a mejorar su dieta y sus condiciones higiénicas, pero no hay que darles todo, simplemente hay que empujarlos un poco y que ellos construyan su propio desarrollo».
Cuando los edificios estén terminados, este canadiense, quien actualmente es esposo de la Embajadora del Reino Unido en nuestro país, espera ponerles el nombre de Centro Médico y Educativo en Memoria de Shirley Hellen Kelly. Luego de esto planea construir otro colegio más en la zona, en un lugar llamado Capillo.
Siböte matsjue, Chirripó!
JAVIER CÓRDOBA MORALES
[email protected]
Una cosa era decir que me interesa el tema de indígena, que conozco su situación y manejo sus estadísticas; otra muy distinta es estar allí, escuchar sus problemas, embarrialarme en sus caminos y darme cuenta que esos números de los informes son personas reales, amables de piel morena y tímida sonrisa.
En compañía del Defensor de los Habitantes, José Manuel Echandi, el equipo de la Defensoría y un joven extranjero llegamos a Grano de Oro de Turrialba, que es el último asentamiento antes de ingresar a la reserva: Un pueblo con su EBAIS, una escuela y una Telesecundaria.
En la Clínica nos esperaban los famosos doctores Guillermo Cubillo, Luis Menéses, Juan Méndez, entre otros, quienes muy complacidos recibían una ves más la visita del Defensor, quien ha sido entusiasta colaborador del proyecto y en esta ocasión traía consigo 16 pupitres gestionados en el Ministerio de Educación.
Al día siguiente muy temprano iniciamos la marcha hacia Tsineclärí, o Roca Quemada en castellano, donde nos esperaba un hombre extraordinario, que aunque tiene todo para estar cómodo en su casa, está desde hace 3 meses en la montaña trabajando por los más pobres.
El vehículo nos llevó hasta la quebrada Tsipirí, y a partir de allí serían 4 horas y 30 minutos de caminata entre el espeso barro que en ocasiones cubría la totalidad de la bota, como si quisiera quedarse con ella.
El camino inicia con una pendiente muy alta, y luego casi todo es bajada, el grupo iba extasiado por la vista impresionante de las hermosas montañas, entre las cuales de cuando en cuando se descubría algún solitario rancho con su panel solar sobre el techo. Lo inexplicable para nosotros era el cómo se llega hasta aquellos incómodos rincones.
Luego tuvimos el primer contacto con la gente Cabécar: la impactante imagen de dos niñas, una de 10 años y otra de 8 aproximadamente, que caminaban con sus uniformes muy limpios entre aquellos barriales para llegar a la escuela.
Encontramos a un joven Cabécar con su rifle de casería y otros que junto a sus bestias de carga llevaban sacos de frijoles, o niños jalando un pequeño cerdo de un cordel. Todos respondían al saludo de «Shta bashkina» (¿Como está? En Cabécar), excepto las mujeres, que nos miraban con desconfiada timidez. Dos de estas muchachas fueron enviadas con un caballo desde Roca Quemada para toparnos en la quebrada Tsipirí y ayudarnos con la carga, pero las hallamos en el camino, y al no encontrarnos en el lugar indicado, no quisieron detenerse.
Ya en Roca Quemada encontramos a Robert Kelly entre las incompletas instalaciones del colegio. Fue grato ver al Defensor tomar una brocha y comenzar a pintar junto a Robert, en una muestra de real compromiso con el proyecto. Llegó el Helicóptero que para transportar material, generosamente prestó la Standard Fruti Company, con un cargamento de tablas que toda la comunidad se prestó a llevar hasta el colegio.
En ese mismo helicóptero regresamos a Grano de Oro, a pocos minutos de que la lluvia nos atrapara en la montaña. Allí nos despedimos de los admirables doctores y de una gran cultura que vive atrapada en nuestro «respeto». ¡Smeí Pa (hasta luego) a todos y Siböte matsjue (gracias), Chirripó!.
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