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Cultura y parlamentarismo

De algunos medios académicos ha surgido la propuesta de reorganizar el gobierno costarricense bajo un sistema parlamentario, en lugar del presidencialista que tenemos.

De algunos medios académicos ha surgido la propuesta de reorganizar el gobierno costarricense bajo un sistema parlamentario, en lugar del presidencialista que tenemos.

Como es sabido, el parlamentarismo es un sistema de gobierno en el cual la mayoría del Parlamento elige a uno de sus diputados como Primer Ministro para que se encargue del gobierno. El Primer Ministro escoge los otros ministros, generalmente también diputados,  dentro de los diversos partidos que compusieron la mayoría, según un acuerdo previo entre ellos y con base en un programa de gobierno común.. De esa manera se establece un gobierno de coalición que permanece en el poder mientras dure el acuerdo político entre los aliados.

Esta propuesta ha nacido en parte como respuesta a la fragmentación de la Asamblea Legislativa en grupos parlamentarios, suficientemente grandes para neutralizarse entre sí. Al inicio de la actual composición eran cuatro y ahora son cinco los grupos parlamentarios aludidos. Creen los proponentes de esa reforma que tal fragmentación es la responsable de la inoperancia legislativa y piensan que el parlamentarismo podría facilitar las alianzas entre partidos a fin de obtener una mayoría capaz de gobernar. Ponen como ejemplo algunos países europeos donde funciona el sistema parlamentario.

Esta propuesta no debe ser desechada o aceptada a la ligera. Sin embargo, debe llamarse la atención acerca de que, según la evidencia histórica, las instituciones públicas, para que funcionen, deben estar fuertemente asentadas en las características culturales de la sociedad, por lo cual en Costa Rica debe tenerse en cuenta puntos como los siguientes:

* La cultura política costarricense produjo, desde el primer momento de vida independiente, un régimen presidencialista;

* la comunicación gobierno sociedad es culturalmente diferente en un sistema o en el otro;

* también son diferentes la concepción y el funcionamiento de los partidos y de las instituciones electorales;

* varían también las consecuencias de la crítica y la censura;

*  en los sistemas parlamentarios, el electorado puede ser llamado a elecciones en cualquier momento, si así lo decide el Primer Ministro, por lo tanto la cultura electoral está adecuada a ello ya que en los sistemas presidencialistas las elecciones están estrictamente programas en el tiempo, son menos sorpresivas y más profundas, por lo cual son más comprometedoras; véase, por ejemplo,  el actual ambiente electoral en los Estados Unidos.

* Podríamos seguir poniendo ejemplos inagotables, pero baste reforzar con uno más: el funcionamiento administrativo. La administración pública de un sistema parlamentario es totalmente diferente a la de uno presidencialista.  En el parlamentario puede caer el ministro del ramo y hasta el Primer Ministro y, sin embargo, la administración no se detiene porque los oficiales superiores de los ministerios tienen gran poder sobre las decisiones administrativas y conservan su puesto y autoridad, aunque haya cambio de gobierno y aún si no hay gobierno. De esa manera, el país no se paraliza.

* Por otro lado, el papel de los ministros y del gobierno son totalmente diferentes en un sistema o en el otro. En el parlamentario, el Parlamento y los Ministros deciden sobre grandes lineamientos políticos y no sobre los detalles, como sucede en nuestro sistema presidencialista. Muestra de ello es que contrariamente a nuestra Asamblea Legislativa que sesiona todos los días, el Parlamento en régimen parlamentario, lo hace a lo sumo dos o cuatro meses al año.

Si alguien piensa que esas diferencias se superan por la fuerza de reformas de textos legales o constitucionales, se equivoca, porque no son simples formalidades, sino profundas pautas culturales que no se reforman por decreto.

El régimen parlamentario tampoco garantiza la estabilidad y eficiencia del gobierno. Tanto en Italia como en Francia, en los años siguientes a la posguerra, los gobiernos caían varias veces al año precisamente por la misma causa presente hoy en Costa Rica: la fragmentación del Parlamento.  En el caso de Francia, el problema se solucionó hasta que el General De Gaulle, con su gran prestigio, logró transformar el sistema parlamentario puro en uno híbrido, donde la figura del Presidente se agigantó.

Por lo tanto, el debate sobre el parlamentarismo en  Costa Rica, no es cosa fácil y apenas comienza. Es un debate que no puede dejar de lado el importante tema de la cultura política.



*Sociólogo

  • Dr. Daniel Camacho Monge
  • Opinión
FranceItaly
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