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Autoridad política superior

Los costarricenses comenzamos a recobrar la esperanza, se está hurgando la actuación deshonesta de personajes del orden público y del privado. Vemos con optimismo como está saliendo a la luz pública, lo que antes solo se murmuraba o era acallado por un sistema de impunidad. Parece que va pasando el tiempo en que todo terminaba en donde empezaba el nombre de una autoridad política. Una comisión legislativa de narcotráfico, hace unos años, pudo llegar en su investigación apenas hasta donde la autoridad política superior se lo permitió.

Los costarricenses comenzamos a recobrar la esperanza, se está hurgando la actuación deshonesta de personajes del orden público y del privado. Vemos con optimismo como está saliendo a la luz pública, lo que antes solo se murmuraba o era acallado por un sistema de impunidad. Parece que va pasando el tiempo en que todo terminaba en donde empezaba el nombre de una autoridad política. Una comisión legislativa de narcotráfico, hace unos años, pudo llegar en su investigación apenas hasta donde la autoridad política superior se lo permitió.

Empresarios privados y dirigentes políticos se han unido para llevar adelante millonarios negocios. Llama la atención el que se esté descubriendo una especie de mafia organizada que ha venido acumulando un inmenso capital proveniente de comisiones y de regalías, a la sombra de negocios en instituciones públicas. Es un grupo que, como en el antiguo oeste, viene actuando sin Dios ni ley. Han metido sus sucias manos en sólidas instituciones democráticas y blanquean sus pingües ganancias colaborando con campañas políticas, mientras el Tribunal Supremo de Elecciones, por razones obvias, legalmente parece amarrado de las manos, o lo que es mejor, pintado en la pared. Estas contribuciones o regalías, con doble contabilidad, han sido calificadas por el señor Presidente de la República como normales, sin ni siquiera arrugar la cara, mientras se autoproclama un abanderado de la anticorrupción.

Es el momento propicio para hacer un alto en el camino y revisar los mecanismos de elección de diputados (en este grupo que ha actuado a mansalva, varios son expadres de la patria y algunos hasta por dos periodos); también es el momento para que la población tenga alguna participación en el cómo se eligen algunos cargos públicos de relevancia, elección que desde siempre ha sido encausada por la bandería política (dije la bandería, no lavandería). Es necesario también revisar el procedimiento para nombrar personas en juntas directivas (en este grupo, miembros en ejercicio y exdirectores  han trasegado a su favor millonarias sumas de dinero).

Es un tiempo oportuno para reconsiderar actuaciones de funcionarios públicos que suscriben órdenes para que dentro de sus instituciones no se revelen anomalías por considerar que ese hecho es una forma de deslealtad, mientras que sus amos demostraron ser desleales en grado sumo. Es tiempo oportuno, para sacar de las organizaciones públicas, como a los mercaderes del templo, a quienes llegan a servirse con la cuchara más grande, mientras mantienen discursos vestidos con el ropaje de la ética.

Muchos que han propiciado la privatización de organizaciones públicas, aparecen ahora formando parte de este grupo perverso. Como su discurso privatizador no ha calado como ellos lo han querido, no tienen reparo en cobrarse sus servicios por medio de coimas, regalías o mediante transferencias de fondos de sus partidos políticos a sus cuentas particulares: si me deben que me paguen, dijo uno de los ilustres.

El deseo es que la esperanza que hemos abrigado, no se convierta en un alegrón de burro al quedar impunes personajes que han cometido crímenes que agravian la verdadera construcción de una patria con mayores oportunidades. No es válido que queden impunes estos personajes que han colmado su ambición valiéndose de su posición política y social.

Quienes de ahora en adelante se presenten como iluminados para gobernar, magos que para todo ofrecen solución desde su posición narcisista, permitan ser examinados a la luz de la coherencia de sus verdaderas intenciones. Que se comprometan a declarar de dónde provienen las contribuciones a sus partidos políticos y cuáles son las verdaderas razones de esas contribuciones; que no nos vengan a decir que es por amor al sistema democrático.

La esperanza es que después de esta crisis, se opte por la honestidad de quienes van a dirigir los destinos del país. Que se den por enterados que los ciudadanos hemos descubierto de  dónde es que proceden los cantos de sirena.

Nunca más, la sombra de la autoridad política superior ha de cubrir los anhelos de justicia de este pueblo.



Profesor,  Escuela Tecnologías en Salud

  • Carlos Enrique Fuentes Bolaños
  • Opinión
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