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Costa Rica: ¿crisis o camorra?

Algunos de los actores de la actual batalla que se lleva a cabo en Costa Rica por la conducción de los procesos políticos, entre ellos La Nación S.A., ha insistido en que la administración Pacheco se encuentra en crisis.

Algunos de los actores de la actual batalla que se lleva a cabo en Costa Rica por la conducción de los procesos políticos, entre ellos La Nación S.A., ha insistido en que la administración Pacheco se encuentra en crisis.

Por supuesto, la expresión ‘crisis’ admite muchas lecturas. Desde el cotidiano ‘apuro’ o ‘dificultad’, hasta el más técnico de punto álgido y sin retorno en un proceso conflictivo, momento del cual se sale o más fuerte o decadente. La gestión de Pacheco ha estado en crisis en el primer sentido desde que Calderón Fournier designó la mayoría de diputados de PUSC, lo que le permitió aislar a quien resultaría electo presidente o, cuando en campaña, expulsó a L. Fishmann o, todavía más peligrosamente, cuando un «soplo» mostró que su respaldo electoral fue financieramente oscuro. Por aislado, y por su personalidad inquietante, la gestión de Pacheco se ha encontrado así cada semana en apuros. Pero, amparado en la institucionalidad presidencial y en reflejos autistas, no alcanza un punto de no retorno que permitiría el alborozo de sus enemigos.

La crisis actual, en cambio, es función de otro proceso político, no mencionado por los analistas. Se trata de un movimiento de largo aliento, en el que se inscribe la secuencia de embrollos pachequeros, determinado por la reconfiguración de la dirección política del país. Ésta pasa de  los «políticos empresarios», simbolizados por Figueres Ferrer y Oduber, a los «empresarios políticos» y «tecnócratas», materializados hoy en la corporación La Nación y en los ‘equipos’ económicos. La que parece ser una transición definitiva de la hegemonía política, puede datarse al menos en el inicio de la década de los noventa, en la administración Calderón. Desde entonces, los políticos-empresarios reinantes y el Estado patrimonial y clientelista que crearon y pervirtieron son especies en extinción.

Los últimos mandatos signan el ocaso. Rodríguez, según versión propia, arruinó su empresariado buscando la presidencia y Pacheco puede ser considerado un político-empresario furris, para quien no se tenía prevista ninguna presidencia. La estafeta siguiente corresponde a los hermanos Arias, previamente transformados, como Figueres Olsen, en empresarios-políticos y tecnócratas modernizadores.

Las ‘danzas’ recientes de Pacheco se inscriben en el contexto anterior. Juzgando que un empresario furris políticamente aislado no tiene capacidad intelectual ni emocional para dirigir el país, los empresarios-políticos y tecnócratas, apoyándose en La Nación, intentan ‘a la tica’ un golpe de Estado que daría el control ejecutivo a la tropa económica autoexaltada como el Dream Team. Como se sabe, el asalto fracasa. El presidente reordena a sus fieles, ‘inventa’ ministros de comercio exterior y de hacienda y se declara firme en el mando hasta el 2006. La Nación, despechada, clama para que no se le de plan fiscal.

Lo que determinó esta crisis en el proceso de reconfiguración de poder al interior del sector dirigente parece seguirse de dos núcleos no necesariamente independientes. El primero remite al enfriamiento temporal de Pacheco respecto al TLC. Para los empresarios-políticos y tecnócratas la cuestión es estratégica. La transformación del país mediante el TLC es el disparo final a la Costa Rica construida por los políticos-empresarios en la que ellos fueron subordinados. Es el signo de la nueva época mercantil, del nuevo poder, de las nuevas instituciones. Por eso incurrieron en el error de apresurar la definición.

El otro núcleo es la ola de ‘filtraciones’ que destapa lo que todo el mundo sabía:   el reino clientelar de los políticos-empresarios era una mafia y sus ‘capos’ estaban en las cúpulas. Las filtraciones cuentan con un factor inédito: la Fiscalía General, no importa sus razones,  cumple agresivamente con su función: investigar y preparar la prueba contra los delincuentes.

El cambio de reinado en el estamento político toma así caracteres sangrientos o de camorra. Al inevitable desparramo del PUSC, seguirá la última fase de liquidación del PLN bajo el dominio de los hermanos Arias. PAC y libertarios nacieron en el marco de los políticos-empresarios. Carecen de futuro en la nueva Costa Rica.

En este cuadro de mafias y ratas resulta ostensible la ausencia de indignación ciudadana y de movilización social. La nueva Costa Rica se construye sin ellos y para quienes no poseen más ética que la crueldad de su propio beneficio.

La ruina de los políticos-empresarios (algunos terminarán en la cárcel, otros en el exilio) tiene el sello del autoexterminio. El PLN en particular cultivó las condiciones para una muerte oprobiosa y para que su sucia descomposición no permitiera el paso a una Costa Rica ciudadana y capaz de crecer solidariamente mediante instituciones efectivamente democráticas.

  • Helio Gallardo
  • Opinión
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