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La eterna fazienda del Quijote

Durante el 2005 se celebrará  el IV centenario del gran libro de Miguel de Cervantes.

Durante el 2005 se celebrará  el IV centenario del gran libro de Miguel de Cervantes.
En la agonía de su vida, Miguel de Cervantes escribía al conde de Lemos: «Llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir».

Las palabras que en aquella oportunidad refería el novelista, son las que ya antes habían alumbrado al más célebre de sus personajes y las que se encuentran implícitas en cualquier rincón de «El Ingenioso Don Quijote de la Mancha», del que se celebrará en 2005 el IV centenario de su publicación.

Académicos, especialistas y lectores se preparan para ahondar de nuevo en la obra cumbre de la literatura española y modelo de la literatura universal.

En España y otros lugares del mundo, como Nanjing, antigua capital china, donde un grupo de hispanistas de ese país se reunieron para discutir en torno al Quijote, ya comenzaron los debates sobre la trascendental obra.

A la novela de Cervantes, en 2005, la abordarán desde los ángulos más diversos como «Don Quijote contra los gigantes», «Don Quijote y los débiles» y «Don Quijote en la vida de los jóvenes de hoy».

En este sentido, uno de los análisis más certeros de la obra lo realizó Américo Castro (1885-1972), en un prólogo para la famosa novela.

Para Castro, autor de El Pensamiento de Cervantes, lo esencial del Quijote es la fazienda¸ el vivir, que pasa y sostiene a la obra.

En la «transiente e indetenible preocupación» por la existencia, considerada por el musulmán Abén Hazam como la última realidad del hombre,  está el gran acierto de Cervantes, consideraba Castro.

Esa «preocupación» por vivir es un pilar fundamental en la novela cervantina y que le permite al autor lograr la magia de darle vida a unos personajes que pese a ser fruto de su invención, alcanzan una verosimilitud tan sólida, que parecen de «carne y hueso».

«Nada en el Quijote existe en sí, ni fue traído al libro con miras a sorprender y divertir a ingenuos lectores. La tradición del cuento o de los relatos fantásticos (los encantadores) fue usada para dar que hacer a quienes topaban con tales «aventuras». Pero todo, aun lo más normal y cotidiano, es aquí motivo para que se haga patente la labor de la «fazienda», del vivir», escribió Castro.

El Quijote se publicó en una España en la que la vigilancia inquisitorial estaba muy presente, de ahí, los recursos irónicos a los que recurrió el escritor para evitar suspicacias; pero sería un error tomar la ironía o lo cómico, como único soporte del libro.



VERSIONES



Francisco Rico, miembro de la Real Academia Española, es quien tuvo a cargo tres nuevas versiones del Quijote que ya comenzaron a circular y que buscan acercar la obra a las personas que todavía no la conocen.

Este es uno de los primeros obstáculos que en la modernidad enfrenta la novela de Cervantes: el desconocimiento de quienes solo saben del Quijote de «oídas»; es decir, que lo conocen por referencia de terceros, por una anécdota, por una frase célebre de uno de sus personales, y que luego repiten, cambian, enriquecen o, como es frecuente, empobrecen.

Rico respondía en una de las entrevistas con motivo del lanzamiento de la edición revisada de Don Quijote  de la editorial Alfaguara, que lo primero que hay que hacer es leerlo con naturalidad.

En su opinión, hay que buscar en el libro «un Quijote sin leyendas, un Quijote leído, que no es lo que anda por la cabeza de quienes no lo conocen bien».

Enfatiza en que no «son las interpretaciones de Unamuno, un don Quijote que es España, el español eterno, quién sabe qué. Tampoco es el bien contra el mal. Don Quijote no es nada de eso. E, insisto, tampoco es un centenario ni un símbolo: es una novela».

El académico recalca que contrario a lo que se cree, una de sus grandezas es la sencillez de lo que cuenta. Lo que equivaldría a decir que es justamente la fazienda de su personaje principal y de los secundarios, lo que da pie al gran conjunto en que todo se armoniza gracias a la verosimilitud.

«El Quijote es un libro muy sencillo, transparente. Por lo que tiene de verdad humana se le pueden encontrar sentidos más trascendentes, pero eso son interpretaciones a las que da pie la misma sencillez del libro».

Pese a las múltiples interpretaciones de que ha sido objeto y de la inagotable veta de influencias que ha desatado a lo largo de tres siglos, Rico sostiene que el libro gira sobre dos temas básicos: lo cómico y lo trágico.

«En la primera parte, don Quijote es un personaje prácticamente solo cómico, aunque con muchos momentos de gran sensatez».

Mientras que «en la segunda, en cambio, se va convirtiendo en un personaje trágico, alguien que duda sobre sí mismo, que está incierto, que no sabe si él mismo tiene sentido. Va apareciendo una tristeza, un temor. Y ése es el principio de la interpretación trágica: su densidad como persona, su humanidad».

La segunda parte del Quijote se publicó en 1615, cuando ya la primera lo había convertido en un éxito editorial.

Hacer, pasar, ser lo que parece: el Quijote va hilando realidades que guardan enormes similitudes con la vida cotidiana, con la preocupación de la existencia y en esta trama, verdad y realidad, verdad y ficción se entrelazan para siempre en la primera gran novela moderna.

Respecto a este punto, es profética la sentencia de Cervantes, quien ya en el prólogo de Novelas Ejemplares, escribió «que yo soy el primero que he novelado en lengua castellana».

En 1590, cansado de sus agonías, Cervantes pidió a su majestad le concediera el honor de un puesto en ultramar y entre ellos solicitaba la gobernación de la provincia de Soconusco, en Guatemala.

Nunca se sabrá, desde luego, qué habría sucedido si en la fazienda del vivir, Cervantes hubiera sido enviado a Soconusco, todavía sin su Don Quijote, del que en 2005 se festejará el IV centenario de su publicación.

  • Jose Eduardo Mora 
  • Cultura
Spain
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