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La Candelaria Recorrer su propio camino

La Candelaria vino a Costa Rica en el marco del Festival Internacional de las Artes (FIA), con el fin mostrar al público su montaje «Nayra», en el cual se reúne toda la experiencia que un grupo teatral puede adquirir en 38 años de trayectoria.

La Candelaria vino a Costa Rica en el marco del Festival Internacional de las Artes (FIA), con el fin mostrar al público su montaje «Nayra», en el cual se reúne toda la experiencia que un grupo teatral puede adquirir en 38 años de trayectoria.

Esta compañía colombiana es conocida por mantener un centro de investigaciones y por su constante experimentación con distintas temáticas y prácticas teatrales.

Practican «una actitud de trabajo colectivo» y eso los ha llevado a tener un repertorio de obras propias. Así, ha montado 10 obras colectivas y 12 que surgieron a partir de propuestas de sus integrantes.

Mientras el elenco de 17 actores y actrices afinaba los detalles para su presentación en el FIA, UNIVERSIDAD conversó con su director, Santiago García, en la Estación al Pacífico donde se celebra el festival.


¿Qué papel juega la investigación en el teatro?



– Es necesaria para  la invención. Cuando un artista imita, deja de hacer arte. El que no investiga queda sujeto a la imitación por falta de conocimiento.

En América Latina cuanto más necesitamos hacer un arte real, más necesitamos tener nuestros propios procesos de invención. No hay que estar sujetos a los cánones de la cultura occidental, europea o norteamericana, sino encontrar nuestros propios caminos.



¿Y la experimentación?



– Hay que experimentar sin que se convierta en una cosa ecléctica. Cuando se va descubriendo el propio camino, es importante no perderlo. A la vez, estrechar los vínculos entre el teatro de los países latinoamericanos y la realidad del propio país. En el arte es vital sacarle la mano al cuento de la globalización, y creer más en nuestras diversidades.



¿Entonces el camino del teatro latinoamericano está en explorar lo propio?



– En desatarse del cordón umbilical. Los problemas sociales y económicos nos someten a la copia, pero en tanto encontremos nuestros diálogos y nuestras formas originales de teatro, tendremos un futuro alentador. La propia realidad es la base del trabajo de artista, es su materia prima. Con eso trabaja: la deforma, la distancia, la metaforiza. Nos apoyamos en nuestra realidad actual, como Cervantes con su Quijote.



La Candelaria ha sufrido problemas económicos. ¿Por qué no ha caído en la copia?



– El factor económico es obstáculo, pero no es el mayor. Hay una desidia grande de los aparatos estatales en apoyar el teatro, pero la dificultad más grande es encontrar una expresión propia.

Además, lo más difícil es investigar con pocos recursos. Eso también se da en el cine, la música y la danza.

Si lo que está haciendo el artista es necesario para una sociedad, por las buenas o por las malas sale adelante. Si lo hace por problemas económicos o si cree que el arte es un lujo para la sociedad, hará arte de moda que perecerá rápido. Si surge de la verdadera urgencia de hacer algo necesario, ese arte va a subsistir porque la misma sociedad no lo deja morir.



Si el arte es necesario para la sociedad, ¿es el teatro para todos?



– El teatro no es para grandes mayorías. El público es minoritario pero extensivo. En casa nuestra sala es para 200 personas, entonces en lugar de hacer cosas para grandes masas, hacemos muchas funciones. «Nayra» que es como un ritual, es para apenas 100 personas.



¿Qué hay de la realidad colombiana en «Nayra»?



– «Nayra» es un problema de nuestra realidad, en América Latina y el mundo. La historia está vinculada con la necesidad del hombre para encontrar explicaciones sobre la realidad y a veces las halla en la religión, en la filosofía o en la ciencia. Esos grandes interrogantes inicialmente se resolvían en los mitos: las respuestas a los grandes porqués del origen de la vida y la existencia.

Eso lo estuvimos trabajando por dos años en relación con la realidad de Colombia, hay una necesidad de la gente por encontrar caminos que le expliquen esta situación tan compleja y dramática de nuestro pueblo.



Después de 38 años, ¿se puede decir que La Candelaria encontró su camino?



– Muy acompañada de su público, del público del barrio donde se fundó. Por eso existimos, porque tenemos un público que nos corresponde y que nos ha ayudado en eso tan difícil, en hablar un idioma personal.

Desde que La Candelaria se fundó en 1966 nos trazamos objetivos muy claros. Tener una sede, por ejemplo, que nos diera independencia. Luego consolidarlo y para eso nos propusimos hacer una dramaturgia muy personal y muy nacional, lo cual cohesiona al público.

La estabilidad del grupo esté en su memoria. Es casi una seguridad de que lo que hacemos va a funcionar, sin tener garantías porque todo arte es un riesgo.
 

  • Bárbara Ocampo Hernández 
  • Cultura
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