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Un activista del grupo ecologista Greenpeace cuando participaba en una protesta realizada el pasado 4 de noviembre en la capital de México, contra el uso de maíz transgénico en la elaboración de tortillas.
En vista de que no todas las bondades que se les atribuyen son ciertas y tampoco sus perjuicios, lo que se impone es un sentido de precaución sobre los productos transgénicos, mientras se realizan investigaciones más a fondo y se aclaran así las múltiples dudas que surgen sobre ellos.
Este principio precautorio es el que motivó a la Red de Coordinación en Biodiversidad a presentar formalmente el pasado 24 de noviembre al mandatario Abel Pacheco, una moratoria para el cultivo y otorgamiento de permisos de siembra de variedades transgénicas en suelo costarricense.
La mencionada red -integrada por doce organizaciones del área ambiental y agrícola- había hecho público -desde setiembre pasado- su interés en que se instaure en el país un espacio de análisis y discusión, en torno a la producción de alimentos con semillas que han sido manipuladas genéticamente, con el fin de que sean resistentes a ciertas enfermedades y de mayor rendimiento productivo.
La petición deberá ser analizada por las distintas partes involucradas y corresponderá a la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad pronunciarse al respecto.
Dicha gestión es respaldada por el titular del Ministerio de Ambiente y Energía (MINAE) -Carlos Manuel Rodríguez-, quien sostiene que «la moratoria es el mejor ejemplo de la aplicación del principio precautorio, que nos dice que la simple amenaza a la salud y el ambiente -aun cuando alguna relación causa-efecto no se haya establecido de manera científica-, es suficiente para detener un proceso o desacelerar la velocidad de una iniciativa».
La Red de Coordinación en Biodiversidad ha dejado claro que la referida petición no incluye la suspensión de investigaciones en esta materia, pues especialistas en tecnologías biológicas de las universidades nacionales pidieron al Presidente que tome en cuenta sus criterios a la hora de decidir sobre la moratoria.
En una carta enviada a Pacheco el 15 de octubre le manifestaron que «estas investigaciones son de gran interés para el desarrollo y fortalecimiento de la agricultura nacional, ya que permiten la producción de variedades mejoradas resistentes a enfermedades, plagas, factores de estrés ambiental o con mayor calidad nutricional. De esta manera, se obtendrán productos agrícolas de mayor valor agregado, que aumenten la competitividad de Costa Rica en los mercados internacionales».
El documento fue firmado por 48 académicos y expertos en biotecnología, como Marta Valdez, coordinadora de la Comisión Institucional de Biotecnología de la Universidad de Costa Rica (UCR); Francisco Saborío, del Centro de Investigaciones Agronómicas (UCR); y Ana Mercedes Espinoza, del Centro de Investigación en Biología Celular y Molecular (UCR).
Según ellos, las experiencias en otros países han demostrado que los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) contribuyen a una agricultura sostenible, ya que permiten reducir los plaguicidas y residuos tóxicos que se utilizan en las prácticas agrícolas tradicionales. Por lo tanto, con su utilización «se espera contribuir al desarrollo sostenible del país, en armonía con la conservación de su rica diversidad biológica».
Sin embargo, los grupos que piden la moratoria son escépticos en cuanto a las bondades que pintan los propulsores de la agricultura transgénica y por eso piden estudios científicos más exhaustivos y mayor cautela en su uso.
De acuerdo con las experiencias alcanzadas en el mundo, en poco más de una década de cultivos de OGM, las variedades vegetales utilizadas tienen también efectos negativos que apenas se comienzan a conocer, para el ambiente, la salud humana y las economías de las sociedades en desarrollo (ver nota » Alertan sobre cultivos de soya transgénica»).
BENEFICIOS
El experto en genética de la UCR -Pedro León- se refirió recientemente a las ventajas de los organismos transgénicos durante un debate sobre el tema en la Escuela de Biología de esta universidad.
Explicó que la manipulación genética le confiere a las plantas nuevas propiedades, como resistencia a infecciones por virus, bacterias y otros organismos patógenos. Asimismo, algunas poseen gran resistencia a herbicidas, lo cual permite aplicaciones agroquímicas que sí destruyen las malezas a su alrededor.
Los académicos que le enviaron la citada misiva al mandatario Pacheco también enumeraron las bondades de los transgénicos, al rebatir punto por punto la solicitud de moratoria de la Red de Coordinación de Biodiversidad. Estas personas argumentan que «a la fecha no existe ninguna evidencia de que las liberaciones (de OGM) hayan tenido un impacto negativo en el ambiente. Esto es resultado, en parte, de que se cuenta con requisitos apropiados para su liberación al ambiente y de que las condiciones bajo las cuales se han realizado permiten un adecuado manejo de los potenciales riesgos al ambiente y a la salud humana».
Indican que «las plantas transgénicas se seleccionan para presentar rasgos fenotípicos similares a la planta no transformada. ¿Cuál sería entonces el riesgo de que dichos organismos cambien debido a nuestras condiciones ambientales (clima, patógenos)? Sería similar al de las plantas silvestres o las desarrolladas por mejoramiento convencional».
De igual manera, explican que «las plantas desarrolladas a través de la biotecnología se caracterizan intensivamente tanto a nivel molecular como a nivel fenotípico. Las líneas que presenten fenotipos no deseados se eliminan. Por lo tanto la introducción de productos biotecnológicos en un nuevo ambiente es tan seguro como cualquier otra nueva variedad derivada de mejoramiento convencional».
Agregan que «las plantas resistentes a insectos desarrolladas por medio de la biotecnología y comercializadas a la fecha no presentan un riesgo mayor al ambiente que sus contrapartes convencionales. Como éstas, poseen la misma susceptibilidad a plagas y enfermedades a excepción de la plaga para la cual fue conferida la resistencia. Como resultado de esta protección, se tiene la reducción en el uso de insecticidas sintéticos tóxicos de amplio espectro, debido a que los sintéticos presentan un amplio espectro, lo cual significa que eliminan tanto el insecto blanco como otras plagas secundarias e insectos benéficos (depredadores y parasitoides)».
Ellos defendieron además el profesionalismo y el rigor científico de las personas y las entidades encargadas de vigilar el manejo y producción de las semillas transgénicas, no solo de Costa Rica, sino las de fuera.
EN CONTRA
Por otro lado, en la petición de moratoria la Red de Coordinación en Biodiversidad se queja de que no hay estudios completos de los riesgos que implica la introducción y siembra de plantas transgénicas en el país.
Critica también que la Comisión Nacional de Bioseguridad al aprobar la introducción de OGM a Costa Rica, no solo se burla del principio de precaución, sino que demuestra profunda deficiencia de elementos técnicos y científicos, a la hora de realizar evaluaciones de riesgo y conceder permisos.
De acuerdo con estudios efectuados en otros países, los controles que deben ejercer los organismos encargados de regular el uso de los transgénicos no son lo meticuloso que deberían ser.
El pasado 16 de noviembre, la revista científica inglesa «Biotechnology and Genetic Engineering» divulgó una investigación en la que se cuestiona la afirmación de que los transgénicos son seguros y desmitifica que previo a su comercialización son evaluados con rigurosidad por los organismos responsables. Los autores del estudio son los estadounidenses David Schubert y William Freese.
En un boletín de «Amigos de la Tierra Internacional» se publica un extracto del mencionado artículo «La evaluación de seguridad y la regulación de los alimentos modificados genéticamente». Allí se revelan deficiencias fundamentales en la regulación de los cultivos transgénicos efectuado por las compañías de biotecnología y el gobierno estadounidense.
«Una cosa que nos sorprendió es que los reguladores estadounidenses confían de manera casi exclusiva en la información provista por el notificador del cultivo transgénico, y esos datos no son publicados en revistas científicas o sujetos a revisión exhaustiva», dijo Schubert.
Freese, mientras tanto, dijo que «en un caso, la Agencia de Protección Ambiental ignoró un estudio publicado por un científico de la propia Administración Estadounidense de Alimentación y Medicamentos (FDA), el cual sugería que el maíz transgénico podría causar alergias alimentarias. En vez de considerar seriamente dicho estudio, pidió a Monsanto y a Syngenta
(productoras de OGM) rehacer el análisis de la FDA».
Otra desventaja de los OGM es que al estar patentadas sus semillas, los agricultores deben pagar por ellas cada vez que las siembran y de no hacerlo se exponen a demandas, como la que le ocurrió al agricultor canadiense Percy Schmeiser, quien fue llevado a los tribunales de justicia por Monsanto, al aparecer en sus terrenos plantas transgénicas cuyas semillas llegaron accidentalmente de otras plantaciones.
Para E. Ann Clark, profesora de agricultura de la Universidad de Guelph, en Ontario, es imposible contener por completo las semillas, ya que pueden ser arrastradas por el viento, caer de los camiones de transporte, o ser trasladadas en la materia fecal de las aves.
Consultado al respecto el economista y abogado especialista en propiedad intelectual de la UCR -Pedro Suárez-, aseveró que para que una demanda de este tipo fructifique, se debe demostrar que el agricultor se aprovechó de las ventajas productivas de estas semillas.
Los discutidos transgénicos suscitan un encendido debate en todo el mundo. Por ahora, en suelo nacional solo se cultivan algodón, maíz y soya transgénicos, para la producción de semilla de exportación, en tanto que de modo experimental se realizan estudios con arroz y plátano. Aquí la polémica apenas comienza.
Argentina
Alertan sobre cultivos de soya transgénica
ANA INCER ARIAS
[email protected]
Abuso de herbicidas, esterilidad en los suelos y reducción de la biodiversidad es el triste balance del «boom» de las plantaciones de soya transgénica en Argentina.
Luego de siete años de siembra intensiva en dicho país, los especialistas hicieron diversos análisis que deberían alertar a otras naciones que piensan autorizar el uso de semillas transgénicas, como Gran Bretaña y Brasil.
En un artículo de la revista inglesa «New Scientist», que reproduce el semanario francés «Courrier International» (4 de noviembre 2004) se detallan los hallazgos de agrónomos sobre la erosión del suelo y sobre la contaminación en poblaciones aledañas a los campos cultivados con la semilla Roundup Ready, que vende la firma Monsanto.
Cuando Costa Rica se apresta a discutir la conveniencia de decretar una moratoria para los organismos genéticamente modificados (OGM), (ver edición Nº1599) resulta relevante conocer este caso.
Entre 1996 y 2002, Argentina duplicó la producción de este grano, que tenía buenos precios en los mercados mundiales. De esta forma, en 2002, la mitad de las tierras arables de la pampa estaban sembradas de soya, en su mayoría transgénica.
¿Por qué tantos productores sustituyeron sus cultivos de maíz, girasol, arroz y trigo, por soya? En primer lugar porque eran más rentables, dada la forma en que se comercializó la semilla de Monsanto, una variedad resistente al glifosato (herbicida levemente tóxico) , la cual incluía un paquete de herbicidas. No se tenía que trabajar la tierra, tan solo aplicar el glifosato dos veces al año.
Como Argentina no había firmado ningún acuerdo sobre propiedad intelectual, no se debían pagar derechos, como en Estados Unidos, donde se desembolsa 35% por usar material transgénico.
En segundo lugar, había una enorme demanda mundial por este producto, usado para alimentar el ganado. En plena crisis económica, los agricultores se apresuraron a sembrarlo, uno de los pocos rentables.
Así en 2002, 11.6 millones de hectáreas estaban plantadas de soya, la mayoría transgénica. Gran parte se concentró en Salta, Chaco, Santiago del Estero y Formosa.
LA CAÍDA
Cuando los precios mundiales decayeron, Monsanto decidió rebajar el precio de la semilla a la mitad, para aminorar las pérdidas.
Al convertirse la soya en un monocultivo, se dieron algunos hechos imprevistos. Uno fue que según un estudio publicado en la Northwest Science and Environmental Policy Center, los productores argentinos utilizaban dos veces más de herbicidas que quienes cultivaban soya ordinaria, ya que las malezas se hicieron más resistentes. Hacían 2.3 aplicaciones anuales, mientras en EE.UU. se hacían 1.3. El economista agrícola Charles Benbrook advirtió sobre el peligro de recurrir a una sola estrategia para luchar contra las malezas, en razón de las consecuencias ecológicas y genéticas a largo plazo. Recomendó a los argentinos reducir el uso del glifosato. «Si no actúan ya, tendrán que enfrentar una modificación en la microbiología del suelo», dijo.
Lastimosamente, sus advertencias cayeron en oídos sordos y continuaron con el alto consumo de glifosato: llegó a ser de 150 millones de litros en 2003, en vez de 13.9 millones que se utilizaban en 1997.
Luego de varios estudios de Delma Faccini, de la Universidad Nacional de Rosario y de agrónomos del Instituto Nacional de Tecnología en Agricultura (INTA), se comprobó que el suelo contenía tan poca cantidad de bacterias, que era incapaz de realizar el proceso de descomposición y proliferaron entonces los hongos, caracoles y babosas.
Mientras tanto en EE.UU., el genetista Joe Cummins, al analizar el efecto de los herbicidas, descubrió grandes colonias del hongo Fusarium en las raíces de la soya Roundup.
ABUSOS
Al darse una mayor resistencia a los agroquímicos en Argentina, compañías como Syngenta y Dow Agroscience vieron la oportunidad de acaparar el mercado, mediante la venta de mezclas de paraquat y atrazine para combatir la soya espontánea, que nacía en medio de las plantaciones de la transgénica, pues recomendaban tratarla como «mala hierba». De esta forma, se aplicaron mezclas altamente tóxicas, como el metsulfuron y el clopyralide.
Carlos Senigalesi, del INTA, advirtió que el verdadero problema es haberse convertido en monocultivo, y no el uso de agroquímicos.
«El monocultivo no es bueno para los suelos ni para la biodiversidad, el gobierno debería recomendar la rotación. Pero como impera la ley del mercado, los productores carecen de subvenciones y precios mínimos. Es uno de los países donde no existe un plan nacional de agricultura», expresó.
En un informe del 2003, el INTA advirtió que la falta de planificación podría desembocar en una caída drástica de la producción. Además, la degradación cuantitativa y cualitativa de los recursos naturales podría ser irreversible.
La filial argentina de Monsanto se negó a comentar estas advertencias, aunque dijo preocuparse por la falta de rotación de cultivos y suspendió la venta de la semilla Roundup.
Benbrook afirmó por su lado que Argentina se enfrenta a grandes problemas agronómicos, pero carece de recursos y experiencia para resolverlos; adoptó los cultivos de OGM demasiado rápido y radicalmente; no se tomaron precauciones sobre la resistencia de malezas ni para proteger la fertilidad del suelo. Podría dejar de ser uno de los grandes proveedores mundiales de carne de vacuno y de trigo. «La ‘soyaización’ de su economía terminó con esto»
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