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Poesía salvadoreña contemporánea

Si bien se sobreentiende que Centroamérica es una región pequeña, que la comunicación acerca del quehacer cultural en cada uno de los países es deficiente y que tan poco sabemos lo que hacen nuestros hermanos de la región como ellos de lo que aquí hacemos, la creación artística es vigorosa, diversa, auténtica.

Si bien se sobreentiende que Centroamérica es una región pequeña, que la comunicación acerca del quehacer cultural en cada uno de los países es deficiente y que tan poco sabemos lo que hacen nuestros hermanos de la región como ellos de lo que aquí hacemos, la creación artística es vigorosa, diversa, auténtica.

Presentamos aquí alguna de la poesía contemporánea de El Salvador, recogida en la colección Nueva Palabra de la Dirección de Publicaciones e Impresos de CONCULTURA, máximo ente oficial de la cultura en ese país.

Como se verá en esta breve muestra, hay tendencias, búsquedas y calidades diversas.

René Rodas (1962)



Balada de Lisa Island



Mayo



Abres las piernas al cielo y en tus muslos

Cabalga el ácido de los sueños.

Conmovidas las estrellas detienen la noche

Para mirar su reflejo en el fulgor de tu pubis.



Primavera



En un litro de agua hirviendo rayar jengibre, ajos. Echar sal,

una taza de arroz. Fuego

lento después del amor.

Antes de apagar, echar tres puñados de almejas frescas. Servir

sobre hojas de plátano

en el cuenco de las manos de Lisa.



Generatio nand cultural gaps



III



Ustedes gritaban «Venceremos» y vencieron y perdieron:

Siempre se vence, siempre

se pierde cuando se lucha por un ideal.

Nosotros nada tenemos que gritar, como no sea sálvate

si puedes.

Nacimos vencidos y nuestros sueños son la renta de los

ganadores.





Dormida



Te encuentro desnuda y dormida en la hamaca.

El calor de la siesta resplandece en tu sueño.

Ligeras gotas de sudor humedecen tu labio. Tu mano

cubre el seno izquierdo. El pie suspendido se mece.







Jorge Galán (1973)



Anhelo místico



Cuando cierro la boca siempre entrego

mis ojos hacia el cielo

y alzo la frente como si buscara

la santidad de un beso.

Cuando cierro los ojos me vuelvo alma,

es decir, me hago auténtico,

y puedo repetir mi nombre falso

hasta volverlo verdadero.



Si me vieras los ojos, llenarías

mi corazón con Padres Nuestros.



Un hombre sin pasado nuca sabe

cómo decir: he vuelto.

Siempre se está marchando hasta algún sitio

y según él jamás está volviendo



Quisiera descansar alguna tarde

lleno de luz y de silencio.









Miguel Barrera (1967)



Ahora la veo afuera, ocupando a otros como taxis,

metiendo su buena suerte en las ingles de todos,

reconociendo a cada pecador en detergente, sus

enfermas lluvias,

reparando a cada luz sus cansadas luciérnagas.



Debo creerlo, usted camina como metiéndose

en la quietud del frío con un temblor húmedo

de caderas o de cuchillos.

Debo reconocerlo, los esqueletos herrumbrados del

inverno jamás la botarán, porque usted es un cuerpo

dentro del equilibrio de los güistes.

Maritza, por usted le pego a cada gota de deseo con

un candelabro viejo con formas de bestias y flores.



En fin, la tarde se viene con los gritos de los animales

lejanos y usted camina y camina…

Como olvidando entristecidos sofás

como dejando dioses temerosos de amor en los sitios

como perdiendo tortillas meditabundas.



Alguno que otro mecapalero en cristal sale de su bodega,

Si tener conciencia de su naufragio, cuando la ve

pasar…



Sí… ese soy yo, un hombre en retazos, que goza con la

diabólica intención de verla venderse a países de trapo…









Krisma Mancía (1980)



Visión de una mujer que observa

la ciudad en la ventanilla del autobús



Qué haré con tantas muertes.

Qué haré con los pájaros que se estrellan en los

ventanales.

Qué haré con estas mañanas en que me gana la cobardía



Pensar que uno está hecho de hierro y concreto

mientras un cristalino ovario se desgarra.



Si te mato,

me muero en una concertina de angustia.



Y pienso:

qué será del hierro y del concreto en el interior del

edificio

si un cristalino ovario se quiebra junto a mi voz de

niña tonta.









Osvaldo Hernández (1976)



Estaré parado ante tu puerta

un día sin gaviotas y sin puertos

cuando ya no escribas ni mi nombre

y los caracoles de tu pelo no se alegren de mis dedos

una noche rubia

o tal vez

una inmensa madrugada

cuando seas otro Edén y otra manzana

cuando a bordo de estos verdes bordes otras verdades

y tu vientre me respire casi hablando

cuando ya no esperes mi regreso

como ladrón

como luna

como la misma muerte

entraré por tus ojos

con tanta y tanta vida.



(puede leerse en sentido ascendente o descendente)







Nora Méndez (1969)



El invierno ciñe largos cuellos

a una orquesta de trompetas

con sus muros de Alcatraz



puedo leer el número en donde preguntarás

por tu boleto de vuelta



es imposible deletrear su nombre

es infantil contar ovejas

tarde o temprano

encontrarán

nuestras seis diferencias





Susana Reyes (1971)



Me duele tu nombre

y los pájaros de la tarde

lo recuerdan como al mejor de los lamentos.



No sé cuándo aprendieron a cantarlo

si son los mismos que cada tarde

quiebran la mudez de los parques.



Camino y las calles abren sus ojos

a esa ausencia interminable

que he inventado.

No tengo excusa para llorar,

ni siquiera una razón pactada

para exigir tu regreso.



Marcharse es borrar la historia

que la piel ha grabado

sin permiso y sin miseria

sin motivo aparente

como llamas de hielo

perforando la risa o la mueca

que mi boca remeda.



El día es la dimensión interminable

el encuentro, la comunión y la soledad

al mismo tiempo.



Cada amanecer hiere más que el sol

que se marcha por las noches

porque me ofende

con las esperanza

y yo sólo sé mojar estas hojas

que el día seca así por así

como retándome a olvidarte.

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