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Sobre problemas de aprendizaje

Alrededor del 10% de la población sufre algún tipo de pérdida auditiva y uno de cada mil niños padece problemas más graves que le impiden la correcta emisión y comprensión de la palabra. La cifra, sin duda, es alarmante y los problemas que se presentan para la educación del niño son diferentes en ambos casos.

Alrededor del 10% de la población sufre algún tipo de pérdida auditiva y uno de cada mil niños padece problemas más graves que le impiden la correcta emisión y comprensión de la palabra. La cifra, sin duda, es alarmante y los problemas que se presentan para la educación del niño son diferentes en ambos casos.
¿Un hipoacúsico leve puede llegar a tener problemas de aprendizaje sin que el docente o los padres puedan detectarlo? Es bastante frecuente que eso ocurra. En general, a los recién nacidos no se les realiza un examen especializado y la afección auditiva leve, en caso de que exista, se detecta en la escuela. Si no se detecta esta deficiencia el niño siempre tendrá problemas: no entiende simplemente porque no oye bien y se lo califica de «distraído» o «poco inteligente».
 
 
¿Cómo pueden los padres detectar una sordera leve? En general, el niño pone el televisor muy fuerte, se exaspera fácilmente y a veces parece escuchar y otras no. Grita mucho, no siempre responde a su nombre y su lenguaje presenta omisiones, confusiones y una estructura deficitaria de la oración.
Es muy difícil detectar una sordera leve porque el niño aprende a realizar una lectura labial espontánea y esto le permite entender algunas palabras, mientras repone otras. Por otra parte, los padres suelen negar el problema y es tan escasa la información sobre el tema que incluso los pediatras pueden confundir esta sintomatología con problemas emocionales o psicológicos.
A veces la resistencia paterna a aceptar la discapacidad lleva a razonamientos y fantasías que la encubren: «el niño es muy observador», «es demasiado inteligente». Esta conducta se denomina «sordera psicológica»: una tendencia a no «oír» que el hijo tiene una limitación.
Esto es muy comprensible pero muy nocivo para el niño, ya que los padres que adoptan esta actitud se niegan a enviarlos a escuelas especiales que realicen una rehabilitación adecuada. Este tipo de padres dicen: «prefiero que sea el último alumno en una escuela de oyentes, que el primero en una escuela de sordos». Lamentablemente, en estos casos, no existe una ley que proteja al discapacitado auditivo de su propia familia.
Los sordos graves suelen ser hiperkinéticos, caprichosos, se irritan fácilmente, emiten sonidos guturales. Se comunican por gestos y pueden pronunciar algunas palabras pues hacen una lectura labial espontánea. Bailan cuando escuchan música y disfrutan del movimiento; conservan ciertos tonos agudos que les sirven como estímulo y basan muchas de sus conductas corporales en la imitación y el deseo de agradar.
No hay que olvidar que al sordo sin problemas sobreagregados sólo le falta un sentido. No es un incapacitado ni un deficiente mental. A través de una rehabilitación especializada puede aprender la labiolectura y el lenguaje oral. Después del pasaje por la escuela especial,
el niño sordo oralizado puede ingresar en la escuela de oyentes, comunicarse parcialmente con sus compañeros y docentes, integrarse a actividades físicas y artísticas, cumplir con las exigencias escolares y responder por sus actos.
Ha habido innumerables descubrimientos en este campo. El implante coclear, p.e., es un dispositivo electrónico que restablece parcialmente la audición a los sordos profundos. Se implanta quirúrgicamente y estimula directamente el nervio auditivo. Es muy útil para adultos que se han quedado sordos después de la adquisición del lenguaje.
En Argentina, un equipo de científicos dirigido por Luis Campos, creó un «dedal» que permite la comprensión del lenguaje por vibraciones que le llegan al niño desde el dedo índice.
Es evidente que estos adelantos abren las posibilidades a una mayor integración, pero no se puede esperar que funcionen milagrosamente. Informarse acerca de los beneficios reales que conlleva la utilización de estos dispositivos para cada hipoacúsico en particular ayuda a evitar las frustraciones. Ninguna de estas posibilidades puede actuar aisladamente. Para que estos adelantos funcionen se necesita una capacidad yoica del niño y un deseo de oír que faciliten el aprendizaje del nuevo código auditivo; una familia que lo contenga; un excelente especialista que lo rehabilite, etc.
Los padres de niños sordos deben saber que, como todo aprendizaje, «oír» también requiere de entrenamiento y paciencia. Sólo han conseguido salir de la «sordera» aquellos que la han aceptado y han trabajado a partir de ella.

* Psicóloga y familióloga

  • Lic. Dora Kweller
  • Opinión
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