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A pesar de las alabanzas, Oliver Stone sigue en el punto de mira de mucha gente y su última creación no ha escapado de la polémica. Por un lado, la supuesta bisexualidad de Alejandro Magno -ilustrada sutilmente por el director-, y por otro los paralelismos del conquistador con la actual política exterior de los Estados Unidos. Hay que añadir las malas críticas recibidas, algo que ya no sorprende a Stone, acostumbrado a lidiar con las reacciones que siempre provocan sus controvertidas películas. «Será cuestión de karma», sugiere él mismo durante una entrevista realizada en Los Angeles.
-¿Por qué decidió hacer una película sobre Alejandro Magno?
-¿Por qué no? Es una gran historia y nadie la ha contado. ¿Por qué no la contaron los griegos?, ¿por qué no hay una obra de teatro sobre él? Nadie ha escrito nada sobre él. Ni los dramaturgos medievales, ni los de la época de Shakespeare, ni los de la época victoriana. Ni tan siquiera el cine. Bueno, se hizo una película (Alexander the Great, 1956, con Richard Burton). Robert Rossen lo intentó. La respuesta a esta falta de material sobre él puede estar en la misma historia de Alejandro Magno. Hay que saber cómo contarla. Rossen empezó su película en Grecia. Le pasan tantas cosas en Grecia que cuando Alejandro llega a Persia estamos agotados. La vida de Alejandro tiene otras historias igual de importantes. Por ejemplo su conquista del noreste, la India o el retorno a Babilonia. El secreto de la pieza está, creo, aunque no sé si lo hemos conseguido, en coger los cinco actos principales de la vida de Alejandro Magno y convertirlos en tres. Si no, se convierte en una obra infumable de cinco actos.
-Levantar este proyecto le ha llevado muchos años. ¿Puede explicar el proceso?
-Fue realmente un camino muy tortuoso. Diré que fue una iniciativa impulsada desde Alemania. El productor Thomas Schühly empezó el proyecto conmigo. Hacia 1990 trabajamos conjuntamente en la escritura de dos guiones. Más tarde, sobre 1996 hice otro guión con un guionista. Cinco años más tarde me puse otra vez, con la colaboración de otra persona y luego yo solo. Ésta última vez fue gracias al productor Moritz Borman, quien hacia el año 2000 sentó los cimientos de la financiación del proyecto. En esos momentos no tenía el dinero, pero estaba decidido a hacerla. A nivel personal creo que todo se da en el momento preciso. Hace diez años no estaba preparado. El guión no se acercaba a lo que yo quería, quizá debido a mi falta de madurez. Ahora sí estoy preparado. Por eso existe el personaje de Ptolomeo de viejo, que existe en relación a un Alejandro Magno más joven. El idealismo contra el cinismo.
-¿Qué aspecto de Alejandro Magno le atrajo más?
-Creo que su juventud. A menudo nos olvidamos de la gente joven y es interesante ver cómo viven. Alejandro Magno es un ejemplo extraordinario. Conquistó el mundo a los 25 años. Sin duda, fue un gran momento de la historia que tenemos que recordar y celebrarlo. Ya en tiempos más contemporáneos, concretamente en la década de los 60, hubo un tiempo en el que creíamos que alguien de 30 años podía llegar a tener poder político. Aunque esa idea fue destruida rápidamente y ridiculizada durante años por la prensa.
-¿Echa en falta la vitalidad de los jóvenes?
-El idealismo de la juventud. Todavía hay idealistas. En Iraq por ejemplo hay muchos. Y lo siento por algunos de ellos porque van a ser traicionados. Esto es lo que pasa. El idealismo habitualmente se traiciona.
La respuesta del alma
-¿Qué le ha pasado al idealismo de la juventud occidental?
-Todavía existe. El problema es el cinismo de su cultura. Dije una vez que uno de los problemas de la cultura americana es que tenemos «El show de David Letterman» (programa nocturno de entrevistas), donde todo tiene que ser pasado bajo el tamiz del cinismo. La nuestra es una cultura tan cínica que no creo que sea sana. Ser inteligente no es la respuesta. Saber más que el prójimo no es la respuesta. Tener grandes sentimientos, tener corazón, alma. Esa es la razón de vivir. Esta era la filosofía de vida helena, potenciar el desarrollo del alma. Sin ánimo de sonar académico, citaré los ejemplos de Platón y Sócrates. Grecia fue la primera vez que, en el mundo occidental, se hizo énfasis en el tema del alma.
-¿Por qué decidió representar a Alejandro Magno como bisexual?
-Es parte de la historia. Sabemos que Hephaistion y Alejandro Magno eran amigos íntimos. Tenían una relación que se basaba en la confianza y en el amor. Tenemos que creérnoslo porque cuando Haphsition muere, Alejandro le construye una hoguera de cinco pisos en su honor. Sufrió su pérdida durante meses. A pesar de que entre ellos hubiera una relación sexual, lo importante es que su conexión va más allá de la sexualidad. Fue el único amor que encontró en su vida a pesar de su búsqueda a lo largo de sus conquistas hasta el fin del mundo. Roxanne (la esposa de Alejandro Magno) es para mí un experimento maravilloso. Nunca se habla de ella en los libros de Historia. En el filme la convertimos en la primera mujer de su vida -además de su madre-, aunque en realidad no lo fue. Alejandro intenta conocer más cosas a través de ella y creer en ella como reina que fue. Pero fue inútil porque no funcionó de la forma que tenía que funcionar. De acuerdo con Plutarco, Roxanne envenenó a la segunda esposa de Alejandro cuando éste ya estaba muerto.
-En el filme hay pocas mujeres pero son todas fuertes, ¿cree que el mundo sería un lugar mejor si ellas lo controlaran?
-No. Las mujeres tienen tanta sed de poder y de sangre como los hombres. Todo está supeditado a la cultura en la que has crecido y tu país. Mira a Margaret Thatcher en Inglaterra, Golda Mair, Indira Ghandi… Todo depende de las circunstancias. Personalmente no distingo entre los dos géneros. De hecho creo que una mujer puede ser una líder política muy efectiva. A veces se ha dicho que una mujer tiene que ser como un hombre para ganar unas elecciones, que tiene que perder su feminidad. Nunca he estado casado con Margaret Thatcher, así que no sé si esto será cierto.
Tomado de El Cultural.
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