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A pesar de que las fotos idóneas aún no existan, González tiene una basta gama de retratos que a través del arte y la denuncia desnudan la sociedad.
La fotografía da la oportunidad de robar un momento o capturar un lugar en el continuo espacio y tiempo del universo, y además retratar distintos mundos que muchas veces divergen de la visión aceptada por la sociedad. Este es el enfoque de un fotógrafo profesional, quien ha podido observar la diversidad de Costa Rica.
De esta manera, la pasión de Jorge González, ejercida entre la fotografía documental, la artística y el fotoperiodismo, le ha dado la ocasión de apreciar aspectos ocultos de nuestra sociedad.
Este espectador del mundo, egresado de arquitectura de la Universidad de Costa Rica, y de la carrera de fotografía de la Universidad Veritas, lugar donde es profesor, considera que la realidad costarricense se puede describir con cuatro imágenes, las cuales aguardan nómadas entre su cabeza y su lente, pues nunca las ha tomada. Diversos factores conspiran contra la captura de dichos retratos, no obstante, su inexistencia no impide que relejen la hipocresía que nos rodea.
EN SU MUNDO
Una vez, mientras tomaba fotos de una convención política, con la algarabía propia de estas celebraciones, de pronto se detuvo el alboroto y hubo silencio y el mar de gente se abrió en dos. En medio de la gente vio pasar a un humilde hombre con un ataúd pequeño, seguido por un grupo que lo acompañaba rumbo al cementerio.
Por otra parte, la gente de la manifestación política los veía pasar con respeto, un poco indiferentes ante el dolor del padre que se dirigía a enterrar a su hijo.
«Para mí, esto constituyó el perfecto ejemplo de como en un momento determinado la muerte pasa ignorando lo político y lo político niega, aunque respetuosamente, a la muerte; además, de como usted está en su mundo y los demás le valen nada», detalló el fotógrafo.
LA ATRACCIÓN DE LA ADICCIÓN
Para capturar una imagen que revele la drogadicción, habría primero que decidir sería bajo un ojo crítico o benevolente. El retrato sería en blanco y negro, muy contrastado y con la figura de una persona justo en el momento en que se ve «hasta dónde ha llegado».
Sin embargo, ese límite no es interpretado igual por todos, porque para la persona exterior al mundo de las drogas resulta sin duda una crítica y advertencia de lo que las drogas hacen. Para los drogadictos se convierte en un estimulante para doparse otra vez; esto por lo atrayente que la imagen resultaría para ellos.
«La drogadicción forma parte de los males sociales de la humanidad desde siempre y es inherente a ese deseo de huir de la realidad que acecha al hombre, aseveró el artista. Es por eso que los deportistas van a la plaza de fútbol para la mejenga los fines de semana, los cristianos celebran el culto durante horas o los drogadictos buscan remedio para olvidarse por un rato del mundo en que viven».
En las drogas algunas personas ven la única salida para olvidar una horrenda realidad que les ha hecho daño. Solo ellas deciden cuando salirse de su adicción o se quedan allí esperando que una sobredosis los mate o les pase algo en la calle; es inútil intentar salvarlos con una fotografía, agregó González.
LUZ DE LOS OPRIMIDOS
Cómo retratar el ambiente gay, cómo expresar la represión de muchos que, según el fotógrafo, son socavados por los valores cristianos hipócritas propios de la doble moral costarricense.
Para este artista de la imagen basta con contrastar los oprimidos contra el objeto de su opresión. Así la imagen es de dos hombres de la mano besándose en frente de la catedral central a la luz y vista del mundo entero.
Una forma de resaltar lo olvidados, apartados y reprimidos que se encuentran los homosexuales y las lesbianas, quienes ni siquiera se toman en cuenta. Porque la imagen homofóbica y el asco es impuesta por los mecanismos ideológicos de esta cultura.
EN EL PISO DE ARRIBA
La estratificación social ser refleja en las personas sin estudios que deben trabajar el doble para mantener a su familia. Para González no hay duda de que en Costa Rica existe la «titulitis».
La imagen que ejemplifica lo anterior consiste en la vista desde un segundo piso de un aserradero donde se divisa a los obreros llenos de aserrín, mientras que en el nivel superior están los jefes y el personal de oficina en un universo distinto. Es la comparación entre dos mundos que se da porque los dueños, directivos y jefes siempre van en el nivel de arriba, dentro y fuera del centro laboral.
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