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Un grupo de especialistas del Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas (IICE) de la Universidad de Costa Rica, coinciden en que la región centroamericana es heterogénea en su desarrollo económico y social, la economía regional creció muy lentamente en la década de los noventa y las acciones de los gobiernos y los programas de ajuste estructural no fueron efectivos en el combate a la pobreza.
La fuerza de trabajo en Centroamérica es poco calificada; la mitad no ha completado la escuela primaria, desde un 19% en Costa Rica hasta un 64% en Guatemala.
La desigualdad económica y social en los países del istmo es uno de los indicadores predominantes. Sin embargo, Costa Rica presenta indicadores de mayor desarrollo económico y social, en comparación con el resto de las naciones.
La información sobre la región fue divulgada en un seminario denominado «Reformas estructurales en Centroamérica: crecimiento y pobreza», en el cual se expusieron los últimos estudios realizados por los investigadores del IICE, los Dres. Justo Aguilar Fong, Juan Diego Trejos y José Antonio Cordero, la M.Sc. Anabelle Ulate y los bachilleres Maikol Elizondo y Keylor Carmona.
Las investigaciones abordaron aspectos históricos, políticos y sociales, las repercusiones de los conflictos bélicos, el plan de paz, los procesos de sustitución de importaciones, la promoción de exportaciones y las estrategias de ajuste estructural promovidas por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID), con el fin de dar una explicación global de la situación actual y de las perspectivas futuras de la economía de la región.
Hubo consenso entre los autores, de que las políticas de reforma estructural adoptadas en la región durante los 90, fueron insuficientes y les faltó profundidad.
DESIGUALDAD ES LA CLAVE
Centroamérica se caracteriza porque sus economías tienen brechas importantes entre los sectores dentro de los países y entre los países mismos.
El análisis de los cambios distributivos que se producen en la última década de reformas económicas y la búsqueda de una explicación a las diferencias ya señaladas, fue el objetivo de un estudio realizado por el economista Juan Diego Trejos y Thomas H. Gindling,de la Universidad de Maryland Baltimore Country, con la colaboración de Luis Oviedo e Inés Sáenz.
Su análisis revela el impacto que han tenido las reformas económicas en el mercado de trabajo y este a su vez en el ingreso laboral, en el ingreso familiar y las repercusiones en la pobreza.
El panorama de los mercados de trabajo es muy heterogéneo; se establece una mayor participación laboral en los países más pobres (Nicaragua y Honduras), y aumenta por la incorporación limitada de las mujeres. En Costa Rica la participación femenina en el mercado laboral es del 50% de los hombres.
El desempleo abierto oscila entre un 2% (Guatemala y Honduras), hasta un 12% en Nicaragua, único país que muestra una reducción.
Otra variable importante es que la fuerza de trabajo en Centroamérica es poco calificada, la mitad de los trabajadores y trabajadoras no han completado la escuela primaria, con porcentajes que van desde un 19% en Costa Rica hasta un 64% en Guatemala.
Por su parte, El Salvador y Costa Rica tienen un mercado más formalizado con menor predominio del trabajo asalariado y menor peso del empleo agrícola y de baja productividad.
El economista Trejos explicó que son varias las razones sociales y económicas que colocan a Costa Rica en el puesto de la menor desigualdad laboral de la región. Entre ellas está la menor dispersión en la educación, menor brecha salarial entre actividades agrícolas y no agrícolas y menor diferencia de ingresos por tamaño, zona y actividad.
En resumen, los economistas consideran que si los indicadores de desigualdad laboral y familiar son bajos, altos o medios, así será el indicador de pobreza. Es así como Costa Rica con un nivel de desigualdad bajo, tiene el menor nivel de pobreza del área.
El Salvador tiene un nivel medio en los tres indicadores y Guatemala, Honduras y Nicaragua muestran niveles altos de desigualdad.
Este estudio concluye que en el caso de Costa Rica, el desarrollo de las zonas rurales, una mayor equidad y menor pobreza, es el resultado de una amplia inversión social en educación, salud e infraestructura: caminos, electricidad, agua y telecomunicaciones.
IMPACTO DEL AJUSTE ESTRUCTURAL
El economista Keylor Carmona determinó que las políticas de ajuste fueron efectivas en generar cambios en las estructuras económicas de los países del istmo, y aunque se aprecian elementos generales de estrategia, es importante reconocer las diferencias en los instrumentos y el compromiso con el proceso de reforma.
En términos de estabilidad macroeconómica, concluyó que Costa Rica y Honduras son los países que más han flexibilizado su tipo de cambio (aparte de la decisión de El Salvador de dolarizar su economía), y que las medidas para controlar las finanzas públicas no han tenido los efectos esperados en la región.
Carmona considera también que Costa Rica y el Salvador son los países más exitosos en la transformación estructural de su producción, consumo e inversión, esta última por medio de la atracción de inversión extranjera directa, mientras que Guatemala muestra una mayor dependencia de la economía estadounidense.
En cuanto al desempeño del sector externo, concluyó que la estrategia de promoción de exportaciones no tradicionales se ha extendido a todos los países, pero que en Costa Rica, a diferencia de El Salvador, esto se ha reflejado en una menor dependencia de la demanda estadounidense.
LA NUEVA ECONOMÍA
Después de dos décadas en donde prevaleció el ajuste estructural (PAE) en Centroamérica, los economistas consideran que «estamos en presencia de una nueva estructura económica».
En su ensayo, Justo Aguilar y Maikol Elizondo exponen que en la actualidad la economía regional muestra un sector de exportaciones importante y dinámico en las áreas industrial, agropecuaria y de servicios.
No obstante, el crecimiento económico de la región ha sido lento y la población sufre de altas tasas de desempleo y de rentas insuficientes para la mayoría de los grupos sociales.
Añaden los especialistas que en el istmo aumentaron las desigualdades de rentas entre grupos ricos y pobres, aún cuando macroeconómicamente fueron más estables y disminuyó su vulnerabilidad a los embates externos.
Las reformas no fueron balanceadas, porque si bien hicieron crecer al sector exportador, las actividades de producción del mercado interno no contaron con políticas efectivas para incorporarse a la exportación.
El sector exportador se muestra desconectado del resto de la economía, lo cual no transmite el dinamismo requerido para una mayor generación de empleo en el sector de la producción orientado al consumo interno.
Además, la economía pública requiere de un nuevo sistema de financiamiento tributario y de reorganización de sus programas sociales, porque hasta el momento la estrategia ha sido insuficiente y «los gobiernos no han actuado con la rapidez requerida para corregir sus limitaciones», concluye el estudio de Aguilar y Elizondo.
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