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La Bajura Guanacasteca constituye un crisol en el que se entrelazan modelos arquitectónicos de diversos orígenes y expresiones, técnicas y materiales, y diversidades culturales y sistemas productivos. Este mestizaje arquitectónico está constituido por rasgos indígenas y coloniales, y los introducidos por los procesos de modernización que se han dado en la región.
La hacienda ganadera representó el más significativo de los sistemas de producción de la Bajura Guanacasteca; un ejemplo de ello es la hacienda El Viejo, en Carrillo.
Así lo establecen las Licdas. Ligia Franco y Lucía Riba, de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica, en su estudio La arquitectura tradicional y la renovación de sus imaginarios: «El caso de la Bajura Guanacasteca».
Según las investigadoras, la arquitectura tradicional evidencia la capacidad de los grupos humanos de adaptarse a un espacio físico, que a su vez está determinado por sus características bio-climáticas y topográficas específicas, y los distintos procesos histórico, económico, social y cultural, que se patentizan en las diferentes formas de apropiación humana del espacio natural, el uso del suelo y los patrones urbanísticos, arquitectónicos, ornamentales y la forma en que se aplican diversos materiales y técnicas para la construcción.
En este sentido señalaron que en el caso de la Bajura Guanacasteca el desarrollo de la hacienda ganadera, las grandes plantaciones de caña y arroz, la presencia del turismo masivo en la costa y la existencia de poblados sujetos a inundaciones periódicas en las márgenes del río Tempisque, han sido determinantes en la conformación y transformación del paisaje, la mecánica social y cultural, y por lo tanto en la determinación de una forma particular de habitar el espacio arquitectónico en la región, con características urbano-espaciales distintas a las presentes en otras zonas del país.
La Bajura Guanacasteca está ubicada al noroeste del país y corresponde al área tributaria del río Tempisque, comprendida entre la Cordillera Volcánica de Guanacaste y los cerros paralelos a la costa pacífica. Tiene un clima seco de altas temperaturas y un paisaje fundamentalmente plano, de amplias llanuras que se alternan con suaves colinas.
AGUA: ELEMENTO VITAL
De acuerdo con las profesionales, el acceso al agua se ha constituido en un aspecto vital en la cotidianidad de sus pobladores y se relaciona directamente con el establecimiento y la ubicación de los poblados, la organización de sus actividades productivas, la agricultura y en especial la ganadería.
De allí que el río Tempisque representa uno de los principales ejes de la historia guanacasteca, no solo como medio de comunicación, hasta mediados de la década de 1950, sino también como ordenador y configurador del paisaje y de los espacios habitados.
En sus riberas y afluentes se ubica gran parte del espacio ganadero y se asientan numerosas poblaciones que se ven afectadas por las periódicas inundaciones, lo cual le ha dado al paisaje características únicas.
En esta región también hay una fuerte presencia de aspectos propios de la herencia indígena, originada por importantes grupos que se desarrollaron y que se asientan hoy día en esta área, los cuales se vieron reducidos por el establecimiento de ciudades coloniales y un sistema productivo caracterizado por la ganadería extensiva.
Si bien la hacienda ganadera representó el más significativo de los sistemas de producción, en la actualidad se ha visto debilitado por la diversificación productiva y la fuerte actividad turística, la cual ha sido determinante para la región desde la década de los años 90.
En torno al concepto de Bajura se han desarrollado distintas manifestaciones culturales, que son reconocidas por el guanacasteco y la mayoría de los costarricenses, con lo «típico» o lo «propio» de la región.
Tal es el caso de la figura del sabanero, personaje romantizado en la música y la literatura, las corridas y monta de toros, la tradición culinaria, el baile folclórico y la vestimenta utilizada para su ejecución.
ENTRE LO TRADICIONAL Y LO MODERNO
Según Franco y Riba, existen un sinnúmero de edificaciones en las que los habitantes de la Bajura depositan sus sentimientos identitarios propios a la región. Sin embargo, no se han dado intentos de reproducción formales o estilísticos; lo que sucede en la mayoría de los casos es la adecuación de las viviendas a los requerimientos introducidos por los procesos de modernización.
Existe una marcada frecuencia en el uso de la madera, por su fácil obtención en el medio, por comportarse como un eficiente aislante térmico, la flexibilidad en cuanto a los usos a que se destina y su versatilidad en la elaboración de elementos de ornamentación.
No obstante, la difusión de esta materia prima se ha visto afectada por su escasez, alto costo e incorporación de nuevas tecnologías, que en la mayoría de los casos no han contado con una adecuada adaptación a la zona.
En ciertos lugares, como las ciudades de Liberia y Bagaces, se aprecia el uso de dos técnicas constructivas elaboradas a partir del barro, el bahareque y el adobe, las cuales comportan óptimas cualidades térmicas que se complementan con cubiertas confeccionadas con tejas del mismo material.
La ventanería está constituida por pequeños vanos que regulan la cantidad de luz que accesa a la vivienda y dan respuesta al control del soleamiento a lo largo del día.
A esto se suman otros sistemas de ventilación como petatillos y rejillas, en un principio elaborados en madera y ahora reinterpretados en metal e incluso utilizando bloques ornamentales de concreto, que brindan un ambiente confortable al interior de las habitaciones.
Por su parte, los amplios corredores y áreas de estar aledañas a las viviendas estrechan los vínculos entre la unidad habitacional y su entorno natural; lo mismo que los tabancos y los ranchos techados con hoja de palma, que constituyen un espacio de reunión e intercambio, muy confortables climáticamente.
Muchos de los espacios reconocidos por su valor histórico o estético, como la Calle Real, la ermita de La Agonía, la Gobernación de Liberia y la iglesia de San Blas de Nicoya, forman parte de la amplia herencia arquitectónica, constituida por las viviendas casi centenarias que abundan en los poblados de la región y otras en las que se incluyen diversas técnicas y materiales de construcción de carácter tradicional, patrones espaciales y esquemas funcionales.
Las autoras mencionaron que las migraciones externas e internas a Guanacaste, en un principio de ganaderos nicaragüenses, luego de agricultores del Valle Central y de muchos guanacastecos hacia los enclaves bananeros, han dado continuidad a esta incesante hibridación cultural. A esto se añade la influencia de los procesos de modernización y la inserción de un nuevo ideario de progreso, relacionado con el anhelo de «vivir como en la ciudad».
Asimismo, los programas de vivienda de interés social utilizan modelos inadecuados climáticamente e incorporan patrones de vida y asentamiento muy lejanos a los propios de quienes habitan la Bajura Guanacasteca.
Lo mismo sucede con la modificación de los sistemas productivos tradicionales y con el turismo en gran escala, los cuales imponen signos carentes de significado para la mayor parte de la población del área, pero que poco a poco han sido reconocidos y asimilados como parte del medio.
También los edificios de los servicios bancarios, educativos y de salud generan en los pobladores la idealización de los modelos urbanos, lo que propicia una asociación del progreso con lo moderno y de lo tradicional con el atraso y la marginalidad.
De modo que el gran valor de estas arquitecturas, más allá de su escala o antigüedad, es su capacidad para materializar un sistema de vida propio de la Bajura Guanacasteca.
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