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¡Cuatrimestres ya!

Desde principio de año, los diarios se ocupan de discutir ampliamente las negociaciones del Magisterio Nacional con el Ministerio de Educación sobre la extensión -cronológica- del curso lectivo. Una reiterativa argumentación en la que con frecuencia los maestros procuran convencer al Ministerio y a los padres de por qué la prolongación del curso carece de sentido en ausencia de contenidos. Sorprende que en ese fuego cruzado, tal vez por respeto a esta benemérita institución, nadie apunte a la Universidad en la que estamos muy lejos  de cumplir con la meta de los 200 días de clase.

Desde principio de año, los diarios se ocupan de discutir ampliamente las negociaciones del Magisterio Nacional con el Ministerio de Educación sobre la extensión -cronológica- del curso lectivo. Una reiterativa argumentación en la que con frecuencia los maestros procuran convencer al Ministerio y a los padres de por qué la prolongación del curso carece de sentido en ausencia de contenidos. Sorprende que en ese fuego cruzado, tal vez por respeto a esta benemérita institución, nadie apunte a la Universidad en la que estamos muy lejos  de cumplir con la meta de los 200 días de clase.
Formalmente, la Universidad se rige por dos ciclos lectivos mayores  de tan solo 17 y 16 semanas cada uno y un tercero que solo menciono para no pecar de omiso. De hecho, pocos cursos se ofrecen en el verano porque no hay presupuesto y las demás semanas se van en exámenes, divulgación de notas(¿?) y receso. Se debe tener en cuenta además que una semana se pierde por la Semana Santa -infiel yo- y en la práctica otra, que es todo un «agosto» para los mercaderes de la Calle de la Amargura», por semana universitaria que bien podría limitarse a dos días hábiles más sábado y domingo. Para usar la terminología estudiantil en boga, «pargueamos» mucho.
 
 
Es notable que muchas otras instituciones educativas -privadas en su mayoría y de todo nivel- así como algunos programas de postgrado en nuestra universidad- trabajan con un esquema de cuatrimestres o ciclos aún más cortos para aprovechar mejor el tiempo. De un sistema similar se beneficiarían especialmente los estudiantes que vienen de lugares alejados y deben residir temporalmente en San José. Creo que el entorno, circunstancias y métodos de enseñanza han cambiado suficiente como para reimplantar los cuatrimestres, toda vez que este esquema alguna vez fue introducido -casi experimentalmente- en la Universidad varios años atrás. Sería conveniente que la vicerrectoría  a cargo de los asuntos académicos se preocupe por ver la evaluaciones que en aquella oportunidad se hizo de tal sistema, el cual se cerró por conveniencia burocrática más que académica. Así en vez de crear nuevas sedes se debería pensar en usar más intensivamente la «capacidad instalada» actual.
La reforma universitaria de la década de los 50 introdujo en los planes de estudio el año inicial de Humanidades orientado a subsanar las deficiencias de la secundaria de entonces. No tenía carácter permanente e implícitamente se asumía que librada de sus falencias, los estudios generales emigrarían de las universidades, perdón, de la UCR única institución de educación superior existente en esos años.
Sin embargo, poco se ha hecho en esa dirección, aunque ha habido intentos incipientes. Por ejemplo la Escuela de Matemática -en un loable esfuerzo-reconoce los cursos que realizan al final de los años de colegio los estudiantes interesados en adelantar su programa de estudios universitarios. Ya el año pasado se mencionó el intento de algún colegio de iniciar estudios generales y lo más notable fue la falta de apoyo universitario a tal iniciativa. En verdad sería realmente un esfuerzo que enorgullecería a aquellos inolvidables profesores del pasado, Constantino Lascaris, Teodoro Olarte, Abelardo Bonilla y tantos otros, que los estudiantes pudieran llevar a cabo en un sexto año de su colegio, los estudios generales. Esta es una idea con múltiples ventajas adicionales.
Para empezar equivaldría a democratizar el primer año de universidad, como si todos los estudiantes en último año de colegio fueran elegibles para el primer año de universidad, no solo los que ahora tienen el privilegio de ganar la prueba de admisión. Eventualmente los estudiantes ingresarían directamente a carrera después de haber ganado un examen de admisión específico, a cupos en teoría mayores por los recursos entonces liberados. Ese año adicional daría también oportunidad de hacer un esfuerzo sostenido y focalizado para mejorar dos áreas de conocimiento fundamentales: matemática y lengua extranjera, tareas ineludibles si se desea realmente transitar hacia un futuro próspero.

Profesor, Escuela de Estadística

  • Víctor Gómez
  • Opinión
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