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Los azucareros ticos, arroceros y fabricantes de alimentos cultivados en el campo piensan dar una lucha junto con sus homólogos estadounidenses.
El banano es uno de los productos sensibles en el tratado de libre comercio con EE.UU.
Las aguas están agitadas en el sector agrícola de Estados Unidos y Costa Rica respecto del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre esas dos naciones.
Aunque la controversia es subrepticia, al consultar a los máximos representantes de diversos productos vendidos en el mercado local o exportados a Centroamérica y Estados Unidos, se hace evidente el descontento que existe sobre lo negociado en el citado convenio comercial.
El arroz, considerado uno de los productos fundamentales en la dieta costarricense y de gran consumo en el sur, centro y norte de los Estados Unidos, es uno de los artículos cuyos términos en el TLC son cuestionados por las partes.
LOS FUERON «RODANDO»
Óscar Campos, presidente de la Corporación Arrocera Nacional considera que los anteriores negociadores comerciales, principalmente Anabel González y el Ministro de Comercio Exterior (COMEX), Alberto Trejos, dejaron de último los productos más sensibles , lo cual los puso en desventaja.
«Nos llevaron de ronda en ronda. Estuvimos en el Cuarto Adjunto con todos los representantes empresariales, presidentes ejecutivos nacionales y de los diferentes sectores productivos. Nos decían una cosa pero lo que negociaban en cuanto a papa, cebolla, arroz y otros artículos era diferente».
El representante arrocero asegura que «para sorpresa de todos en la última ronda efectuada en Washington, el ministro de entonces tomó la decisión de último momento -según dijo por presiones de Estados Unidos- de entregar el arroz e incluirlo en un proceso de desgravación arancelaria que duraría 20 años.
«En una victoria pírrica nos dijeron, como la gran cosa, que tendríamos dos décadas para prepararnos a una libre comercialización, mientras el resto de Centroamérica quedó en 18 años», señaló.
La situación para los arroceros se complicaría con lo denominan una «triangulación» que generaría el TLC, porque todo producto que entre desde Estados Unidos a Centroamérica se convertiría en un artículo del istmo.
Consecuentemente, ese artículo no tendría aranceles y sería de libre tránsito por Centroamérica. «Esto se puede prestar para que se venga una avalancha de arroz al país poco a poco, lo cual obviamente afectaría al productor local», enfatizó Campos.
Su molestia con Alberto Trejos es notoria al asegurar que la agenda de acompañamiento del sector arrocero, de la cual se habló durante las rondas de negociación, quedó en nada.
«El TLC se firmó hace un año y ahora con respecto a la agenda, si te vi, ni me acuerdo. (…) Es una situación de altísima irresponsabilidad. Estamos muy preocupados porque no se ha retomado esa agenda».
Para Campos, este tratado dejó de ser comercial para convertirse en algo político, porque se desea manejar en el nivel estratégico con las diferentes regiones del mundo.
«En Japón este bien se declaró como políticamente sensible, ya que es muy consumido como parte de la dieta diaria».
Al consultarle si habían conversado sobre la agenda de acompañamiento con el Ministro de Comercio, Manuel González, expresó que sí pero aún los tiene «en espera».
Óscar Campos asegura que le gustan los tratados de libre comercio «pero cuando no constituyen una trampa para los sectores productivos costarricenses, ya que los de Estados Unidos están subsidiados. Es con este tipo de cosas que se convierte en algo político».
«No fue una inocencia de los negociadores, hubo más que eso», aseguró al consultarle si pensaba en que hubo mala negociación o una proclividad de los delegados costarricenses a favorecer los intereses de Estados Unidos.
Aseguró que el sector nacional arrocero es tan importante que del año pasado a este se incrementó el consumo de arroz por mes en 1.000 toneladas, debido al crecimiento de la población y a una mayor ingesta debida a un cambio dietético en la familia costarricense ante por la situación económica.
AZUCAREROS ASUSTADOS
Los fabricantes de azúcar, tanto en Estados Unidos como en Costa Rica, no están muy contentos con el CAFTA, como se le denomina al TLC en inglés.
Al menos los congresistas demócratas Walter Jones y Virgil Goode llamaron el 25 de marzo a los representantes centroamericanos «a no dejarse persuadir por los argumentos pro TLC que dicen que tienen que votar el CAFTA porque hay certeza de que el tratado pasará el trámite en el congreso de los Estados Unidos».
A la oposición de muchos congresistas demócratas se sumó el republicano Saxby Chambliss, Presidente del Comité de Agricultura del Senado.
También el senador republicano Charles Grassley, presidente del Comité de Finanzas del Senado consideró que la oposición que hace Gambliss dificultará mucho la votación del TLC.
Otros republicanos vinculados con los sectores productivos como son Mike Simpson y C.L. «Butch» Otter hicieron pública recientemente su oposición al tratado.
Aunado a lo anterior, las estimaciones señalan que a la administración del presidente George W. Bush le faltan entre 40 ó 50 votos para aprobar el convenio comercial.
Tanto azucareros, textileros y sindicatos de los EE.UU. anuncian que harán una intensa labor de cabildeo en Washington.
PIDEN IGUALDAD
Las asimetrías existentes entre los productores del norte y los del istmo son el principal cuestionamiento que hace José Berliavsky, presidente de la Cámara de Textileros de Costa Rica.
Como máximo representante del sector, asegura que «necesitamos estar en igualdad de condiciones que otros países en el tratado, porque de lo contrario la industria textil en Costa Rica desaparecerá».
Advirtió que «ya se notan los decaimientos en los pedidos, porque en la industria textil se solicitan con seis meses de antelación debido al proceso industrial que requieren».
Incluso, «la gente de Estados Unidos ha estado deteniendo los pedidos a Costa Rica hasta que se firme el Tratado. Se han reconducido los pedidos a El Salvador y Honduras».
Señaló que se han despedido aquí a 300 empleados en las empresas fabricantes de los pantalones «jeans» Lee e igual número de trabajadores en Sara Lee, dedicada a la fabricación de ropa interior femenina.
El país produce $600 millones anuales de exportación en textiles.
Sobre la expansión de China en este campo que, incluso, tiene muy preocupada a Estados Unidos, José Berliavsky dijo que el país sí está preparado mediante los denominados «clusters» donde las empresas, en un encadenamiento productivo, aportan lo mejor de su especialidad.
Aseguró que «hay un malentendido de que somos una mano de obra cara, pero no es así, se debe a que tenemos personal muy especializado y se posee una de las rotaciones de trabajadores más reducidas del mundo».
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