Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
Siempre se ha dicho que los jóvenes deben esperar, que todavía no, que tal vez más adelante, que aprendan de los mayores: la demagogia de la bendita experiencia, esa que nos tiene así: sumidos en un mar de ignorancia y mediocridad, de corrupción e impunidad, de mal gobierno y subdesarrollo.
La demagogia de la experiencia ha de quedar clara, desnudada de sus añejos ropajes -o debería escribir «blindajes»- pro status quo.
Rechazo cualquier posición en ese sentido; la experiencia se aplica en dos vías, tanto para lo positivo (saberes acumulados o «know how») como para lo negativo (mañas, vicios y corruptelas).
Hace algún tiempo me interpelaba en una conferencia a la que fui invitado, un decano de una prestigiosa facultad de derecho norteamericana, quien como co-conferenciante y ante el agotamiento de los argumentos dogmáticos e ideológicos con que debatirme, simplemente me dijo: «es que usted es muy joven…».
Lejos de sentirme descalificado por tan superficial comentario, me sentí legitimado para defenestrar su mal concebido prejuicio y responderle ante un atento auditorio: «que dicha que lo menciona, porque precisamente por ser joven y por tanto no ser cómplice de lo que ha estado pasando y sigue pasando, es que tengo el derecho de pensar, criticar y proponer, sin el complejo de integrar, precisamente por mi edad, generaciones estériles que lo único que han logrado es mal administrar logros añejos y tenernos precisamente como estamos. Mi generación no tiene que lavarse la boca tres veces antes de pronunciar la palabra corrupción, la resonante expresión subdesarrollo o el insoportable y repetido vocablo desigualdad».
No es factible resolver un problema bajo los mismos parámetros que lo crearon, sostenía Einstein. Los elementos han de ser sustituidos si el resultado que se busca es distinto. Las soluciones creativas, los intentos reales de progreso y las ganas de revolucionar, de transformar, en fin, de construir novedosamente, no vendrán de los de siempre.
La lógica física de Einstein, aplicada a la realidad sociopolítica según mi propia interpretación en los términos del párrafo anterior, me hace recordar que este apenas tenía 26 años cuando publicó su teoría de la relatividad y algunos otros trabajos que revolucionaron el mundo científico.
Otras lecciones de la historia se pueden resumir en los siguientes personajes para derribar el mito de que los jóvenes deben esperar pacientemente hasta que la batuta les sea cedida por bondad de sus mayores, a quienes más que respeto, pareciera, bajo esta equivocada lógica que aquí «desconstruyo», se les debe obediencia ciega y sostenida reverencia.
Primero cito a Alejandro Magno, quien con 18 años se puso al mando de un «modesto» ejército y logró fundar lo que en su época sería el mayor imperio conocido.
Tampoco era precisamente un viejo Simón Bolívar cuando libertó al sur de nuestra frontera, ni nuestro Juan Santamaría cuando defendió con fuego nuestra independencia y compró con sangre su recuerdo heroico.
Termino de engrosar la lista con nuestros principales estadistas, quienes empezaron desde una primera línea y siendo aún muy jóvenes a abonar en función de Costa Rica. Desobedecieron a sus mayores (en edad, más no en mérito) y desconfiaron de la demagogia auto-censurante de la mal llamada experiencia.
Por todo esto me pregunto: ¿qué es lo que tienen que esperar los jóvenes para darse cuenta de que el país los necesita en primera línea y no en la banca como algunos malprefieren? ¿qué esperan los viejos para considerar a los jóvenes con respeto y seriedad, para darles su lugar? ¿Será acaso que debería pensarse aún en nuestros días que el poder no se cede, se arrebata, como bien decía Martí para sus tiempos?
Oponerse a la demagogia de la experiencia resulta imperativo si se piensa en una Costa Rica con futuro, un nueva Costa Rica.
Este documento no posee notas.