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MANUEL BERMUDEZ

Este 5 de abril se cumplen 25 años del fallecimiento del escritor y filósofo francés Jean Paul Sartre y el 21 de junio 100 de su nacimie

Este 5 de abril se cumplen 25 años del fallecimiento del escritor y filósofo francés Jean Paul Sartre y el 21 de junio 100 de su nacimie

Jean Paul Sartre es una figura emblemática del pensador de la segunda mitad del siglo XX y una imagen paradigmática del intelectual francés. Profesor universitario, de izquierda, humanista, rebelde, de reflexión profunda, crítico de sí mismo, fumador empedernido, seductor, comprometido con los acontecimientos sociales y políticos de su época, libérrimo, irreverente, pedante, feo y encantador.Como filósofo inicia se proceso en la fenomenología de Edmund Husserl y en el estudio del existencialismo alemán, pero luego integra otras reflexiones como las de Martin Heidegger, de lo cual resultaría más adelante su libro El ser y la nada.







Sus reflexiones se ampliaron con los años en obras como El existencialismo es un humanismo y posteriormente con Crítica a la razón dialéctica, donde asume los aporte de Hegel y Marx.Sus primeros escritos filosóficos están relacionados con la fenomenología husserliana, hasta que en 1938 aparece su novela La náusea, que marca un nuevo rumbo en sus reflexiones.


 

En 1945 publica El ser y la nada donde ya expresa su nueva visión del existencialismo.Su carrera de escritor fue relacionada muchas veces con sus trabajos filosóficos, pero él sostenía que «la verdadera literatura comienza ahí dónde la filosofía se detiene». Sin embargo, su postura era clara con respecto a que el ser humano es uno solo y que todos sus actos están vinculados.



En ese sentido Sartre fue lo que él mismo llamó un escritor filósofo que, al integrarse a la política, se conformaba como un intelectual.Esa imagen del intelectual activo y comprometido, del académico involucrado con el acontecer social y político de su momento, tiene su mayor representante en Sartre.Aunque hoy parece substituido por su antagonista, el tecnócrata, el intelectual sartreano requiere volver a la escena y romper lo que muchos han calificado como un silencio cómplice.Sartre fue el intelectual crítico por antonomasia.



Para él era indispensable la actitud vigilante de los procesos. La forma de participar del intelectual en las acciones sociales,  consistía en tratar de que la acción se mantuviera a partir de los fines propuestos que la motivaron y que los medios para alcanzar ese fin no se desviasen de él.La imagen de Jean Paul Sartre, con su gabán, su pipa o su cigarrillo, sus lentes de grueso marco, se diría que es consubstancial de la romántica imagen de París de Mayo de 1968.



Hacía cuatro años, en 1964, había hecho sido galardonado con el Premio Nóbel de Literatura y se había atrevido a rechazarlo, porque el intelectual «tiene que ser un realista crítico, y rechazar toda institucionalización de su función.



Un intelectual ministro, por ejemplo, me parece algo cómico. Un ministro de la cultura sólo puede ser un funcionario. Pienso que no hacen falta ministros de la cultura, pero si hicieran falta, que sean funcionarios con una sólida cultura, y no novelistas, por ejemplo. Considero que el premio Nóbel es una especie de ministerio, de ministerio espiritual, si se quiere. Si a uno le dan el premio Nóbel, firma uno los manifiestos como premio Nóbel, las gentes dicen: nos hace falta la firma de fulano, porque es premio Nóbel.



Todo eso, para mí, es lo contrario de la literatura. Diría incluso que si la literatura se institucionaliza, pues bien, forzosamente muere».



Con esas afirmaciones cumplía a cabalidad con su definición de intelectual libre, a la vez que señalaba a la Academia Sueca como una entidad que puede prestarse para algunas maniobras políticas, aún sin planteárselo deliberadamente.Sartre era el rebelde que la juventud necesitaba como referencia.



Su postura crítica también hacia el estalinismo y su adhesión puerilmente occidental a la revolución cultural de Mao, lo hacían parecer el intelectual de izquierda más consecuente.Como dramaturgo, su obra es una puesta en escena de su visión del mundo, el tema de la libertad es primordial.



El caso más conocido es la obra A puerta cerrada en la que cumple una función esencial los conceptos de la mirada y los otros, tan apreciados y desarrollados por el psicoanálisis. Un tipo de teatro que obliga a la reflexión con gran atención a los parlamentos.Para Sartre «el hombre nace libre, responsable y sin excusas, esto quiere decir que la libertad implica responsabilidad y compromiso, quien no es conciente de su libertad y  no asume esa responsabilidad y compromiso, en realidad no es libre y debe luchar entonces por lograr esa libertad.



Aunque muchos intelectuales han renegado de la propuesta sartreana, hoy su figura retoma fuerza en una especie de optimismo pragmático que vuelve a aparecer especialmente en la juventud.



La Alianza Francesa ha organizado un homenaje que conlleva varias actividades: una exposición que permanece hasta el mes de junio, una mesa redonda, el cine foro este 14 de abril con la biografía «On a raison de se révolter» y a partir del 15 de abril la obra «A puerta cerrada» dirigida por María Bonilla.



En librerías se encuentra la interesante biografía El siglo de Sartre deBernard-Henri Lévy.
nto.

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