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Teología con guitarra

La presentación en Costa Rica del músico Carlos Santana coincidió con la muerte oficial de Juan Pablo II. A un gacetillero típico se le ocurrió preguntarle por el deceso. Santana, lacónico, contestó: «Cuando llueve, todos se mojan». Quiso indicar que el Papa era un ser humano y los seres humanos, hasta el momento, mueren. Añadió que respetaba la muerte de cualquiera. En efecto, todos los muertos, incluso los que en vida pueden haber resultado tenazmente odiosos, tienen gente que los quiere o los quiso. El respeto va hacia los sentimientos de esas gentes que sobreviven al muerto.

La presentación en Costa Rica del músico Carlos Santana coincidió con la muerte oficial de Juan Pablo II. A un gacetillero típico se le ocurrió preguntarle por el deceso. Santana, lacónico, contestó: «Cuando llueve, todos se mojan». Quiso indicar que el Papa era un ser humano y los seres humanos, hasta el momento, mueren. Añadió que respetaba la muerte de cualquiera. En efecto, todos los muertos, incluso los que en vida pueden haber resultado tenazmente odiosos, tienen gente que los quiere o los quiso. El respeto va hacia los sentimientos de esas gentes que sobreviven al muerto.
La agonía, muerte y entierro de Juan Paulo II, y de paso del ciudadano de origen polaco, K. Wojtyla, entidades distintas, fue, en lo que respecta al primero, un fenómeno mediático. Algunas de sus imágenes califican de obscenas, en especial la del anciano traqueotomizado, inflado por drogas, parkinsoneado y, en apariencia,  molesto por no poder hablar a la multitud que lo observaba con admiración (sentimiento no divorciado del horror), obeso y a la vez diminuto, perfilado en su ventana. Los medios barrieron para adentro al sentenciar que la escena mostraba la voluntad de Juan Pablo II para enseñar ¡la verdad de la muerte! A europeos que padecieron Guerras Mundiales, genocidios, limpiezas étnicas y cacerías de inmigrantes indeseados. De hecho, aún las padecen y protagonizan. A veces las encabezan católicos. Retornando al estilo mediático, muchos animales, al presentir su muerte, buscan un lugar reservado, propio, para morir, porque sienten el episodio como algo ‘personal’. El Vaticano y el entorno de Juan Pablo II decidieron que su agonía y muerte recibirían la forma de un fenómeno mediático. Un «reality show».
 
 
Se insiste poco en que el papado reciente tuvo formato mediático. A Juan Pablo II se le podría estimar el Michael Jackson o la Madonna de un catolicismo pop. Los costos de ese formato son conocidos. Se vende la imagen y desaparecen la persona y sus ideas. Se impacta, pero no se convence. Se está solo. Al agonizar, se está solo, aunque la imagen de la agonía se extienda por el planeta a millones. Esto lo sabe bien M. Jackson. Quizás K. Wotjila se sintió solo al enfrentar la muerte. Tal vez el Papa tuvo miedo y requirió de aplausos.
Se irrespeta al Papa que muere y al Dios judeo-cristiano en que se dice creer cuando se proclama en los medios que el muerto va a reunirse con Dios o ya está con él. Dios salva a quien quiere. Su elección no es forzada por ningún comportamiento humano. Es graciosa o gratuita. Para la comprensión humana, arbitraria. En el cielo podrían estar Hitler y Mel Gibson (éste cuando muera). El presidente Pacheco saludó el féretro de Juan Pablo II con un «Allá nos vemos». Seguro La Nación S.A. no comparte su anuncio.
Falsean los hechos quienes afirman que Juan Pablo II mostró compasión por cada ser humano. Al arzobispo Óscar Arnulfo Romero, por ejemplo, lo despreció en vida y lo invisibilizó tras su martirio. Los centroamericanos humildes deberían recordarlo porque ellos hicieron del funeral de su arzobispo un acto de agradecimiento y respeto sinceros. Es poco probable que Romero, Juan Pablo II, Carlos Santana y Abel se alojen en el mismo cielo.

  • Helio Gallardo
  • Opinión
HitlerWorld War
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