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Lucio Gutiérrez no pudo o no quiso mantener el aire de centroizquierda con que inició en los primeros seis meses.
Lucio Gutiérrez no pudo mantenerse en el poder tras las protestas de la población en las calles
El destino del presidente ecuatoriano, Lucio Gutiérrez, no fue sorpresa para quienes acompañaron la política ecuatoriana desde que asumió el poder, en enero del 2003. Gutiérrez fue destituido por el Congreso el pasado 20 de abril, cuando apenas cumplía 27 meses de mandato, pero hace ya dos años se podía leer lo siguiente, en el diario colombiano «El Espectador»: A sólo siete meses de haber iniciado su mandato, el populista exmilitar Lucio Gutiérrez ha comenzado lo que, para muchos analistas en Ecuador, es una «cuenta regresiva imparable».
ACUERDO CON FMI
Un mes antes, cuando su gobierno cumplió sus primeros seis meses, surgían diversas interpretaciones sobre la que estaba ocurriendo en Ecuador.
Como es habitual, los medios de prensa aprovecharon la fecha y sacaron sus conclusiones sobre lo que estaba ocurriendo en Ecuador. Uno de ellos dijo: «Los analistas políticos y económicos consideran que el principal acierto del gobierno sigue siendo la firma del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI)». Pero, ese no era un criterio unánime. En esas mismas fechas, un análisis más profundo publicado en Quito por el académico Javier Ponce, para el «Comité Ecuménico de Proyectos» decía que «la incertidumbre y la confusión con la que se inició el régimen, a mediados de enero, se ha profundizado y está a punto de tomar el carácter de conflicto social y político grave, una vez que acaba de romperse (6 de agosto del 2003) la alianza con el movimiento indígena que lo llevó al poder». «La soledad política de Gutiérrez se agrava con el lento desmoronamiento de su partido, Sociedad Patriótica», se decía entonces. La ruptura fue el resultado de la oposición del partido indígena Pachakutik a apoyar al régimen en uno de los compromisos adquiridos meses antes con el Fondo Monetario Internacional: una reforma legal tendiente a reducir la masa salarial pública y ampliar la jornada de trabajo a 44 horas.
Ya entonces la popularidad de Gutiérrez caía en picada, pasando de 60% a prácticamente la mitad, seis meses después de haber asumido el poder con un aura de centroizquierda que no pudo, o no quiso, mantener.
Ponce decía, en su análisis, que en esos primeros meses de gobierno «se afianzó el acuerdo con el Fondo Monetario como el único programa de gobierno». Pero, advertía también que eso traía un enorme costo social. Y citaba: incremento de los precios de la gasolina, del gas doméstico, de los servicios de electricidad y telecomunicaciones, y el congelamiento de salarios en el sector estatal para controlar un déficit fiscal, provocado por el servicio de la deuda externa que comprometía más del 40% del presupuesto nacional.
Pero, advertía, «se comienzan a sentir las dificultades para ejecutar dicho plan».
CRISIS SOCIAL
El problema del acuerdo con el FMI y toda la política que esto conlleva es que, lejos de contribuir a resolver la crisis social del país, la agrava, como lo indican las cifras.
Ecuador era ya uno de los países con los peores niveles de desigualdad y de ingresos per capita de América Latina, pero los niveles de pobreza y desigualdad «han empeorado en los últimos años», decía el estudio de Ponce citado. El número de pobres aumentó en 12 puntos porcentuales entre 1995 y 1998, y el coeficiente de Gini , con el que se mide la desigualdad social, empeoró, pasando de 0,54 a 0,58 en el mismo período, según datos de 1999 del Banco Mundial.
«En un contexto de estancamiento económico y apertura comercial, los problemas estructurales de iniquidad social, exclusión y pobreza se profundizaron en el Ecuador. En 1995 la pobreza alcanzó el 56 % de la población, con una incidencia del 76 % en el área rural, cifras notablemente superiores a los promedios latinoamericanos. La pobreza ascendió del 56 % en 1995 al 62,6 % en 1998 y, en 1999 subió 10 puntos mas, alcanzando niveles sin precedentes. La dolarización de la economía vino a agravar este estado de cosas. El desempleo abierto trepó del 8% al 17% en el 2000, impulsando una masiva migración internacional.
Sin embargo, no solo la pobreza creció, sino que se agravaron las desigualdades. La concentración del ingreso ubicaba al Ecuador en la tercera posición más desventajosa entre los principales países de la región, después de Brasil y Paraguay. En 1994, el 57 % de la población urbana ocupada tenía empleos de baja productividad, el analfabetismo afectaba al 10,5 %, y la escolaridad media de la población adulta llegaba a 7 años en 1995, según datos del PNUD. En 1998, el 26 % de los niños menores de cinco años sufría de desnutrición crónica.
En medio de esta situación, el economista Rafael Correa decía, en la revista de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), de Ecuador, que «la política económica del actual régimen no tiene absolutamente nada nuevo y, por el contrario, es la más ortodoxa expresión de la corriente de pensamiento dominante en las últimas dos décadas en Latinoamérica», refiriéndose a la propuesta neoliberal del llamado «Consenso de Washington».
DESENLACE
Por ahora, la crisis ecuatoriana se resolvió con la destitución de Gutiérrez por el Congreso. El expresidente se asiló en la embajada de Brasil, y su cargo fue asumido por el vicepresidente Alfredo Palacio.
Pero, la inestabilidad sigue, sin que nadie se atreva a predecir un desenlace. Palacio habló de un «plan diabólico que pretendía acabar con el país». Acusaban a Gutiérrez de pretender controlar todos los poderes y de tener «programado fraguar una reelección».
La crisis de Ecuador se enmarca en otra, mucho mas profunda y de carácter regional.
En Perú, la situación política del presidente Alejandro Toledo sigue siendo frágil, pero a estas alturas se estima que podría finalizar su mandato, algo que estuvo en duda mas de una vez.
En Bolivia, continúa la tensión política, mientras Colombia no encuentra una salida a su conflicto interno y se mantienen las tensiones con Caracas.
América Latina da así muestras de agotamiento de un modelo que hace agua por todos lados, sin que se vislumbre todavía una alternativa para esta crisis.
Francisco Rojas:
Ecuador, en estado de alta inestabilidad
Francisco Rojas, sociólogo chileno, es el actual Secretario General de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), cuya sede está en Costa Rica. Rojas estaba en Ecuador, para inaugurar la nueva sede de esa institución, en Quito, cuando estallaron los conflictos que terminaron con la destitución del presidente Lucio Gutiérrez. Pocas horas después de su regreso a San José conversó con UNIVERSIDAD sobre una crisis que le tocó vivir de cerca durante su visita a ese país.
¿Como describiría la crisis política que encontró Ud. en su reciente visita al Ecuador?
-La inestabilidad en el caso de Ecuador viene desde hace casi una década. Desde 1996 ningún presidente ha logrado terminar su mandato. El gobierno carecía de una base política sustantiva; Lucio Gutiérrez logró un número reducido de votos en primera vuelta y, finalmente, se impuso en la segunda. Pero su partido era muy minoritario, con pocos representantes en el Congreso. A poco andar rompió con la agrupación Pachacutik, que le había dado coherencia a su gobierno. Pachacutik representaba a los pueblos indígenas que, en Ecuador, son un porcentaje muy importante de población; se estima que mas de la mitad son indígenas o mestizos.
El apoyo a la democracia cayó del 57% en 1998 a 46%, el año pasado, según las encuestas de «Latinobarómetro». Todo esto, mirado en perspectiva, refleja una inestabilidad estructural que no se ha podido resolver.
Lucio Gutiérrez cometió diversos errores que llevaron a su destitución. ¿Cuáles fueron los más graves?
– El presidente se aprovechó de una mayoría coyuntural en el Congreso, a fines del año pasado, para hacer aprobar el acuerdo de destituir a la Corte Suprema y nombrar nuevos magistrados.
Esa Corte anuló lo obrado por la justicia contra el expresidente Abdalá Bucarán, lo que le permitió regresar a Ecuador después de ocho años de exilio en Panamá.
Si se citara una sola causa de esta crisis en Ecuador, creo que esa causa es el regreso de Bucarán al país. Esto desató una protesta social de sectores medios que se fue incrementando día a día.
¿Cómo vislumbra el futuro cercano del Ecuador?
– El panorama de Ecuador es complejo, de alta inestabilidad. El vicepresidente Alfredo Palacio, que sustituyó en el cargo a Gutiérrez, no tiene un partido que lo respalde y eso lo deja en una condición de máxima debilidad para gobernar durante el año y medio que le queda para ejercer la presidencia. Siempre que el Congreso no decida sacarlo del cargo.
En estos momentos, quien le hace el peso a la estabilidad son las fuerzas armadas y algunos sectores oligarcas tradicionales que quieren evitar una agravamiento de la crisis política y una eventual crisis económica.
En ese marco, Ecuador presentaba cifras macroeconómicas estables, aunque la situación de la población había empeorado. ¿Cuál es su perspectiva sobre este tema?
– La situación económica de Ecuador se ha logrado mantener estable gracias a los altos precios del petróleo y a una política macroeconómica estricta.
Pero esto hace que exista una tensión entre los mayores recursos que percibe el estado por los ingresos petroleros y las demandas insatisfechas de la población, porque esos recursos extras se destinan a pagar la elevada deuda externa.
La verdad es que el nivel de estabilidad económica en países pequeños como el Ecuador, aunque tengan recursos importantes, se muestra bastante precaria.
Es necesario destacar también que las tendencias secesionistas, o las exigencias de una mayor independencia regional en Ecuador (como en Bolivia), crean una presión cada vez más grande sobre la economía, porque plantean la retención de los impuestos generados en una determinada región para que sean reinvertidos allí mismo.
La crisis parece recorrer toda el área andina, ¿cuál es el panorama político en esa región?
– La crisis no es solo en Ecuador. La situación en el área andina es muy compleja. El presidente Gutiérrez tenía un nivel de popularidad muy bajo, similar al de Alejandro Toledo, en Perú, y un poco menor que el de Carlos Mesa, en Bolivia, donde hay un nivel de protesta muy grande contra la clase política.
Distinta es la situación de Colombia, donde hay un respaldo importante para el presidente Álvaro Uribe, que le ha dado, inclusive, un espacio para negociar con los grupos paramilitares. Algo similar pasa en Venezuela donde, después del plebiscito, el país ha entrado en una situación política mas estable. Es muy probable que Chávez sea reelegido por alta votación en las próximas elecciones, ante una oposición muy dividida.
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