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El domingo 24 de abril se cumplieron 35 años de la lucha estudiantil contra el contrato de la empresa Aluminum Company of America (ALCOA) y el gobierno de Costa Rica. A veces parece apenas un recuerdo remoto, romántico. Los acontecimientos de la tarde de aquel viernes parecen haber conformado una leyenda que los estudiantes, en particular los de la Universidad de Costa Rica, se empeñan en evocar cada tanto.
Hoy han pasado varias generaciones por las aulas universitarias. Invocar el nombre ALCOA es convocar un fantasma que hizo se presentación esa tarde y que parece que cada tanto está dispuesto a volver a las calles, es el fantasma de los insumisos.
El viernes 24 de abril, después de las 4 de la tarde, se votaba en la Asamblea Legislativa, en tercer debate, el contrato-ley que permitía a la compañía la explotación de bauxita en el Valle de El General para la producción de aluminio. El contrato ofrecía condiciones especiales a la empresa que lesionaban la soberanía costarricense. Desde varias semanas atrás se discutía en foros y en las aulas de la única universidad que existían entonces en Costa Rica, los pros y contras de esa negociación. Ya habían ocurrido protestas y manifestaciones. En las barras de la Asamblea los carteles de How much? querían señalar tráfico de influencias y clientelismo en la decisión de los diputados. Apenas 11 de los 56 legisladores se oponían fuertemente al proyecto, entre ellos destacaban Rodrigo Carazo y Jorge Luis Villanueva.
La tarde del viernes los diputados desatendieron el clamor de una multitud de manifestantes que rodeaban la Asamblea, en su mayoría eran estudiantes universitarios y de secundaria. Los ánimos se caldearon. Las mayores emisoras de radio: Monumental y Radio Reloj vociferaban que los estudiantes eran manipulados por agitadores profesionales foráneos, el diario La Nación también condenaba las manifestaciones. El presidente Trejos, quien estaba en los últimos días de su mandato, consideró necesario ordenar que se aplacara a los manifestantes. Una lluvia de piedras ya había rociado el recinto parlamentario cuando la policía rodeó el local. Las pedradas y los gritos continuaron y crecieron. Estallaron los gases lacrimógenos y la confrontación estalló. Garrotes y escudos en mano la policía atacó a los manifestantes que corrieron calle abajo por Cuesta de Moras. En lo que entonces era la zona comercial más importante de la capital, a Avenida Central, ya cerraba algunos negocios, y había estañones de basura en las aceras. Fueron minutos y los estañones ardían. Furiosa la multitud fue a las oficinas de La Nación, entonces en avenida primera, y también lanzaron piedras. Luego continuaron con algunos locales comerciales.
El caos dominó la ciudad mientras la policía arrestaba jóvenes que gritaban y volaba garrote a cualquiera que se cruzaba en su camino.
Mientras la oscuridad empezaba a cubrir la ciudad, las hogueras de los estañones iluminaban escenas de miedo, de aquella batalla campal entre uniformes colegiales y policiales.
Pero el contrato-ley para ALCOA fue aprobado y pasadas las 7 de la noche el presidente lo ratificaba. La compañía, sin embargo, se retiró 7 años después.
La represión se había impuesto, el nuevo gobierno que inició pocas semanas después José Figueres Ferrer, tuvo un importante componente social y desarrolló instituciones dirigidas a la juventud, así como instituciones de educación superior como la Universidad Nacional y el Instituto Tecnológico.
Lo que había quedado de aquella experiencia tendría que verse 30 años después.
Precisamente en los días de abril, los grandes medios comerciales de comunicación como La Nación, Radio Reloj y Monumental, y ahora se les sumaba la televisión, condenaron las manifestaciones que hacían los estudiantes. La soberbia proverbial de entonces presidente Miguel Ángel Rodríguez, también desestimó las protestas. Ahora se trataba de que en la Asamblea Legislativa se aprobara el denominado Combo Energético, que pretendía abrir el área de telecomunicaciones a la comercialización privada. Era un proceso para privatizar una de las más rentables y poderosas instituciones estatales.
El estudiantado que 30 años atrás había tomado las calles y que dormía desde que las luchas por el presupuesto universitario se neutralizaron mediante acuerdos de financiamiento estable, volvió a manifestarse. Esta vez lo acompañaban sindicalistas del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) y de otras instituciones, además de campesinos que reclamaban sus derechos.
Sin embargo, desatendiendo a la historia, en horas de las tarde de ese 4 de abril, en tercer debate se aprobó el Combo.
Con una expresión de desconcierto y derrota los sindicalistas que tenían varios días de protestar frente a la Asamblea escucharon las voces de algunos diputados que denunciaban la actitud de sus colegas.
Al día siguiente la soleada mañana mostró un mar de manifestantes que marchaban a por las principales calles de la capital. Estudiantes, sindicalistas, amas de casa, obreros, campesinos, empleados públicos, con dirigentes políticos entre sus filas marchaban con un protesta firme.
Esta vez la decisión gubernamental fue menos osada. La policía apenas intentó reprimir a algunos estudiantes, pero las principales vías estaban tomadas y la desobediencia era generalizada.
Quienes se habían opuesto al movimiento veían asombrados que su cálculo y subestimación de la protesta lo había levado a un error garrafal.
Entre los líderes políticas estaba Rodrigo Carazo Odio, quien ya era un expresidente de la república, también el diputado José Merino.
El combo que ya había sido aprobado, tuvo que echarse para atrás.
Este mes de abril de 2005, 35 años después los ánimos vuelven a apuntar en la misma dirección. Los medios desestiman las protestas y los manifestantes. En las universidades ya se cumplen semanas de discusión en foros y aulas, el descontento en el país es general, pero la soberbia y la codicia voraz también están muy extendidas.
El motivo del enfrentamiento es el Tratado de Libre Comercio para Centroamérica y Estados Unidos.
La contienda se advierte, abril vuelve a agitar a los estudiantes, los políticos parecen prestar oídos sordos. Los insumisos aguardan. En la Asamblea Legislativa los hijos de Jorge Luis Villanueva Badilla y Rodrigo Carazo Odio, ocupan sendas curules.
Habrá aprendido este país la lección o su clase política volverá a enfrentar a los insumisos en la calle.
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