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El trabajo comunal universitario debe salir de los límites de Valle Central.
Virginia, Ligia y Ana, son trabajadoras del sexo y participan en el TCU que llevan a cabo varios estudiantes de la UCR . (Foto Alonso Mata)
El Trabajo Comunal Universitario (TCU) ha cumplido su misión, pero se deben hacer varios ajustes de cara al futuro, afirmó María Pérez Yglesias, Vicerrectora de Acción Social, al recordar los 30 años de existencia de uno de los programas de mayor proyección de la Universidad de Costa Rica (UCR).
«Se ha cumplido, pero hace falta realizar ajustes. Una gran parte del estudiantado tiene una concepción errónea del programa, ya que lo percibe como un requisito de graduación y no como un espacio para recrearse», expresó Pérez.
Con el objetivo firme de proyectar al estudiantado de la UCR hacia los sectores sociales del país, nació hace tres décadas el TCU.
Los estudiantes de esta institución de educación superior para optar por el grado de bachillerato en sus carreras deben haber concluido con las 300 horas de labores, que se requieren para el TCU.
AJUSTES QUE REALIZAR
La Vicerrectora de Acción Social estima que uno de esos ajustes consiste en realizar a futuro una labor de monitoreo más exhaustivo en las áreas, donde se aplica el programa, así como dar seguimiento al proceso aún después de finalizado y mantener una constante comunicación con el estudiantado y la comunidad.
Por ello, considera que se debe abrir un espacio de voluntariado para que estudiantes y académicos que deseen integrarse al TCU puedan hacerlo, realizar diferentes proyectos en una misma comunidad y brindar más capacitación a los coordinadores y estudiantes.
Pérez es de la tesis de convertir el TCU en un programa transdisciplinario, de manera que participen profesores de diferentes áreas académicas en un mismo programa y conseguir más recursos para fortalecer el proyecto en las sedes universitarias.
MITOS POR DERRIBAR
Para la funcionaria, uno de los primeros mitos por derribar es el de considerar este programa como un requisito de graduación y no un servicio y un espacio para que los estudiantes logren recrearse.
En su criterio hay que considerar el TCU como «un trabajo hacia la comunidad y con la comunidad», donde el estudiante y la población involucrada participen activamente en las actividades que se realizan- charlas, capacitación, asesorías».
«Tienen que ver el TCU como un servicio compartido, una oportunidad para aprender de sus compañeros, profesores y la comunidad, una puerta que se abre hacia el mundo exterior, con el fin de concienciar sobre la realidad del país», manifestó.
Otra de las creencias que, a criterio de Pérez, deben cambiarse, es el pensar que se trata de una labor en la que solo se cumplen objetivos y se deja de lado el requerimiento de las 300 horas de trabajo con la comunidad.
«Creer que el TCU se realiza por objetivos y no por horas, es una de las mayores equivocaciones que existe entre los coordinadores y el estudiantado», recalcó.
A su juicio, el TCU no se gana al cumplir un objetivo individual, pues «la idea es que el estudiante interactúe con las personas durante el desarrollo del proyecto».
El tercer concepto erróneo que existe alrededor de este programa, expresó, es considerar a los alumnos como «asistentes de investigación» o creer que estas personas realizan «una practica académica».
Para la jerarca, una de las metas que debe cumplir el TCU durante su gestión es llevarlo cada vez mas a las comunidades para expandirlo fuera de los límites del Valle Central.
Un TCU con las trabajadoras del sexo
Tras pasar un oscuro pasillo de un edificio abandonado, llegué a una sala llena de luz y vida, donde encontré a un grupo de mujeres que reían, hablaban y tomaban café.
Olga Pizarro de 41 años, trabajadora del sexo, fue la primera que aceptó platicar conmigo.
Comentó que le gusta venir al lugar porque le enseñan a cocinar, le brindan datos importantes en las charlas, toma café, habla, vacila, y conoce gente.
Así mismo, Olga María Valerio, expresó por medio de una sonrisa lo contenta que se siente de estar en el lugar.
«Yo gozo cuando los muchachos (estudiantes), nos ponen a realizar dibujos, ellos nos tratan muy bien…está muy bueno todo lo que han hecho por nosotras, pues muchas veces no tenemos nada que comer y aquí nos dan café, los felicito», indicó.
Esta labor es parte de las acciones que realizan más de 22 estudiantes del TCU «Apoyo a Mujeres trabajadoras sexuales», con 150 de ellas, como parte del Proyecto La Sala, que brinda ayuda a este sector de la población, con edades entre 19 y 66 años.
Según comentó Ana María Marín, coordinadora del Proyecto La Sala, el estudiantado es el encargado de impartir a estas mujeres charlas de autocuidado, cocina, autoestima, ahorro de dinero y salud.
Explicó que se maneja la propuesta de trabajar con cinco voluntarias – trabajadoras del sexo que contribuyen con las labores del proyecto-, para organizar una mini empresa de ventas de galletas.
Allan Matarrita, quien participa en este TCU, detalló que el objetivo central es establecer una empatía entre ellos y las trabajadoras, de manera que se sientan desligadas de la prostitución y pasen un momento agradable.
«Nosotros hablamos con ellas, les contamos chistes, les llevamos Karaoke, para así generar en ellas una influencia positiva y mejorar su calidad de vida», indicó.
OTROS TRABAJOS COMUNALES
La oferta de trabajos comunales es muy variada. Uno de ellos es el de «Fortalecimiento de los servicios públicos para enfrentar el maltrato contra las mujeres», el cual se encarga de informar a las privadas de libertad de la cárcel «El Buen Pastor», sobre sus derechos y deberes.
Bajo el título, «Agricultura orgánica- urbana», se desarrolla otra propuesta de TCU, que se realiza en la escuela Centeno Guell y cuyo objetivo es mejorar las áreas verdes por medio de la creación de un vivero, una fuente de agua y un mariposario.
Además está presente el programa de «Derechos Humanos de las personas que viven con VH/SIDA», que intenta informar a la población sobre esta enfermedad, con el fin de abolir los estereotipos existentes sobre las personas que experimentan esta pandemia.
Muchas horas comunales
En la historia del programa se han cumplido 749.000 horas y han existido 500 TCU.
Se cierran 10 programas por año, pero se abre una cantidad mayor. Hay activos 107 TCU.
La matrícula es de 2,500 estudiantes por año, coordinados por 300 profesores.
Se aplica a grupos vulnerables que no pueden conseguir apoyo por otros medios: asociaciones comunales, cooperativas, organizaciones No gubernamentales (ONG) y población en general. Comunidades como: Golfito, San Ramón, Palmares, y Talamanca son testigos de esto.
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