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Mientras en Costa Ric, se advierte de la necesidad de revertir una práctica capitalista, basada en salarios bajos y una cultura empresarial rentista, que evade pagar impuestos, en Estados Unidos se teme que la nueva fase de globalización lleve a una reducción de los salarios, tradicionalmente altos, de que gozaba ese país, gracias a la tradicional división internacional del trabajo.
En ambos casos, el grupo perdedor es el de los países -y de las personas asalariadas- que no se especializan -o que no laboran- en actividades intensivas en capital y en conocimiento.
En Estados Unidos, las cifras son claras. «Desde el 2001, cuando comenzó la recuperación, la productividad creció un promedio de 4.1% al año; las remuneraciones totales -salarios y beneficios- han crecido a un tercio de esta velocidad, un 1.5%, en promedio, al año. En contraste, en los siete ciclos anteriores, la productividad creció, en promedio, un 2.5% al año, mientras que las remuneraciones lo hicieron en tres cuartas partes, un 1.8% al año», reportó el diario estadounidense The New York Times, el 19 de abril pasado.
Es decir que, a diferencia del pasado, cuando los salarios y beneficios en ese país aumentaban si también crecían la producción y la productividad (producción creada por persona trabajadora), hoy, a pesar de la recuperación económica y del incremento en la productividad, lo hacen a un ritmo cada vez menor. Lo que es peor, ya ni siquiera recuperan la pérdida de poder adquisitivo producto de la inflación.
«A pesar de que la economía sumó 2.2 millones de empleos en el 2004, y produjo un fuerte aumento en las ganancias empresariales, los salarios del trabajador promedio cayeron a lo largo del año, después de descontar la inflación -la primera caída de este tipo en cerca de una década», según el diario.
Los datos oficiales indican que el año pasado, para el 80% de quienes laboran en puestos no gerenciales del sector privado, la caída salarial fue de un 0.5% real (descontando la inflación) y de 0.9% real para quienes lo hacen en puestos directivos del sector público. (Ídem)
Las opiniones de especialistas estadounidenses se dividen en cuanto a las causas y perspectivas del fenómeno. Hay quienes opinan que es un asunto pasajero, en buena medida alentado por los altos precios del petróleo. Otros, como el economista Stephen S. Roach, de la consultora privada Morgan Stanley, dice: «Estamos dentro de un largo período en el cual los salarios ajustados a la inflación estarán bajo aguda presión. Este es un evento muy inusual en un período de crecimiento con alta productividad. Normalmente los salarios le siguen el paso a la productividad. Estos factores no se van a ir. Las presiones competitivas que encaran las empresas para bajar los costos laborales son intensas, y las alternativas que tienen -substitución tecnológica y mano de obra barata en el extranjero, son crecientes.» (Ídem)
Por su parte, Jared Bernstein, del Economic Policy Institute, dijo al diario: «El asunto no es si las corporaciones están buscando mayores ganancias, sino cómo es que están lográndolas, a ese grado, a expensas de las remuneraciones. Estoy impresionado de ver lo exitosas que han sido en restringir los costos laborales.»
Y Richard B. Freeman, economista de la Universidad de Harvard, «predijo que la nueva competencia en la forma de millones de chinos, indios y otros trabajadores calificados de Asia, que entran al mercado laboral global, crecientemente empujarán hacia abajo los salarios en EE.UU. «La globalización hará más difícil para los trabajadores estadounidenses obtener los incrementos salariales y los beneficios que podríamos esperar» (Ídem).
Otros estudios realizados por economistas de las Naciones Unidas, como Guy Standing y Susan Joekes, resaltan además que los nuevos procesos de industrialización para la exportación, a partir del «off shoring» (realización de ciertos procesos industriales o de ensamblaje, en terceros países), se realizan a partir de contratar fuerza de trabajo de mujeres, a quienes se les pagan menores salarios que a los hombres.
Mientras que Standing llama a esto la «feminización» del mercado laboral y de los procesos de contratación, en una investigación Joekes encontró que el promedio mundial de brecha salarial por discriminación sexual está entre el 10% y 25% en contra de las mujeres, donde «más de la mitad de la brecha salarial por género es atribuible a estructuras salariales diferentes para hombres y mujeres, y menos de la mitad se explica por variaciones en las características individuales de los trabajadores.»
ESPECIALISTAS EN POBREZA
Lo anterior ocurre cuando también en Costa Rica se reflexiona sobre el papel que juegan las economías latinoamericanas en la división internacional del trabajo, y las alternativas.
En su lección «Competitividad y pobreza: los riesgos de los equilibrios perversos» impartida el 20 de abril, en la Facultad de Ciencias Económicas de la UCR, el economista Leonardo Garnier recordó que la regiónse incluyó en el mercado mundial precisamente a partir de la explotación intensiva de mano de obra barata y de los recursos naturales.
Las burguesías latinoamericanas, con una cultura de extracción de renta, más que de producción de valor e innovación tecnológica, tampoco comprendieron que era en su propio provecho que debían contribuir a costear la inversión pública.
«Al convertirse en criterio clave de nuestra competitividad, los bajos salarios han fomentado la baja productividad que, a su vez, ha hecho que los salarios se mantengan bajos. De la misma forma, esquemas tributarios escuálidos han resultado en una inversión pública igualmente reducida que, por su parte, contribuye a la baja productividad de la economía que redunda, de vuelta, en la incapacidad tributaria. Así, se ha entretejido un complejo círculo vicioso por medio del cual la presión competitiva de los mercados empuja a las economías latinoamericanas a profundizar este patrón de lo que podríamos llamar un ‘crecimiento basado en la pobreza'», argumentó.
Para el especialista, estos elementos han dado lugar tanto al «capitalismo a medias» como a la «democracia a medias» que caracterizan a América Latina. Pero, además, nuestros países -tradicionales oferentes de mano de obra barata- enfrentan la misma competencia que está tirando a la baja los salarios estadounidenses.
«En el contexto de la globalización – y, sobre todo, si tomamos en cuenta la incorporación inminente de China a los mercados internacionales, y la eventual competencia de los países africanos – las sociedades latinoamericanas corren hoy no sólo el riesgo del estancamiento generalizado, sino el de una creciente desintegración, de partirse en dos, convirtiéndose en países en los que una pequeña parte de su población de avanzada, moderna, exitosamente integrada a la globalización, goza de un alto nivel educativo, altos ingresos, patrones culturales y de consumo de primer mundo; mientras otra parte, mucho más amplia, se ve crecientemente relegada a subsistir en una especie de cuarto mundo en el que solo la continua reproducción de su pobreza la hace interesante y atractiva para el mercado», expresó.
En su opinión, la salida pasa por «una doble ruptura: una ruptura con el capitalismo a medias y una ruptura con la democracia a medias que parecen caracterizar los esquemas de crecimiento empobrecedor.» Y en el caso de Costa Rica, por «un acuerdo democrático que permita romper con el círculo vicioso del crecimiento basado en la pobreza, para avanzar hacia un tipo de sociedad en el que, de verdad, quepamos todos.»
Tarea cada vez más cuesta arriba cuando, gracias a la globalización del mercado de trabajo, ya ni siquiera el incremento de la productividad es garantía de que el capital vaya a remunerar los salarios de manera creciente.
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