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Profesor de filosofía e intelectual incisivo, Roberto Fragomeno propone en este texto una mirada que atribula por sí misma. El tiempo actual es difícil de encarar y en muchos casos los intelectuales se sienten vulnerables ante ese reto, de modo que optan por el silencio, el disimulo o el abigarrado discurso de los relativismos posmodernos.
Cualquiera que intente analizar las manifestaciones sociales de la actualidad corre el serio riesgo de que todo lo que diga pueda ser usado en su contra. Unas veces por descabellado, otras por aventurero, otras por neoconservador, otras por ortodoxo, pero sobre todo por no ser políticamente correcto.
Muchos intelectuales han optado por el silencio, por la perplejidad o por el cinismo. Otros claman por combatir la creciente perdida de poder del conocimiento frente a los complejos mecanismos del consumismo, paso superior de la sociedad de acumulación capitalista.
El autor de este liro es uno de esos pensadores que intenta hacer frente a la andanada de superficialidad de la sociedad contemporánea.
Desde sus instrumentales reflexivos como Foucault y Adorno, y su sustento hegeliano, Fragomeno comenta aspectos diversos de la sociedad contemporánea desde su perspectiva de latinoamericano.
Las tribulaciones de la modernidad es un conjunto de abordajes de temas que transitan el mundo intelectual y desde ahí van hilando una visión de mundo que coincide con un realidad material económica.
El tema de la tecnología es uno de los escogidos por el autor, como ejemplo toma el hipertexto frente al libro. Desvela así un nuevo lector que lejos de ganar en autonomía pierde en identidad.
Dice: «…la innovación tecnológica descentra al sujeto clásico moderno: el individuo, sujeto racional y actor de su propio interés. Con el hipertexto, el centro de la subjetividad deja de ser ontológico (y por eso deja de ser mediación) para convertirse en una función. Y, a esta función, se la celebra en nombre de un pluralismo de las imágenes que no se pregunta por la lógica geopolítica de producción global que trabaja para esa apariencia de «descentramiento democrático».
Y agrega: «La «obra» del sujeto ya no será un realidad física soportada por la unidad indisoluble del yo sino que se verá como una pequeña central telefónica. Una posibilidad más de conectarse con una serie de fuentes. De actor racional, el individuo posmoderno pasará a ser usuario.» (p.81)
Estas reflexiones son, cuando menos, inquietantes.
Como señala en la introducción: «El capitalismo del siglo XXI asistiría a una licuación de las culturas y de los sujetos que las activan. El presente mostraría una fragmentación extrema de la experiencia humana. Sería un presente cargado de espectáculos y escenografías.»
Roberto Fragomeno, resulta, como él se lo atribuye a Adorno, un intelectual difícil.
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