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La competitividad se logra con bajos salarios.
Una fuerza laboral asalariada conformada principalmente por mujeres jóvenes, con nula o poca educación y calificación, es el factor que explotado de manera intensiva y con bajos salarios, mediante distintas formas de «flexibilización» y subcontratación informal, sustenta el nuevo modelo exportador centroamericano, centrado en la maquila textil y la agroindustria.
Así lo afirma el estudio «Perfil de género de la economía del istmo centroamericano (1990-2002). Consideraciones y reflexiones desde las mujeres», realizado por investigadoras de Panamá, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Guatemala y Costa Rica, el cual fue presentado en nuestro país el pasado 17 de mayo por la economista María Rosa Renzi, representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM), quien lo coordinó.
Este trabajo, que se enmarca en el proyecto «La agenda económica de las mujeres», y es ejecutado en el país por el Instituto Nacional de las Mujeres (INAMU) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), fue comentado por Nancy Montiel y Juan Diego Trejos, docentes de economía de la UCR, quienes resaltaron su pertinencia y sus aportes al conocimiento de la economía regional. (Ver: «Enfoca cadenas de valor, con género» y «El primero con enfoque de género», respectivamente).
MUJERES EN LA CADENA DE VALOR
Uno de los principales aportes de la investigación es su examen de la ubicación de la fuerza de trabajo femenina en la producción de valor, en los conglomerados o «clusters» con mayor peso en la economía regional, como el textil y el agroindustrial; de lácteos, camarones y tubérculos; y en servicios «de punta», como los centros de llamada (call centers) y el turismo.
Como se dijo, en el caso de la industria textil y la agroindustria para la exportación, se encontró que, desde los 90, «se ha configurado una fuerza laboral asalariada formal de nuevo tipo, caracterizada por su marcada feminización, extrema juventud, ausencia de trayectoria y calificación laboral, con nivel de primaria o secundaria incompleta, urbanizada, ladinizada abruptamente (se refiere a mujeres de grupos étnicos cuya incorporación a estos trabajos implica un rápido desarraigo cultural), concentrada a lo largo de la franja central-pacífico, que se corresponde con la localización y relocalización de la maquila y agroexportadoras.»
Como parte de los nuevos procesos de contratación y explotación de la fuerza de trabajo, por las empresas, para abaratar costos de producción, estas trabajadoras «coexisten con una fuerza laboral femenina más adulta, con menos educación, pero más calificada en el manejo del rubro/rama, articulada a partir de la subcontratación, como cuenta propia, pequeña y mediana empresa y/o ayudante familiar no remunerada.»
En el caso de las cadenas de lácteos, camaroneras y tubérculos, las mujeres participan como «pequeñas productoras y socias de cooperativas, y es clara la feminización de los eslabones de mayor generación de valor agregado.»
En cuanto a las cadenas de servicios, en particular el turismo y los call centers, la investigación encontró «un perfil más equilibrado en términos de género, con predominio del trabajo asalariado, un nivel de educación más alto y de mayor juventud, donde el manejo del idioma inglés se muestra como un factor facilitador de acceso a estos nuevos mercados laborales, lo cual comporta, por primera vez, una ventaja para la juventud Caribe, pero es discriminatorio para la gran mayoría mestiza.»
Renzi explicó que «la asociación entre feminización de la fuerza laboral y su uso intensivo, pone en evidencia que el factor trabajo ha sido la variable de ajuste para alcanzar la competitividad, a través del aumento de la intensidad y la duración de la jornada laboral.»
«El paradigma del nuevo patrón de inserción en la economía global, legitima un nuevo concepto del trabajo femenino con severos sesgos de género no dimensionados aún. El trabajo femenino es sinónimo de trabajo no calificado, de trabajo inferior, y si es inferior, abre las puertas a no ser regulado», agregó.
De esta manera, más que un «nicho de trabajo para mujeres pobres», la maquila «es a la vez un factor desencadenador de procesos de empobrecimiento de las mujeres y de las comunidades.»
El estudio reveló, por ejemplo, en Guatemala, «daños importantes en la salud de las mujeres trabajadoras de maquila y de empresas agroexportadoras. Un proceso de desgaste en varios de los sistemas, especialmente los ojos, sistema vascular, músculo esquelético y genitourinario.»
En Nicaragua y en Honduras, el trabajo de «ship out», en el turismo de cruceros, y la migración laboral de la población garífuna, respectivamente, si bien «garantizan la economía urbana de Bluefields y de las comunidades garífunas, implican nuevos riesgos y vulnerabilidades, como la epidemia del sida, cuyos efectos son asumidos exclusivamente por las mujeres, y no se considera un problema de salud pública.»
La aplicación de formas flexibles de trabajo, en Centroamérica -explicó- «no significó la ruptura del orden de género vigente y que lo sustenta.» Por el contrario, «los cambios en la organización de la producción y competencia por mercados son factores que presionan a las mujeres y les exigen un mayor tiempo e intensidad de horas trabajadas.»
También el trabajo informal por cuenta propia, de las mujeres, «presiona por más tiempo e intensidad de la jornada laboral; la migración de madres y padres biológicos, recarga la jornada de las mujeres debido al cuido de niños, adolescentes y personas de la tercera edad.»
ECONOMÍAS MUY «ABIERTAS»
¿Cuál es el contexto económico en el que ocurre la feminización de la fuerza y de los procesos de trabajo en la región?
El estudio muestra que las exportaciones a terceros mercados crecieron apoyadas en políticas y regímenes especiales de subvenciones o exoneraciones. A pesar de ello las balanzas comerciales son en general negativas, excepto para Estados Unidos; la inversión se ha centrado en algunos sectores y países (Costa Rica y Panamá), y cinco millones de hombres y mujeres migrantes mantienen la economía familiar y proporcionan ese importante factor de ajuste del déficit de la balanza comercial y de dinamización económica, constituido por las remesas en dólares que envían a sus familiares.
Centroamérica ya es de las regiones más «abiertas» al comercio, con un índice (exportaciones menos importaciones, como proporción del PIB) de 0.87% (la Unión Europea registra 1.27%, Asia Oriental, 1.08%). No obstante, «el patrón exportador, lejos de responder a la meta de reorientar las exportaciones a terceros mercados y diversificarlas, mantiene la mitad del comercio extrarregional concentrado en un solo socio: EE.UU; en un sector: la manufactura; en una rama: la textil; y en un rubro: el vestuario.
Entre los elementos positivos de este modelo se encuentran los siguientes: el valor de las exportaciones regionales supera los US$ 3 mil millones, con un crecimiento promedio anual superior al de las exportaciones totales. Estas últimas han jugado un importante papel estimulador de la economía, ante la mayor vulnerabilidad y dependencia que caracteriza actualmente al comercio extrarregional; el comercio intrarregional es menos concentrado que el primero; las exportaciones de productos agropecuarios (carne, frutas, hortalizas, tubérculos, lácteos), y de productos agroindustriales (preparaciones de alimentos, aceites y grasas), han crecido en un 12.4% anual, comparado con el 4.5% del comercio extrarregional de alimentos.
Finalmente, el estudio llega a la conclusión de que es necesario un «nuevo contrato social y de género», el cual «tome en cuenta las nuevas particularidades del mercado laboral que no adquiere las clásicas características de empleo formal, protegido», a través de un conjunto de elementos que garanticen su sostenibilidad (ver «Hacia un nuevo contrato»).
Economista Nancy Montiel:
«Se enfocan cadenas de valor con género»
«El libro presenta un panorama bastante amplio y completo, con enfoque de género, de las políticas de estabilización y ajuste estructural implementadas en la región centroamericana y el fenómeno de la globalización, las nuevas configuraciones de la estructura productiva de los países; las nuevas formas de inserción de los países en la economía mundial; y las nuevas inserciones laborales de las mujeres en esa estructura y las condiciones laborales que enfrentan, profundizando en estudios de casos de conglomerados productivos.
Cabe destacar la metodología empleada de análisis de las cadenas de valor con enfoque de género, que permite conocer en mayor detalle la ubicación y el tipo de trabajo realizado por las mujeres, así como su contribución a esas actividades productivas y a la inserción comercial de los países en general.
Desafortunadamente, en todos los campos del desarrollo la región presenta un panorama triste, por lo que no queda más que empezar por reconstruir nuestras naciones, y en ello las mujeres organizadas podemos realizar un gran aporte. Aun en Costa Rica, el más avanzado de todos los países de la región, los retos son grandes y complejos.»
Fuente: Nancy Montiel, sobre el «Perfil de género de la economía del istmo centroamericano (1990-2002). Consideraciones y reflexiones desde las mujeres», 17-05-05.
Economista Juan Diego Trejos:
«El primero con enfoque de género»
Constituye un muy bien logrado esfuerzo de agregación y síntesis sobre las características y evolución de las condiciones económicas y sociales de la región centroamericana, con enfoque de género. En el pasado se han realizado esfuerzos regionales donde se ha estudiado la situación de las mujeres, como los de FLACSO y los financiados por la Fundación Arias, pero este es el primero en que se analiza la estructura de las economías centroamericanas con enfoque de género y los impactos de las reformas económicas que se generalizan en la región a partir de 1990 y de la nueva institucionalidad que las acompaña.
Otro mérito de la obra es su carácter de relectura de la profusa información cuantitativa que se genera sobre la región y que particularmente sintetiza y concentra la CEPAL, pero es una lectura con ojos de mujeres y dirigida a las mujeres.
Un tercer mérito del estudio es que no se queda en la relectura de la información agregada sobre la región, sino que avanza en estudios de caso sobre actividades en conglomerados que se están incentivando y desarrollando en la región. Estos conglomerados o nuevas actividades, si bien abren oportunidades de nuevos empleos para las mujeres, no dejan, como bien documenta el libro, de estar exentos de los viejos vicios contra la inserción de las mujeres (segregación y discriminación), agregando ahora elementos de una mayor intensidad en el trabajo requerido.»
Fuente: Juan Diego Trejos, sobre el «Perfil de género de la economía del istmo centroamericano (1990-2002). Consideraciones y reflexiones desde las mujeres», 17-05-05.
Hacia un nuevo contrato
La investigación hace las siguientes recomendaciones, de cara a la nueva realidad económica centroamericana:
* Involucrar a las mujeres en los procesos de planificación nacional y territorial, para que se incorporen sus demandas y necesidades en los planes de desarrollo y presupuesto público.
* Revisar la orientación de las políticas de inversiones en infraestructura física y social.
* Promover acciones de política laboral que aseguren los derechos laborales y humanos de la población trabajadora en los territorios del Pacífico y Caribe.
* Priorizar entre las mujeres las principales políticas conciliatorias, que permitan compatibilizar el orden económico con el de género.
* Revisar los patrones de género con que se ha reproducido la relación entre la economía productiva y reproductiva. El contrato social y de género debe tomar en cuenta las implicancias de la flexibilidad laboral en las relaciones de género no solo en la economía productiva, sino también en la reproductiva.
* Redefinir el concepto de empleo «normal» tomando en cuenta las prácticas de contratación de la fuerza de trabajo actual. Es el principal desafío.
* Realizar un monitoreo estricto para dimensionar el impacto sobre la salud de la población trabajadora en los nuevos circuitos productivos y derivar acciones que contribuyan a eliminar los factores que aceleran el desgaste de la fuerza de trabajo.
* Dar seguimiento a las condiciones laborales de mujeres y hombres en las empresas de régimen de zonas francas. Debe involucrarse a todos los actores estatales, organizaciones de la sociedad civil, sector privado, etc.
* Abordar la otra cara de las remesas y su impacto en el desarrollo de las comunidades de la costa Caribe.
* Organizarse con base en la nueva arquitectura económica requiere de acciones conjuntas de los distintos sistemas institucionales y tratados de integración y de libre comercio.
* Promover grupos de trabajo en torno a las negociaciones con capacidad de incidir con propuestas construidas desde las mujeres.
* Las instancias estatales encargadas de promover a las mujeres, deben ser los entes rectores de las políticas en pro de la equidad de género dentro de las fronteras nacionales, como indican sus mandatos de creación.
Fuente: Exposición de María Rosa Renzi sobre el «Perfil de género de la economía del istmo centroamericano (1990-2002). Consideraciones y reflexiones desde las mujeres».
El perfil demográfico
* Aumenta la esperanza de vida y disminuyen las tasas de fecundidad.
* Se registran elevadas tasas de embarazos adolescentes, tendencia ascendente a la feminización y juventud de los flujos migratorios. Emergencia de problemas vinculados a tráfico sexual, drogas, prostitución, etc. que afecta mayormente a niñas y niños, y mujeres.
* Mejora el nivel educativo de las mujeres (secundaria y universitaria) y se reduce la brecha de este tipo entre hombres y mujeres, pero persisten altas tasas de analfabetismo y de primaria incompleta en mujeres mayores de 50 años, con relación a los hombres.
* La educación es un derecho restringido para muchas mujeres rurales e indígenas, quienes presentan las tasas más altas de analfabetismo.
* Disminuye la tasa de mortalidad materna, pero es alarmantemente alta en Guatemala, Nicaragua y Honduras.
* Se registra un aumento histórico en la tasa de participación de las mujeres en el mercado de trabajo remunerado: entre 30% y 45%. El 72% de hombres y el 33% de mujeres son Población Económicamente Activa, pero dos tercios de las mujeres son consideradas en los criterios estadísticos como «Población Económicamente Inactiva» (principalmente como «amas de casa»), con lo cual se invisibiliza su aporte económico remunerado y no remunerado, desde el hogar.
Fuente: Exposición de María Rosa Renzi sobre el «Perfil de género de la economía del istmo centroamericano (1990-2002). Consideraciones y reflexiones desde las mujeres».
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