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En Idaho, Minesota, Louisiana, Florida, Dakota del Norte, Oregon, Nebraska y Washington, exigen cambios en el CAFTA antes de que este sea aprobado.
Robert Portman, representante de Comercio de los Estados Unidos y George Bus, presidente de esa nación, han emprendido una intensa campaña a favor de la aprobación del CAFTA.
El debate en torno al tratado de libre comercio entre Estados Unidos y América Central (CAFTA) está entrando en una fase decisiva. Tanto en Washington como en las dos capitales centroamericanas donde todavía está pendiente de aprobación -San José y Managua-, como en República Dominicana, se intensifican los esfuerzos de partidarios y opositores del tratado para imponer su criterio.
En Estados Unidos, no solo los grupos mas afectados por el CAFTA, entre ellos los azucareros y los textileros, alzan su voz contra el acuerdo en el Capitolio. El debate se extiende más allá, y hace propicia la ocasión para revisar los resultados del tratado firmado hace ya mas de una década con México y Canadá, cuyos resultados bien podrían ilustrar lo que nos espera con la aprobación del CAFTA.
BUSH APUESTA FUERTE
El presidente norteamericano, George Bush, ha vuelto a insistir en el tema esta semana, en un discurso pronunciado el pasado 17 de mayo, en la Casa Blanca, al señalar que la aprobación del CAFTA es la «primera prioridad» de su administración, por encima, incluso, de las negociaciones de la ronda de Doha, en el seno de la Organización Mundial de Comercio (OMC), colocada en segundo lugar.
Puede extrañar una preocupación tan alta con el tema. Bush ha logrado rápidamente la aprobación de una serie de leyes en el congreso, luego de su triunfo electoral del año pasado, que le otorgó un segundo período en al Casa Blanca. Pero, ahora viene la parte más difícil: la privatización del Seguro Social y el CAFTA, un tratado «menor», si se mira el peso de la contraparte, pero decisivo para la credibilidad del presidente en escenario de mayor envergadura. Lo que está en juego es la credibilidad de los Estados Unidos, su capacidad de mantener vivo el movimiento hacia una mayor liberalización del mercado mundial, explicó el comentarista de la prestigiosa National Public Radio, David Welna.
Welna recuerda que el «fast track», que autorizó a Bush a negociar nuevos tratados de libre comercio, fue aprobado en el 2002 por solamente un voto de diferencia en el congreso. Eso muestra lo difícil que se estaba tornando ya convencer a los congresistas de las bondades del modelo. En noviembre de 1993, el NAFTA había sido aprobado por 234 votos a favor, contra 200.
Ahora, que ya se pueden analizar sus resultados, estos son muy polémicos. El NAFTA, dice Welna, transformó un superávit de $2 mil millones con México, en un déficit de $45 mil millones. No ha sido solo el tratado lo que ha provocado ese déficit, en el que se incluyen las exportaciones petroleras de México a Estados Unidos. Pero es evidente que el TLC ha tenido una gran influencia en eso.
LECCIONES DEL NAFTA
Además, el deterioro económico y la pérdida de empleos en Estados Unidos no se transformó en ganancias para México. Un estudio realizado por el Latin America Working Group sobre los resultados del NAFTA señala que los empleos en el sector manufacturero en México cayeron un 9,4% entre 1993 y el 2000, como consecuencia de los cambios provocados por el tratado, principalmente el crecimiento de la maquila y el cierre de industrias en otros sectores. Además, según datos oficiales mexicanos, el ingreso de los asalariados perdió un 25% de su poder adquisitivo entre 1993 y 1998, en parte como consecuencia de la crisis del peso en 1995.
Si el NAFTA estuviera funcionando, dijo la congresista Marcy Kaptur, en un estudio sobre los 10 años de ese tratado, «más empleos de buena calidad hubiesen sido creados en los Estados Unidos, superando la pérdida de trabajos». En México, añadió, «los trabajadores hubiesen experimentado una mejoría en su nivel de vida». Pero el resultado es que unos 800 mil empleos se perdieron en los Estados Unidos, como consecuencia del NAFTA, consecuencia de la reubicación de fábricas que pagan «salarios de hambre» al otro lado de la frontera. Según el estudio presentado por Kaptur, los salarios en México «se han reducido en un tercio». En vez de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores mexicanos, concluyó, lo que ha ocurrido es una caída de los salarios, en medio de condiciones laborales «deplorables» y de una creciente concentración de la riqueza.
El NAFTA, advierte la congresista, ha desatado una carrera hacia el fondo del pozo, y ahora «la administración Bush está tratando de extender el mismo modelo a América Central» mediante el CAFTA. «Si ese acuerdo pasa está claro que solo podemos esperar lo mismo, o sea, pérdida de empleos, subempleo, y déficit comercial en Estados Unidos, sin mejorar el nivel de vida en los países pobres con lo que negociamos».
¿»TRATADO» O «ACUERDO»?
En medio de este debate surge un tema particularmente importante para la discusión del CAFTA. Kaptur señala que el NAFTA no debió ser negociado como un «agreement» (acuerdo), como se pretende hacer también con el CAFTA, sino como un «treaty» (tratado), «debido al impacto tan vasto que tiene, en lo social, económico, ambiental y político». Sus autores prefirieron utilizar la figura del «agreement» «para ahogar el debate, ya que el congreso no puede introducir modificaciones a los acuerdos comerciales».
Un tratado, agrega la congresista, «habría permitido un escrutinio mucho más cuidadoso, dándonos tiempo para la introducción de enmiendas y para un debate profundo. Un tratado habría sido más adecuado dado los daños colaterales que el NAFTA ha causado, especialmente entre los pobres y los trabajadores a lo largo del continente», destacó.
OPOSICIÓN
En ese contexto, no debe sorprender que el debate se haga cada vez mas difícil en el congreso. A la crítica general al modelo se suman los intereses particulares, principalmente de los productores de azúcar, que ven en las 107 mil toneladas métricas que podrían ser importadas de Centroamérica y República Dominicana una amenaza para sus intereses. Más de seis mil productores de azúcar de caña y de remolacha en los Estados Unidos, en los estados de Idaho, Minesota, Louisiana, Florida, Dakota del Norte, Oregon, Nebraska y Washington, exigen cambios en el CAFTA antes de que este sea aprobado.
Bush designó al representante por Ohio, Rob Portman, como nuevo responsable de negociaciones comerciales, para tratar de promover el tratado entre los congresistas.
Sin embargo, Portman sabe que su tarea no será fácil. Aun representantes republicanos favorables al libre comercio ven con suspicacia el tratado.
Entre los demócratas, Ellen Tauscher encabeza un grupo de 40 representantes, calificados de «centristas», cuyo papel es clave para la aprobación del CAFTA. «Tal como está, este tratado no puede ser aprobado», afirmó Tauscher.
En el senado, donde resurgen las críticas a las inadecuadas disposiciones laborales y ambientales del tratado, el clima es parecido. Allí se teme también la pérdida de empleos y, sobre todo, las consecuencias del tratado sobre el sector azucarero.
En Washington se habla de «side agreements», (acuerdos colaterales), que hagan mas digerible el CAFTA para el congreso. Pero esto implica reabrir las negociaciones.
Mientras tanto, en Centroamérica y República Dominicana crecen las voces que advierten sobre las graves consecuencias económicas y sociales del acuerdo, mientras sus partidarios se organizan y promueven, en Costa Rica, una millonaria campaña para doblar la resistencia de quienes se oponen al CAFTA.
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