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«En los años 20 del siglo pasado en San Ramón, un inmigrante español afincado en la localidad abrió una casa para el ejercicio de la prostitución, llamada El Trigémino. Con ello podríamos asegurar que se inaugura la actividad meretriz de forma directa en la cuna de poetas y presidentes».
En este edificio funcionó el burdel Lilly’s, en Puntarenas.
En Palmares también hay referencias sobre prostitución en los años 40 «… y refieren a dos mujeres denominadas ‘Las charolas’ que eran visitadas por hombres en su rancho localizado 100 metros al oeste del sector conocido como Los tres puentes en el distrito central».
Esto es parte de la información expuesta por los historiadores Rodolfo Fernández Carballo y Javier Rodríguez Sancho, docentes de la Sede Regional de Occidente de la Universidad de Costa Rica, ubicada en San Ramón, en su investigación «Elementos Históricos sobre la Prostitución Femenina en Costa Rica. El caso del Valle Central Noroccidental».
CONTEXTO SOCIAL
Para los profesionales es importante no perder de vista el contexto social del momento, ya que la primera mitad del siglo XX representó una época de estancamiento económico para los cantones al oeste de la ciudad de Alajuela, entre Grecia y San Ramón, donde se circunscribe el estudio.
La situación varía en la segunda mitad «cuando encontraron mejores opciones socioeconómicas jalonadas de la mano del auge del café para la exportación y también el modelo benefactor del estado costarricense abrió los créditos para la agricultura que de forma irregular rendirá sus frutos la mejorar las condiciones de los campesinos».
Estos factores, señalan Fernández y Rodríguez, generaron un cambio sustancial en la calidad de vida de los lugareños en comparación con otras zonas del país.
Así, en el Censo de Población de 1950, Costa Rica tenía un total de 800.875 habitantes, y en la provincia de Alajuela se contabilizaron 148.850 personas, lo que representaba poco más de un 18% de la población nacional.
Precisamente en esta coyuntura, de explosión demográfica, conocida como «Baby boom», y en la que «efectivamente nuestros antepasados recibieron los hijos que Dios les mandó», los investigadores reconocen en los 50 y en los 70 un incremento de la prostitución femenina en la ciudad de San Ramón y Grecia.
LOCALES
En las décadas señaladas los historiadores explican que «hubo una casa encubierta ubicada cincuenta metros al norte del actual Gimnasio «Gabelo Conejo»; su servicio era discreto para evitar cualquier tipo de censura, ya sea sanitaria o policial. También funcionó otra casa en la antigua parada de autobuses donde hoy día esta situado el Banco Nacional; esta vivienda pertenecía a una señora que había ejercido el oficio».
Frente a la actual Librería La Atenea existió una especie de casa de citas donde su propietario vestía con atuendos árabes, turbante y bata, ofreciendo jóvenes a sus clientes y evocando a los jeques orientales rodeados por damas al estilo de Las mil y una noches.
Fernández y Rodríguez recalcan que los locales «carecían de condiciones básicas y su funcionamiento estaba al margen de las leyes correspondientes, aunque gozaban con la legitimación de sus asiduos clientes»…
En los años 80 se tiene referencia de una pensión, propiedad de un ramonense y funcionó de forma «sombreada», al igual que las anteriores. «La desaparecida Pensión Central, contiguo al Club de Amigos, subsistió hasta la década de los años 90 como un lugar de citas con mujeres maduras y concurrida por un público masculino heterogéneo, en particular señores, no adolescentes».
Los investigadores manifiestan que aunque el fenómeno de la prostitución necesariamente no se asocia con el aumento poblacional, este incide de forma diversa. En este sentido «…salvando los prejuicios y limitaciones del caso, la población inmigrante pobre representó un potencial semillero para las actividades informales y el subempleo, y en el peor de los casos para sumarse a las actividades «ilícitas», entre ellas la prostitución o la delincuencia».
El estudio expone que en el pasado, quienes más fustigaron el comercio sexual fueron algunos curas de la parroquia ramonense, aunque desde una perspectiva moralizante que censuraba a las mujeres de forma directa, «no obstante los parroquianos que visitaban esos lugares no eran tan duramente criticados en algunos sermones dominicales…»
GRECIA Y PUNTARENAS
Fernández y Rodríguez aseguran que en las décadas del 50 y 60 se localizaban ‘puteros’ de forma permanente en Grecia.
Las mujeres que trabajaban en la pensión que arrendaba una señora eran llamadas por los jóvenes como las ‘muchachas de Fina’. En este lugar se encontraban imágenes y estampas de santos y santas en algunas paredes de cuartos privados; entre estas estaba una tica: Marisa , así como la Santísima Trinidad con un gran ojo al lado del purgatorio, mediatizado por las llamas del infierno.
Otro de estos centros de prostitución fue Micaela y la Pensión Montero. Todos estos locales fueron arrendados por señoras que conocían y habían ejercido el oficio y que con el paso del tiempo se había convertido en su modus vivendi.
Los autores recalcan el hecho de que «Grecia no tuvo prostíbulos en los años ochentas y noventas; conjeturamos que una de las razones es su proximidad con respecto a la ciudad de Alajuela y San José,donde sí se desarrolló de forma sostenida la prostitución».
En el caso de Puntarenas los historiadores afirman que más allá de los límites convencionales del Valle Central, ‘el Puerto’ (Puntarenas) fue punto inevitable del imaginario erótico del valle centralino o un destino inevitable en su ruta sexual.
Se mencionaba que los muchachos iban a perder su virginidad al Puerto, o al menos eso afirmaban, según los roles de masculinidad del tico promedio.
Esta situación «tendió una sombra negativa sobre la mujer puntarenense (…) que aún prevalece, no obstante, algunos porteños sostienen que un porcentaje de mujeres que ejercieron la prostitución en el lugar eran «cartagas» o de la Península, para surtir los «burdeles finos» del lugar, hacia los años 50, 60, 70 y 80 del siglo XX, entre ellos: Lilly’s, Jessy, Hamburgo, Copacabana, Lucky Star y el Portón Verde, ubicados en el centro de la ciudad o cerca de la playa».
Mientras que hacia el estero, en las inmediaciones del mercado municipal, por el muellecito, estaban los puteros populares. «Los sitios más reconocidos fueron Taicaré, El Bambú, La Cueva del Coral y el Hotel Miramar, donde se desarrollaban sendos bailongos nocturnos con marimba o rockola que disfrutaba el cliente de escasos recursos.
VALORACIONES
Como parte de las valoraciones finales, los investigadores afirman que «en la actualidad las niñas y adolescentes explotadas sexualmente y las adultas que ejercen la prostitución en San Ramón, Palmares, Naranjo, Zarcero, Atenas, Sarchí, Poás y Grecia parecen que están invisibilizadas para las autoridades locales y nacionales, no así para los vecinos que la reconocen con facilidad».
Además, afirman que ellas «no escapan de los círculos de pobreza material, baja escolaridad, madres solteras cabezas de hogar, desempleadas, sin redes de apoyo familiar, en algunos casos alcohólicas o drogadictas y víctimas de la indiferencia del Estado por medio de instituciones como el PANI, INAMU, IMAS u otras instancias que serían parte integral en la solución de la problemática social».
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