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La Casa Blanca estaba muy interesada entonces en desacreditar al embajador Wilson por su afirmación de no haber encontrado evidencias contra Hussein.
La periodista Miller representa el lavado de la información, según la organización internacional La Redvoltaire y añadió que sus primicias periodísticas en el New York Times vienen de fuentes anónimas del círculo del vicepresidente Dick Cheney.
¿ Reveló o no reveló Karl Rove, principal asesor político del presidente George Bush, que Valerie Plame, esposa del exembajador Joseph C. Wilson IV, era agente de la CIA?
El tema tiene de cabeza el mundo político de Washington y la prensa norteamericana. El fiscal designado especialmente para este caso, Patrick J. Fitzgerald, ha pasado gran parte de su tiempo en los últimos dos años tratando de responder a esa pregunta.
La Casa Blanca estaba muy interesada entonces en desacreditar al embajador Wilson por su afirmación de no haber encontrado evidencias de que Sadan Hussein estuviera tratando de conseguir uranio enriquecido en Níger, para fabricar una bomba atómica. La posibilidad era importante porque tenía que ver con los argumentos esgrimidos por la Casa Blanca para justificar la invasión de Irak. El tema era tan importante que el propio Bush decidió reiterar la acusación en su informe a la nación de ese año, pese a que ya se conocía la opinión de Wilson, después de su viaje a Níger.
El diplomático había viajado a ese país africano en febrero del 2002 para investigar las acusaciones contra el presidente iraquí. Hoy se sabe que no solo esa acusación era totalmente infundada y que el diplomático tenía razón. Esa, como muchas otras afirmaciones sobre la capacidad militar del gobierno iraquí, las amenazas con armas de destrucción masiva, eran apenas argumentos falsos, inventados por los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra para justificar su invasión a ese país.
IMPUGNAR EL INFORME
Pero, para sostener la afirmación de que el gobierno iraquí contaba con armas de destrucción masiva e intentaba construir una bomba atómica era conveniente desacreditar al embajador Wilson. Entonces, alguien en los mas altos niveles de la Casa Blanca reveló que su esposa, una experta en armas de destrucción masiva, era agente de la CIA y que había sido ella quien lo designó para esa investigación, un tema sobre el que la propia Valerie Plame había informado anteriormente. La revelación trataba de impugnar la seriedad del informe de Wilson.
La verdad sobre este caso, diría Richard Cohen, un importante columnista de Washington, citando un alto funcionario de la Casa Blanca, es que representa pura y simplemente una venganza contra alguien que no colaboró con el montaje en torno al caso de Irak.
Pero, la revelación de que la esposa de Wilson era agente de la CIA puede constituir delito en Estados Unidos, por lo que se designó un fiscal especial para investigar quién había revelado ese secreto, difundido luego por la prensa.
Poco a poco se fueron conociendo los detalles, hasta que surgió el nombre del asesor político de Bush, Karl Rove, como el responsable de la infidencia. El fiscal ha exigido a dos periodistas involucrados en el caso -Matthew Cooper, de la revista Time, y Judith Miller, del New York Times- que revelen sus fuentes de información sobre este caso. Cooper aceptó, a última hora revelar su fuente, señalando que había sido expresamente autorizado por esa persona para hacerlo. Con esto se salvó de ser enviado a la cárcel. Pero, Miller prefirió no hablar, y el juez Thomas Hogan ordenó que la reportera permanezca encarcelada hasta tanto no termine el mandato del jurado investigador, en octubre. Miller podría ser dejada en libertad antes si decide revelar la identidad de sus fuentes anónimas a la justicia, a lo que se ha negado hasta ahora
La prisión de Miller ha sumado a este caso un nuevo ángulo, sobre el derecho de los periodistas de mantener en secreto sus fuentes. El editor del periódico, Bill Keller, defendió a su reportera y señaló que Judith se enfrentaba a la disyuntiva de traicionar la confianza de su fuente o ir a la cárcel, y alabó su decisión de no hablar.
Organizaciones de prensa, en Estados Unidos y en otras lugares, han manifestado su repudio a la decisión, pero también han surgido revelaciones sobre el papel de la periodistas que amplían la naturaleza del debate que, por ahora, ha entrado en minucias legales, en una discusión sobre el contenido exacto de las palabras de Rove hace dos años y sobre el alcance de la legislación que condena hasta a diez años de cárcel a quien revele el nombre de un agente secreto en Estados Unidos.
Los demócratas piden la destitución de Rove o, por lo menos, que deje de tener acceso a información clasificada mientras dure la investigación.
Los republicanos han montado una agresiva defensa del principal asesor político de Bush que el columnista Cohen defendió diciendo que «no era un traidor», solo un «oportunista político».
Se discute poco sobre los recursos utilizados por la Casa Blanca para justificar la invasión de Irak y tampoco se habla mucho sobre el papel de la prensa en el cuidadoso «ablandamiento» de la opinión pública norteamericana e internacional antes de la invasión.
Miller
«Indigna la presión a la periodista Miller», decía un comentario en la prensa norteamericana. La desprestigiada organización «Reporteros sin frontera» se sumó a los reclamos. En realidad, Judith Miller aparece como una nueva víctima de la arbitrariedad y una defensora de los derechos democráticos.
Sin embargo, se puede encontrar en Internet información muy distinta sobre su papel en la campaña lanzada por la Casa Blanca antes y durante la invasión de Irak para convencer a la opinión pública de que los falsos argumentos del gobierno eran ciertos.
En la página de la Redvoltaire, Paul Labarique publicó un largo artículo sobre «Las falsas primicias del diario New York Times, en el que acusa a la periodista de ser parte de este proyecto de «desinformación masiva».
La Redvoltaire es una organización internacional de investigadores, académicos, representantes de partidos, organizaciones políticas y sociales francesas y de otros países.
Labarique señala que «Miller representa el lavado de la información», y añade que sus primicias periodísticas en el New York Times vienen de fuentes anónimas del círculo del vicepresidente Dick Cheney, que lanzan la campaña de desinformación que, una vez publicadas, son confirmadas por ellos mismos.
Se trata de un mecanismo sencillo, que Labarique explica así: «Para dar validez a informaciones vitales desde el punto de vista estratégico, los responsables del grupo de propaganda del Pentágono se las arreglan para hacer llegar «información confidencial» a una periodista conocida. Esta, para verificarla, acude a sus fuentes gubernamentales que son precisamente los autores de dicha información y que, por consiguiente, confirman su veracidad. Después, los que toman las grandes decisiones no tienen más que retomar el artículo de la periodista para justificar sus propios argumentos y utilizando así el artículo como base argumentativa».
En 2002, Miller ganó un premio Pulitzer compartido por sus artículos sobre la red terrorista al-Qaeda, lo que la convirtió en una de los «especialistas en cuestiones de defensa» y, según las afirmaciones de Labarique, se unió a las filas de los simpatizantes neoconservadores, en el marco de la guerra contra el terrorismo.
Se añade así, un nuevo aspecto en el debate sobre las armas utilizadas en la preparación de la opinión pública para la invasión de Irak, que no se limitan solo a la posible infidencia de Rove, sino también al papel de la prensa en esa lucha.
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