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De barro, piedra o nácar Intermediarias de lo mágico y lo terrestre

Una exposición revela una visión diferente de la mujer precolombina.

Una exposición revela una visión diferente de la mujer precolombina.
La antropóloga Patricia Fernández fue la curadora de la exposición «Mujeres de Arcilla» que devela facetas poco estudiadas de las primeras mujeres que habitaron Costa Rica.
Mujeres guerreras, cacicas, chamanas, curanderas y custodias de lo sagrado son algunas de las facetas que devela la novedosa muestra «Mujeres de arcilla», que se exhibe en el Museo de Oro.
Con una cuidadosa selección de obras cerámicas, la antropóloga Patricia Fernández lleva al visitante por una travesía que se inicia en el año 500 a.C. hasta una reseña sobre el papel actual de las mujeres indígenas costarricenses.
Por mucho tiempo ignoradas por las investigaciones arqueológicas, el rol social de las mujeres que habitaban nuestro territorio antes de la llegada de la cultura española ha sido poco estudiado, pese a que existen referencias y hallazgos que demuestran que las mujeres precolombinas cumplieron tareas más allá de lo doméstico.
 
 
Fernández, quien fue la curadora de «Mujeres de arcilla», explica este vacío en el desarrollo de la investigación científica en este campo.  En un inicio, en Costa Rica los investigadores se dedicaron a caracterizar el desarrollo de las sociedades y los aspectos generales de los pueblos precolombinos.  Actualmente están en capacidad de ahondar sobre otros más específicos, como éste por ejemplo, detalló.
«Mujeres de arcilla» es una exposición temática sobre la mujer y el poder, que incluye el ceremonial, la fertilidad, la vida cotidiano y la mujer indígena en la actualidad.  Estará abierta la muestra hasta junio del 2006.

SIEMPRE RELEVANTES

Fernández señaló a UNIVERSIDAD que el objetivo de esta exposición es contribuir a la discusión y reflexión sobre la mujer que habitó el territorio que hoy se denomina Costa Rica.
Desde el paleolítico la figura femenina ha sido representada profusamente.  Sin embargo, en Costa Rica las piezas más antiguas datan del 500 a.C. y proceden de la región guanacasteca.  Los arqueólogos han encontrado estos hallazgos en todo el país y revelan diferentes técnicas y estilos «la mayoría han sido recuperadas en enterramientos y unas pocas en espacios domésticos», añadió Fernández.  Estas representaciones se encuentran en menor medida en otros materiales, como la piedra, jade y concha.
Independientemente de la datación de las piezas exhibidas, todas evidencian que «de manera similar a lo que ocurre en las comunidades indígenas actuales, hubo equidad entre hombres y mujeres». Sin embargo, aclaró la curadora, existían labores que eran ejecutadas exclusivamente por mujeres y otras por hombres.
Fernández también apuntó el rango de un personaje se infería del tipo de enterramiento y la cantidad y calidad de las ofrendas funerarias que acompañaba a los hallazgos estudiados.  Y en cuanto a las figuras propiamente, la ornamentación, el vestuario y otros rasgos físicos ofrecen más datos para ubicarlos socialmente.
Todos estos elementos «permiten inferir la participación de la mujer en puestos de dirigencia que al igual que en la actualidad, estaban regulados por el sistema de parentesco.  En este sentido, la herencia de cargos dentro de ciertos clanes debió haber favorecido a la mujer, que ocupaba posiciones de prestigio similares a las de los hombres».
Esta apreciación es corroborada por textos antiguos de los colonizadores españoles que detallaban en sus crónicas relatos sobre territorios dominados por cacicas.
Agregó que este tipo de pruebas documentales también podrían referirse a las hermanas mayores de los caciques, quienes eran las encargadas de la transmisión monárquica en los pueblos con sistemas matrilineales; ellas disfrutaban de posiciones de poder entre los pobladores.

GUERRERAS Y HECHICERAS

«Las mugeres van a la guerra con sus maridos y ayúdanles dándoles varas y lancas y tiran piedras», describió Juan Vázquez de Coronado en 1563.  El relato del colono español es apoyado por la existencia de piezas de cerámica que muestran mujeres de cuerpos fornidos en actitud de lucha.  Lo que contrasta con lo escrito por el español Andrés de Cereceda en 1523, cuando escribió que «en estas dos provincias (Térraba y Boruca) hilan los hombres como mugeres, é lo tienen por cosa è oficio ordinario para ellos».
En estas sociedades hablamos de complementariedad de lo femenino y lo masculino, aunque el comercio, productoras de artesanía, transmisoras de la cultura y guardianas de objetos sagrados.
Esta última función fue criticada por los españoles cuando llegaron a nuestro territorio.  Pedro Godínez en 1575 consignó en una crónica que «hablan muchos de ellos con el demonio, ay gran cantidad de mugeres brujas y adivinadoras».  Algunas de las figuras expuestas representan la transformación simbólica de mujeres a formas de jaguar, mismas que experimentan durante los rituales dirigidos por las chamanas y reservados exclusivamente.
Esta intermediación femenina con los seres supremos persiste hasta nuestra fecha en pueblos como los guatusos y los bribris, aseguró la antropóloga.

LA DESTRUCCIÓN COLONIAL

Pese a que durante todo el periodo anterior a la llegada de los invasores españoles ocurrieron cambios en la conformación social de los pueblos precolombinos, las mujeres siempre tuvieron un papel de relevancia.  Pero con la llegada de los españoles se modificó radicalmente la participación femenina en aquellos pueblos.
Acordes con los postulados judeo-cristianos que impusieron en estas tierras, los españoles despojaron a las mujeres de sus roles y fueron relegadas a funciones domésticas secundarias, pero en lo económico fueron mano de obra fundamental, ya que fueron explotadas de diferentes formas, aclaró Patricia Fernández.
Con respecto a la cosmogonía precolombina el principal cambio fue la eliminación de la complementariedad femenina, la española solo les ofrecía un dios masculino sin ninguna contraparte.  Esto explica la aparición de vírgenes en toda América Latina, y en muchos pueblos ellas son más importantes que el mismo dios traído por los europeos.
Actualmente, en las comunidades indígenas se preservan rasgos precolombinos y las mujeres se han reorganizado en proyectos de autogestión para mejorar sus calidades de vida, algunos rescatan técnicas tradicionales artesanales.
Con todo esto, «la mujer indígena ha retomado uno de los papeles más importantes:  el de reproductora cultural.  Este es el mecanismo por medio del cual los pueblos preservan su identidad», concluyó la antropóloga.

  • Eduardo Muñoz 
  • Cultura
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