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«La revolución se lleva en el corazón no en la boca para vivir de ella» (Ernesto Che Guevara».)
Durante muchos años el pueblo venezolano estuvo bajo la férrea dictadura de una clase gobernante corrupta y oportunista, la cual gobernó a Venezuela como si fuera un latifundio más de su propiedad.
Durante esos largos años de depredación e inmundicia, las clases políticas, oligárquicas y capitalistas latinoamericanas y venezolanas, no solo guardaron silencio de los atropellos y gollerías de sus gobernantes, sino que se regocijaron y aprovecharon de tan especiales ocupantes del Palacio de Miraflores. Durante esos años de robo, estafa, tráfico de influencias, oportunismos, desmanes y cuanta corruptela había, los grandes medios de comunicación social y demás sectores adinerados, empresariales e industriales, se hicieron de la «vista gorda» y bajo la filosofía del «dejar hacer, dejar pasar», silenciosamente sacaron provecho de las medidas que sus rapaces emisarios palaciegos ponían en práctica en contra de las grandes mayorías sociales, empobrecidas, humilladas, sometidas y silenciadas. La OEA, el imperio norteamericano, los plebeyos gobiernos del continente, los medios de comunicación social, sectores oficiales defensores de los derechos humanos, Conferencia Episcopal, etc. todos ellos se mantuvieron en el más absoluto mutismo. A todo eso le llamaban gobiernos democráticos, libertad y justicia social. La estafa, el robo, el despojo, el fraude y el chantaje se asumían como prácticas necesarias y legales dentro de la lógica de la democracia occidental y capitalista.
Sin embargo, semejante atropello al humilde pueblo venezolano, de parte de las clases poderosas no podía ser eterno. Tenía que aparecer alguien con dignidad, compromiso y respeto por los sectores más humildes de la sociedad. Ese sería el Comandante Hugo Chávez Frías. Hoy por hoy, el Comandante, con el apoyo de su pueblo, ha sobrevivido a un intento de golpe de estado, orquestado y practicado por el gobierno gringo y las clases poderosas venezolanas; se mantuvo en pie luego de dos meses de huelga general gestada por los grandes sectores empresariales y oligarcas; y como si fuera poco, arrasó con el referendo revocatorio con una abrumadora mayoría de votos legítimos, tampoco ha logrado quitarlo del poder el constante acecho de la Conferencia Episcopal Venezolana, de por sí ya muy desprestigiada por su reconocido carácter oligárquico-capitalista. No hay duda, Hugo Chávez se ha logrado mantener en el poder porque cuenta con un amplio apoyo de la población más pobre, más humilde y más honesta de la Nación Bolivariana. Quienes hoy condenan las políticas humanizadoras del Comandante, son aquellos que durante muchos años aceptaron con beneplácito las corruptelas de las elites poderosas del gran capital, mafias político-empresariales que hicieron fiesta con los bienes del pueblo. Por eso hoy, cuando La República Bolivariana marcha por la senda de la justicia social, poniéndole fin al saqueo y la rapiña, la supuesta oposición democrática, plagada toda de antiguos políticos y grandes empresarios , no cesan en su empeño de denigrar y desprestigiar, sin ninguna otra razón más que sus intereses económicos, a una revolución democrática, pacífica y defensora de la justicia social y los derechos humanos.
Sin embargo, los propagandistas del gran capital como La Nación S.A. en Costa Rica o publicistas del neoliberalismo salvaje, como Jaime Daremblum o Carlos Alberto Montaner, miembro de la cofradía cubana de Miami, son capaces de recurrir a las más bajas y espurias de las infamias con tal de descalificar al valeroso gobierno y pueblo venezolano. Las minorías selectas que han gobernado durante muchos años el continente latinoamericano, y que han hundido en la pobreza, la miseria, la violencia y la delincuencia a nuestras sociedades, no soportan ser desplazadas y despojadas de sus fuentes de riqueza, adquirida gracias al despojo y la expoliación a que han sometido, mediante sus políticas económicas neoliberales , a los pueblos latinoamericanos.
Profesor de humanidades
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