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La aprobación reticente en el congreso estadounidense de un acuerdo que se percibe en América Latina como más ventajoso para EE.UU, puede agravar la pérdida de influencia de Washington.
A pesar de la estrecha victoria del presidente George W. Bush en el Congreso respecto al Acuerdo de Libre Comercio con América Central (CAFTA en sus siglas en inglés), Estados Unidos podría estar perdiendo la guerra sobre el futuro de América Latina, según un artículo del diario Wall Street Journal Americas, publicado en La Nación de Argentina.
El CAFTA promete un escaso alivio a cinco países centroamericanos y República Dominicana, al hacer esencialmente permanente un conjunto de preferencias temporales que ya disfruta la región. También, ofrece acceso limitado para sus industrias más competitivas, como la azucarera.
Por el contrario, el Acuerdo de Libre Comercio con Norteamérica le ofreció a México acceso sin precedentes al mercado automotriz estadounidense, una ventaja que todavía contribuye a la economía mexicana. Aunque no hay un premio económico similar en el CAFTA, Nicaragua, Guatemala y Honduras ya han ratificado el acuerdo y se espera que los otros lo hagan también. A pesar de algunas dudas con Costa Rica, donde la oposición al pacto es mayor, los países esperan que al asegurar un acuerdo permanente con Estados Unidos, las compañías internacionales invertirán más en la región.
DISMINUYE INFLUENCIA
La aprobación reticente en el congreso estadounidense de un acuerdo que se percibe ampliamente en América Latina como más ventajoso para EE.UU., puede agravar la pérdida de influencia de Washington en la región. EE.UU. busca la cooperación de los latinoamericanos en temas como la guerra contra el terrorismo, pero aún no ha correspondido atendiendo puntos claves para la región, como una reforma migratoria para otorgar estatus legal a millones de personas latinas indocumentadas. Tampoco, ha recortado subsidios agrícolas estadounidenses para hacer el comercio del sector más justo, ni ha impulsado la unión del hemisferio con el tan nombrado Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA). El resultado: solamente una quinta parte de los líderes políticos y empresariales de la región siente que lazos más fuertes con EE.UU. beneficiarían a sus países, según una encuesta de Zogby International en 2003. Esa posición de EE.UU. respecto a sus vecinos al sur de la frontera ha fortalecido a los críticos de Washington y la globalización, como el presidente de Venezuela, Hugo Chávez.
Varios países de la región han elegido gobiernos de izquierda y la oposición pública a políticas de libre comercio auspiciadas por EE.UU. está frenando el dinamismo de las economías latinoamericanas. Con Washington concentrado en el terrorismo, sus amigos de la región se sienten abandonados. Hace tres años, el presidente de Bolivia, Gonzalo Sánchez de Lozada, simpatizante de EE.UU., fue con sombrero en mano a Washington para pedir $150 millones en ayuda para financiar un déficit presupuestario y el plan de resistencia a una creciente oposición de sembradores de coca y radicales en contra de la globalización. EE.UU. se rehusó y el gobierno de Sánchez de Lozada se derrumbó un año después. Bolivia ahora está paralizada y con el tercer presidente en tres años. «Con todos los problemas que enfrenta EE.UU., creo que su actitud fue de no despertar a los perros_, dijo Sánchez de Lozada. «El problema es que los perros no están durmiendo, están ladrando, mordiendo y destrozando el jardín».
CHÁVEZ SE FORTALECE
Una figura que surge es Chávez, cuya combinación de gasto generoso en proyectos sociales y críticas violentas contra EE.UU. ha probado ser una fórmula exitosa para permanecer en el poder. También, es un modelo irresistible para otros políticos populistas en algunos de los países más inestables de la región, como Bolivia, Ecuador y Nicaragua. El nuevo gobierno de Ecuador ha puesto nervioso a Wall Street al deshacerse de un fondo de reserva petrolera usado para pagos de su deuda, mientras ha elevado el gasto social.
Chávez está sacando ventaja de los altos precios del petróleo para conquistar la buena voluntad de sus vecinos, surgiendo como el último recurso de préstamos para países endeudados. En lo que va del año, Venezuela adquirió $500 millones en bonos argentinos. La semana pasada, Caracas negociaba la compra de $ 200 millones de bonos ecuatorianos, monto que Quito espera poder elevar a $ 500 millones. «EE.UU. no está poniendo dinero en ninguna parte de América Latina, mientras que Chávez sí», dice Eduardo Gamarra, jefe de estudios latinoamericanos de la Universidad Internacional de la Florida. El líder venezolano, un aliado cercano del cubano Fidel Castro, quiere influenciar la región aún más a través de un canal de noticias latinoamericanas llamado Telesur, que funciona todo el día con el patrocinio de Cuba, Uruguay y la Argentina. Y aunque muchas empresas estadounidenses continúan invirtiendo en la región, ya se puede sentir un entorno más hostil.
En Venezuela y Bolivia, los gobiernos han aumentando los impuestos y las regalías cobradas a las petroleras extranjeras. Mientras que en la Argentina, el presidente Néstor Kirchner ha reaccionado al descontento de los electores con la privatización de empresas petroleras, eléctricas, de agua y otras. En general, la inversión extranjera directa en América Latina ha caído un 20% de su promedio anual de cerca de $ 70.000 millones a fines de los 90.
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