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El arquitecto realizó una investigación que rescata el legado de Luis Llach.
La Basílica de los Ángeles es, según González, uno de los edificios más representativos de apropiación en Latinoamérica. Crédito Foto: Infoweb de Costa Rica S.A.
Luis Fernando González, arquitecto, investigador y profesor de la Universidad Nacional de Colombia, vino a Costa Rica recientemente a presentar su libro «Luis Llach: en busca de las ciudades y la arquitectura en América», publicado por la Editorial de la Universidad de Costa Rica.
Su investigación reveló que la parte más relevante del arquitecto catalán Luis Llach, se construyó en el país a principios del siglo XX.
Sus edificios han permanecido en nuestras ciudades por muchos años, sin que nadie se preocupara por preguntar quién fue su autor.
UNIVERSIDAD conversó con Luis Fernando González para recordar al autor de obras como el edificio de Correos y Telégrafos de San José y la Basílica de los Ángeles en Cartago.
¿Por qué se interesó en la figura de Luis Llach?
– Hay que pensar que 99% de la arquitectura no la hacen los grandes profesionales, lo construyen empíricos o personas comunes. Por eso es que busco otros personajes. Voy más allá.
La idea de investigar a Llach surgió en Quibdó, una zona periférica y marginal en Colombia. Ahí hay edificios de arquitectura muy compleja, historicista, bien elaborada y siempre me pregunté por el autor.
¿Cuáles fueron sus hallazgos en su investigación en Costa Rica?
– Son muchos, pero la obra que considero uno de los ejemplos más representativos, no solo en el país sino en Latinoamérica, es la Basílica de los Ángeles. Es un ejemplo de apropiación.
Y es que una gran obra no es grande por su tamaño, sino por la capacidad de insertarse en un contexto urbano.
¿Cómo llegó a la conclusión de que la Basílica de los Ángeles fue diseóada por Llach?
– Casi no existen planos originales, sino levantamientos posteriores. Pero obtuve informaciones de fuentes de archivo e informes de prensa y así me pude enterar que él era responsable del proceso.
Luego, comparé el proyecto inicial con los proyectos sucesivos. Esto confirmó que los posteriores simplemente se apoyan en el diseño de Llach y que aunque hacen algunos cambios, mantienen el espíritu original de una iglesia basilical, bizantina.
¿Pero por qué fue olvidado por tanto tiempo el nombre de Llach, si él construyó obras tan importantes en Costa Rica?
– Lo que sucede con Llach es que mucha de su obra la hizo como diseñador de empresas constructoras. Entonces, en los planos pocas veces se hace referencia al arquitecto. Es por eso que muchas obras, como la Basílica de del Ángeles se le han adjudicado a otros autores y no se ha rescatado el diseño original de él.
Otro factor que se debe recordar es que su mejor época se dio entre 1909 y 1920, lo que hace su obra muy antigua y más propensa a que no se recuerde al arquitecto.
Pero hay otros aspectos por considerar…
– Sí. Normalmente somos muy desmemoriados con el patrimonio. Nuestra clase dirigente es despreciativa hacia él y ha sido permisiva con las demoliciones y cambios.
Sobre todo por que hay todo un proceso de reemplazo arquitectónico, es decir, hay una cultura entre empresarios y comerciantes que ha «macdonalizado» la ciudad. En especial en Costa Rica, que ha sido muy «miamizada» y eso hace que se haya entendido que progreso es igual a demolición.
Hay que recordar también que los héroes, tradicionalmente, han sido políticos. Hasta hace poco se ha escrito una historia cultural. Todo eso contribuye a que la arquitectura y los arquitectos sean olvidados.
¿Y ha sido mucha la obra de Llach que ha desaparecido?
– Sí, las casas fundamentalmente. La arquitectura domiciliaria ha desaparecido casi en su totalidad, pero quedan las obras más significativas como los edificios de Correos y Telégrafos de San José y Heredia, y mucha de su obra institucional y religiosa.
Llach fue muy importante en la reconstrucción de Cartago luego del terremoto de 1910. Reconstruyó el Cuartel, hizo un diseño para el Palacio Municipal que no se ejecutó y además diseñó muchas iglesias. Incorporó muchas tecnologías, como el uso de concreto reforzado, que luego fueron claves en la construcción en el país.
Usted asegura que Llach se inspiraba en lenguajes arquitectónicos y los apropiaba a la región…
– Es que los historiadores de arte tradicionalmente veían a nuestra arquitectura y decían que las edificaciones eran malas copias de lo que se hacía en Europa. Es más, eran motivo de burla, pero resulta que quienes pensaban así resultaron ser más ortodoxos que cualquiera.
En realidad hay una reinterpretación, una aclimatación, un acondicionamiento del medio tecnológico, económico, etc.
Lo que era un defecto para estos ortodoxos, hay que verlo como una virtud. Por ejemplo, lo que en Europa se hacía en mármol, aquí se hizo en latón y yeso. Eso es una virtud tecnológica que preveía la sismicidad.
Cuando la Basílica se hace de hierro hay una apropiación y eso, lejos de ser una copia del bizantino, es una reinterpretación.
Por otro lado, hay también un problema de concepción ideológica. La arquitectura que hacíamos aquí se hacía también en Europa. Los edificios de vanguardia los construían dos o tres personas, que son las que salen en los libros. Pero fuera de París y de Madrid toda la arquitectura tenía las mismas características que la de acá.
¿Cómo contribuye la investigación de la historia de la arquitectura a las escuelas que la imparten y a la profesión en general?
– La historia de la arquitectura no es para que se reproduzca patéticamente. Enseóa que se debe ser responsable como arquitecto de su tiempo. Los edificios siempre son formalizaciones de ideas y de un contexto histórico, económico y político y el arquitecto debe ser compatible con su tiempo.
Recuerda además que hay que tener una memoria, guardarle respeto al patrimonio.
Es una lectura de los procesos tecnológicos y nos permite ver cuánto respondemos a nosotros mismos y cuánto a los demás. Cada día que globalizamos más el mundo nos damos cuenta de que debemos responder a lo que realmente vivimos y no a lo que nos dictan. La historia de la arquitectura se encarga de recordarnos la capacidad de corresponderse ética y culturalmente con la sociedad.
FOTO 1:
González asegura que la búsqueda del progreso en Costa Rica, ha causado la desaparición de gran parte de su patrimonio arquitectónico.
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