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Un grupo de diputados intenta saltarse la barda constitucional y aprobar, a
golpe de tambor, el TLC con Estados Unidos. Grupos poderosos de medios de
comunicación y empresas privadas acusan a los oponentes al TLC de no ser
demócratas; intentan ocultar que algo tan serio fue negociado a escondidas,
y ahora pretenden que se apruebe con la ayuda de campañas
millonarias -verdaderos lavados de cerebro- basadas en crear miedo y repetir
amenazas sobre supuestas consecuencias negativas. Los ataques contra quien
se oponga revelan una peligrosa intolerancia. Ante ello, el pueblo tiene el
derecho a reaccionar como el legítimo soberano.
Costa Rica ha llegado a destacarse y ganar respeto en el mundo por su paz,
su democracia, su educación y su desarrollo humano. Eso no se conquistó con
ideas como las que ahora quieren imponer, a perpetuidad, a través del modelo
ideológico disfrazado dentro del TLC. La situación de un país depende
fundamentalmente de las fortalezas propias de su población. Costa Rica
saldrá adelante si sabe aprovechar sus ventajas y no se deja engatusar por
la estrategia de la zanahoria y el garrote.
Solo se necesitan ejemplos. Basta con ver los resultados sociales de México,
después de 10 años de TLC con Estados Unidos. En esta etapa, ese país ha
perdido 1.300.000 empleos, la pobreza ha crecido y hay más desesperación en
su frontera para pasar al norte, como sea. En Centroamérica se repetirá la
misma historia.
-Pregúntese qué hay detrás de todo esto. ¿Negocios? Si, por supuesto. Pero
hay otros objetivos políticos no declarados. Sectores ultraderechistas de
los Estados Unidos y de toda la región, desean perpetuar la situación de
Centroamérica, y vacunarla contra todo cambio social, a sabiendas de que
toda la América Latina requiere grandes transformaciones sociales para
superar la miseria actual.
El TLC coloca los intereses de las empresas por encima de las necesidades de
las personas a través de un poderoso instrumento jurídico, más fuerte que
toda ley, capaz de castrar la iniciativa política y social favorable a los
millones de pobres de Centroamérica. Después del TLC, cualquiera puede ganar
las elecciones, podrá gobernar cualquier partido, ya nada podrá pasar, pues
la historia no sería nuestra historia, y los procesos sociales quedarían
congelados para siempre.
El TLC no es una decisión cualquiera. Compromete totalmente la soberanía
nacional al no reconocer la evidente asimetría económica y política entre
estos países y los Estados Unidos y, con su aprobación, estaríamos empeñando
la independencia nacional. La llamada Ley de Implementación con la cual
Estados Unidos aprobó el TLC confirma la burla. Mientras en aquel país, toda
disposición del tratado (Agreement, allá) queda derogada si roza con
cualquier ley federal, estatal o municipal, en nuestro caso, toda
disposición legal queda derogada automáticamente si choca con algún artículo
del tratado. Esto es equivalente a la pelea del burro amarrado contra el
tigre suelto. Imaginen las demandas millonarias de los inversionistas y las
empresas cada vez que intentemos arrancar una pizca al queque para dar algo
al pueblo.
Y es falso que se cierren las exportaciones a los Estados Unidos. Nuestros
productos entran a ese mercado, desde hace muchos años, sin TLC. En
realidad, esta ha sido una negociación casi a un sola vía, pues lo que sí es
cierto es que los productos norteamericanos podrán entrar aquí con mucha
facilidad, a expensas de agricultores y empresas locales. Con el TLC,
estaríamos entregando el ICE, el mercado y gran parte de la soberanía
nacional, por unos sacos de azúcar.
Costa Rica puede tener un gran porvenir por la calidad humana de su pueblo,
su riqueza natural y energética, y por las ventajas que exhibe como
exportador de servicios, no sujetos a aranceles en ninguna parte del mundo.
No debemos temer. El mayor peligro no es quedarnos fuera del TLC. En
realidad, la mayor amenaza es mantener el carnaval político de hoy, esta
politiquería rastrera, madre de la corrupción, el caos y la anarquía que ya
vivimos.
El mundo está cambiando. La crisis energética y ambiental, junto a la
emergencia económica de potencias como China, van a afectar seriamente la
situación internacional, alterando las actuales hegemonías políticas y
económicas, incluyendo esa tiránica «corporatocracia», emergida como el
poder incuestionable del capitalismo global. Costa Rica tiene grandes
ventajas para jugar sus cartas ante la economía mundial. En todo caso, los
republicanos no estarán eternamente en el poder, los demócratas tienen otras
ideas, y habrá posibilidades, como siempre las han tenido Costa Rica y los
Estados Unidos, para convenir un instrumento totalmente nuevo, de mutuo
beneficio. Bueno es este momento para recordar al querido Presidente John F.
Kennedy, cuando dijo: «No temamos negociar, pero nunca negociemos desde el
temor.» Los costarricenses no deben aceptar el TLC por miedo. Nuestro futuro
depende de nosotros mismos. ¡De pie, Costa Rica! ¡NO AL TLC!
*Excandidato presidencial
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