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Sobre el autor que una vez dijo «Odiaría abogar por las drogas, el alcohol, la violencia o la locura, pero siempre han funcionado para mí».
Hunter S. Thompson se fumaba un puro de marihuana con su fotógrafo mientras cubría una importante carrera de caballos. Tomó una calada y a continuación dejó caer con descuido las cenizas de su porro. Así nació un tipo de crónica que revolucionaría el periodismo y que su creador llamaría «gonzo periodismo».
El pasado 20 de agosto, seis meses después de que se suicidara en su casa de Colorado, el mismo Thompson voló por los aires hecho cenizas.
La ceremonia se llevó a cabo en presencia de aproximadamente 250 amigos y familiares, y de Brian Harvey, quien nunca conoció a Thompson, pero era un gran admirador.
Harvey, residente del estado de Idaho en los Estados Unidos, ordenó una botella de edición limitada de la cervecería Flying Dog, propiedad de Thompson y de su amigo Ralph Steadman.
Su botella, era la número 1099 (eran 1500), costó $95 más envío, e incluía, además de la etiqueta con el dibujo que Steadman hizo de Thompson, la firma del dibujante.
Pero esa botella en particular, la que compró Harvey, tenía algo más: un tiquete dorado.
De ahí que se hayan hecho interminables comparaciones con la película «Charlie y la Fábrica de Chocolates».
Pero la verdad es que el mundo de la película palidece en comparación con el extraño mundo del periodismo «gonzo»: Willy Wonka nunca fue tan excéntrico como el mismo Hunter S. Thompson y el ganador no fue un niño pobre y raquítico, sino un gringo regordete y bebedor.
El tiquete dorado le garantizó un puesto de primera fila para presenciar el momento en que los restos del escritor fueron colocados en un cañón y disparados por los aires provocando una gran nube.
La ceremonia costó más de dos millones de dólares y se acercó bastante a lo que tenía planeado el escritor.
SALIRSE CON LA SUYA
Hunter S. Thompson se salió con la suya como nadie pensó jamás que se podía.
Y es que aquellas cenizas que descuidadamente dejó caer fueron a parar nada más y nada menos que en el traje del gobernador.
Como era evidente que él y el fotógrafo que lo acompañaba eran los causantes del daño, decidieron «huir como ratas», sin tener en cuenta que tenían un artículo que entregar.
Cuando Thompson por fin se sentó a escribir, su mente «se quedó en blanco» y la solución que encontró, fue arrancar las páginas de su libreta de notas y entregárselas así como estaban a su editor.
Cobró su cheque y se apresuró a hacer sus maletas. Estaba seguro de que sería su último artículo y en cambio, inventó un nuevo modo de hacer periodismo.
Luego confesó que pensó: «si puedo escribir así y salirme con la mía, ¿por qué seguir tratando de escribir como The New York Times?».
A partir de entonces no volvió a hacer el intento: el periodismo «gonzo» había nacido.
El nombre lo tomó de una expresión típica de un amigo que la usaba para denominar a las personas que tienen la mente peor que los locos.
El estilo corresponde a una crónica en la cual el escritor es siempre el protagonista de la historia, donde sus acciones se siguen hasta dar con la consecuencia o resolución de éstas.
Con el tiempo esta forma de escribir convirtió a Thompson en un ícono contracultural de los 70, famoso por su inclinación hacia las sustancias ilegales y por ser un enemigo mortal de la CIA.
En mi caso, aunque soy estudiante de periodismo, mi primer acercamiento al autor no fue en una clase, sino a través de la película «Fear and loathing in Las Vegas», basada en el libro más famoso de Thompson.
El libro, publicado en 1972 cuenta cómo el alter ego de su autor, Raoul Duke, y su abogado, el Dr. Gonzo, hacen un recorrido desde Los Ángeles hasta Las Vegas en un convertible. La travesía se torna extraña, confusa y psicodélica, ya que los personajes viven del mismo combustible que utilizara Thompson toda su vida, las drogas.
La trayectoria de este periodista agresivo, en apariencia caótico y con poco miedo a experimentar, es larga e incluye además otros títulos como «Hell`s Angels» (1966), «Fear and Loathing on the Campaign Trail 77» (1973), «The great shark hunt»(1979) y «The Curse of Lono» (1983).
En el 2003 dijo en una entrevista para la agencia Associated Press: «La ficción está basada en la realidad, a menos de que se sea un escritor de cuentos de hadas. Se debe tomar el conocimiento sobre la vida de algún lado. Se debe conocer el material sobre el que uno escribe antes de alterarlo».
Thompson fue corresponsal de los periódicos New York Herald Tribune y National Observer; además, redactor jefe de la sección nacional de la revista Rolling Stone entre 1969 y 1974.
Su estilo crítico y único lo convirtió en un comentador social «sin pelos en la lengua» que mezclaba noticias, opiniones y experiencia personal. Junto a Tom Wolfe, creó un «nuevo periodismo» (entre comillas por lo maltratado que está el término) y finalmente en 1991 conoció, en un bar y durante una borrachera, al hombre con el que fundaría una cervecería.
Mucho tiempo después otro hombre encontraría un tiquete dorado dentro de una de sus botellas de cerveza y a las 8:46 p.m. del 20 de agosto del 2005 observaría como se accionaba el cañón.
A pesar de que en el pueblo los admiradores del escritor estuvieron desilusionados por la calma general, los invitados a la ceremonia estuvieron de acuerdo en que a Thompson le hubiera encantado, pues fue todo muy acorde a su estilo.
«Desde luego mi estilo era del más puro gonzo. He ganado muchísimo dinero con esta ridiculez pero no soy rico, me he pasado diez años pagando deudas. Pero ha sido buena, es bueno vivir de la estupidez de los demás», dijo en una ocasión.
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