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Fotograbados en los periódicos, imágenes en la televisión, muestran la gente, mestiza, negra, hombres y mujeres, muchachos flacos, algún blanco andrajoso o sin camisa, arrebatándose los alimentos, las medicinas, asaltando hospitales, negocios. Tienen hambre y sed y lucen desesperados, rabiosos, inciertos, asustados. Su entorno es destrucción, cadáveres podridos en las calles y en los techos de los edificios abandonados, desmoronamientos, ruinas. No es República Dominicana, Tercer Mundo, tras un huracán. Tampoco una «hambruna de exhibición» en Etiopía o el resultado de la sequía, las plagas de langosta y la ‘modernización’ del Sahel africano, Cuarto Mundo. Es Nueva Orleáns, puerto de Estados Unidos de Norteamérica, opulenta cabeza de un sistema de codicia y guerra que hoy domina el planeta. Esta gente desesperada, hambreada, abandonada, asustada, reside en el Primer Mundo, pero resume la violencia del Quinto.
Son los empobrecidos por el libre mercado en Estados Unidos. A ellos la autoridad los conminó, como a cualquiera, a arreglárselas individualmente para salir de la ciudad. No lo hicieron porque no tenían cómo ni tampoco adónde ir. Son pobres. En descripción del escritor M. Parenti, gente «que trabaja muy duro en empleos muy mal pagados, a veces en más de un empleo a la vez. Son pobres, no por perezosos, sino porque les cuesta sobrevivir con salarios de miseria, a la vez que cargar con altos precios, alquileres elevados e impuestos regresivos». Es la base social del Quinto Mundo.
A esta gente la administración Bush la privó de servicios estatales para que se hiciera ‘competitiva’ y comprara servicios privados. Disminuyó por ello en más de 70 millones de dólares el presupuesto del Cuerpo de Ingenieros de Nueva Orleáns y ya no hubo dinero para apuntalar diques y sistemas de drenaje. Los constructores privados también secaron pantanos que servían a la ciudad como defensa natural ante las tormentas que llegaban desde el mar. Por supuesto, ni ellos ni el Gobierno se hacen responsables por efectos ‘colaterales’.
Ser pobre, maltratado y acosado en la América Hermosa, Poderosa y Verdadera, Salvadora Suprema y Proveedora de la Prosperidad Mundial, Guerrera Insigne del Universo, no basta para calificar de Quinto Mundo. Falta el odio. Como sus empobrecidos y muertos enseñan al mundo la verdad moral del imperio, deben ser ejecutados. En lugar de ayuda para su desesperación, su asesinato para defender la propiedad. La autoridad se jacta de su aptitud para imponer el ‘orden’: «Trescientos soldados recién llegados de Irak, armados con M-16, preparados y cargados, saben cómo disparar y matar y tienen la voluntad de hacerlo» (AFP). Los apoyan vehículos blindados y helicópteros, los mismos que nunca llegaron para permitirles escapar. Se les tratará como a los ‘terroristas’ en Irak.
El Quinto Mundo se compone de personas acosadas y llevadas a un límite de vulnerabilidad. Cuando en ellas despierta una desconcertada rabia, The Matrix los enfrenta con un pelotón de fusilamiento. ‘No se preocupen’, dice la gobernadora de Louisiana, ‘nuestros empresarios saben cómo reconstruir esta ciudad maravillosa’.
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