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Faltan $50 mil millones para bajar la pobreza extrema.
«Nuestro mayor fracaso se ha dado en los temas de no proliferación y desarme», dijo Kofi Annan, Secretario General de la NN.UU.
La ambiciosa reforma de las Naciones Unidas que su Secretario General, Kofi Annan, quería ver aprobada en la reciente Asamblea General de la organización, quedó enterrada en una compleja pugna de intereses.
Fue imposible plasmar en un documento de 40 páginas aprobado recientemente en Nueva York los cambios indispensables para que la Organización las Naciones Unidas reflejara con más propiedad los diversos intereses que hoy se expresan en el escenario internacional, muy distintos a los que prevalecían hace 60 años, cuando fue fundada.
Las cinco potencias -Estados Unidos, Rusia, Inglaterra, Francia y China- surgidas al final de la Segunda Guerra Mundial, las únicas reconocidas como potencias nucleares y que integran de forma permanente el Consejo de Seguridad, con derecho a veto, no aceptaron introducir cambios en su composición, ni renunciar a sus privilegios. Pero la realidad es que las cinco ya no tienen el monopolio del poder nuclear, ni representan, de la misma forma que hace 60 años, el orden político mundial, como lo señalaron oradores en la cumbre.
La reunión dejó también en evidencia que los modestos «Objetivos de Desarrollo del Mileno», acordados en la cumbre celebrada en el 2000, tampoco serán alcanzados. Se trata de ocho medidas para combatir los extremos de la pobreza en el mundo, entre ellos reducir a la mitad, hasta el año 2015, el porcentaje de personas cuyos ingresos son inferiores a un dólar diario y de quienes pasan hambre.
Otros retos son que la niñez pueda terminar la enseñanza primaria, promover la igualdad entre los sexos y reducir en dos tercios la mortalidad infantil.
Pero ni estos últimos tan modestos parecen encaminados al éxito. Desde el 2000 no se ha avanzado lo suficiente en estos cinco años, de modo que se pueda prever que, en los diez que faltan, difícilmente se alcancen las metas propuestas, pese a que el presidente chileno, Ricardo Lagos, estimó que los $50 mil millones que faltan para lograrlas no son difíciles de conseguir.
VOCES PESIMISTAS
La Asamblea de las Naciones Unidas, como es tradicional, fue inaugurada por Brasil. El Presidente Luis Inácio Lula da Silva, advirtió también que las «metas del milenio» pueden transformarse «en papel mojado si falta voluntad política» para alcanzarlas.
Lula se refirió, en su discurso, al papel de los organismos financieros internacionales, los cuales se crearon para dar soluciones, pero a veces por su rigor excesivo, se convierten en parte del problema. Reiteró también la reivindicación de Brasil para lograr una representación permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La composición de este órgano debe reflejar la realidad de hoy y no perpetuar la era de la Guerra Fría, enfatizó.
La Asamblea de Naciones Unidas sirvió para repasar datos que ponen al desnudo no solo la realidad del escenario internacional, sino una tendencia que se acentuó en las últimas décadas.
En 1920, la renta per cápita de los países ricos era cinco veces mayor que la de los pobres. Hoy esa diferencia es de 80 a uno, recordó Lula. Ante esta realidad la reivindicación es de establecer un nuevo orden político mundial que otorgue a los países pobres «oportunidades reales de crecimiento y de progreso». Los resultados de la cumbre parecen muy lejos de alentar esa esperanza.
El primer ministro de Jamaica, P. J. Patterson, quien habló a nombre del Grupo de los 77, que reúne a 132 países del sur empobrecido, pidió financiamiento adicional para lograr las metas del milenio, pero recordó que las transferencias financieras netas del mundo pobre al rico suman un promedio de $230.000 millones anuales.
«Estas transferencias negativas persisten, a pesar de los compromisos de los países industriales de aumentar la asistencia oficial al desarrollo, reducir la deuda (externa) y los servicios de repago, abrir sus mercados a los productos del mundo en desarrollo y alentar la inversión privada» en el Sur, agregó.
RESULTADOS MODESTOS
«Libramos una guerra contra la pobreza… y la pobreza ganó.» Con esa frase resumió un diplomático africano el resultado de la Cumbre. «Parece que los líderes mundiales hicieron esta semana su mejor esfuerzo para que la pobreza gane», añadió Hellen Tombo, de la campaña Llamado Mundial a la Acción contra la Pobreza (GCAP), que reúne a numerosas organizaciones humanitarias y de desarrollo.
Pero no fue en el plano de la ayuda al desarrollo donde la cumbre fracasó. «Seamos francos. No hemos logrado la reforma fundamental que creo necesaria», dijo el Secretario General, Kofi Annan. «Nuestro mayor fracaso se ha dado en los temas de no proliferación y desarme. Dos veces este año -en la conferencia de revisión del Tratado de No Proliferación y en esta cumbre- hemos permitido que las diferencias se interpongan en el camino», dijo Annan a los líderes de más de 170 países.
«Una cosa ha quedado clara del proceso en el que estamos: cualesquiera que sean nuestras diferencias, nos alzamos juntos o caemos juntos en este mundo interdependiente en que vivimos», añadió.
Sin embargo, las prioridades de los países siguen siendo muy distintas.
El presidente estadounidense, George Bush, reiteró su discurso contra el terrorismo, la única prioridad de la Casa Blanca, la que ordena su visión del mundo.
El indispensable juego de equilibrios que se expresa en la declaración final se reflejó, entre otros, en la espinosa cuestión del «ataque preventivo». Aunque no se citó esta posibilidad por su nombre, sí se abordó en el apartado de «Uso de la fuerza» bajo la Carta. El texto contiene frases para todos, estimaron los analistas. Washington puede sentirse satisfecho de que consagrara el derecho de «tomar medidas colectivas para la prevención o eliminación de amenazas para la paz». Los europeos y otras potencias, por el contrario, se sienten a gusto porque se reafirma la autoridad del Consejo de Seguridad de la ONU como el foro con plena autoridad para decidir sobre la materia.
Sobre las prioridades de la cumbre uno de los copresidente de la Asamblea, el primer ministro sueco Goran Persson, recordó se debería «regresar la batalla contra la pobreza mundial a sus carriles», un punto de vista en el que coincidió el presidente mexicano, Vicente Fox.
Las opiniones más críticas fueron expresadas por los gobiernos de Cuba y Venezuela.
«Con su habitual desprecio por la multilateralidad y su desembozado boicot al debate de los compromisos contra la pobreza (…), los representantes del imperio y de otros países ricos han puesto un decepcionante signo de interrogación a los resultados de la Cumbre», señaló el diario del Partido Comunista cubano, Granma.
Chávez denunció los procedimientos para aprobar la declaración final y arremetió contra las Naciones Unidas, que, «no sirve para nada» en su forma actual.
Aplaudido en tres ocasiones durante su intervención, algo que no había ocurrido con los cien oradores anteriores, Chávez se pasó de los cinco minutos de rigor, para recordar al presidente de la Asamblea que a Bush se le había otorgado 20 minutos. Finalmente, habló durante 12 minutos.
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