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«Voluptuosa, sensual y divertida. DWF busca un hombre especial para compartir noches estrelladas. Deben gustarle los perros,» Anuncio en Internet, sobre Sarah, la protagonista.
Invitado por DISCINE asistí al preestreno de «Must Love Dogs», agradecido pero con poco entusiasmo. Otra sosa comedia romántica americana, me dije. Al menos no tan vulgar como las de pérdida de virginidades adolescentes, pensé. Pero a los pocos minutos, los diálogos chispeantes y creíbles, el buen humor y la producción esmerada me habían cautivado. ¡Vaya! Estos textos son tan buenos como los de Woody Allen -musité- ; menos mordaces pero más equilibrados.
A partir del best-seller de Claire Cook, Gary Goldberg (ganador de dos Emmy y con méritos en «Spin City», «Family Ties» y otras de las mejores series televisivas y «sitcoms» de su país) escribió y dirigió esta sabrosa fábula con gran destreza. Pese a lo trillado del tema y a lo predecible del argumento, mantiene el interés mediante una realización cuidadosa y medida. Bien aprovechó además, la maestría del fotógrafo John Bailey («Gente como uno») para un trabajo de corte clásico, muy cálido. Que por cierto, no me terminan de convencer los estilos de moda, especialmente en América Latina y Europa, de facturas defectuosas, con cámara en mano tembleque, iluminación deficiente et al, sean esos artistas herederos del cine pobre de Glauber Rocha o del Dogma danés, o influidos por el arte conceptual vigente.
Una maestra treintañera de Boston, (Diane Lane), divorciada hace ocho meses, sortea la presión familiar para que se interese por nuevos pretendientes. Una de sus dos hermanas llega al extremo de colocar un anuncio a su nombre en Internet. Las respuestas la llevan a citas desastrosas (y a escenas risibles). Claro, no se trata de una denuncia grave como a la que contribuimos con «Password», gracias a la iniciativa moral de Ingo Niehaus y al talento artístico de los hermanos Heidenreich. Aunque en el filme en cartelera sí se menciona el caso de un adolescente que se finge mayor con una señora que se finge mucho menor (ésta la interpreta con aplomo Stockard Channing, amante del padre de la protagonista, al que representa con deleite y solidez el famoso y versátil veterano Christopher Plummer).
Finalmente, en el relato aparece un idealista que construye barcos de madera (John Cusack) y, bueno, ocurre lo esperable desde que Aristóteles explicó cómo. El título original obedece a que ambos comparten el aprecio por los perros, esos leales animales que hace cinco mil años el ser humano domesticó en Egipto.
Otro aspecto a subrayar es la pareja gay amiga de la maestra que el filme presenta con naturalidad, pero que el público tico que estaba ese día recibió con muestras de homofobia, que recuerdan cuán intolerantes e inseguros son todavía muchos en este país.
La buena química de los protagonistas, el talante cómico de la obra y la fácil identificación del público con las situaciones, se suman para ofrecernos una película muy atractiva que prueba que no solo es el qué de una obra, sino el cómo y especialmente, quienes la interpretan. Comedia sin pretensiones, pero lograda; confío en que la disfruten tanto como yo.
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