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¿Un presidente de transición?

Cuando Costa Rica fue arrastrada a la negociación del TLC con Estados Unidos, el Presidente Pacheco sostuvo -en todos los tonos e inflexiones posibles- que telecomunicaciones no entraban en el acuerdo. Bastó una buena dosis de publicidad, unos cuantos reportajes amañados de La Nación y adláteres, algunas encuestas y la arrogancia de Mr. Zoellick, para que el Presidente «reconsiderara» el asunto. Se negociaron las telecomunicaciones y, con éstas, se hizo entrega -en papel de regalo- de un modelo solidario; original y excepcionalmente exitoso.

Cuando Costa Rica fue arrastrada a la negociación del TLC con Estados Unidos, el Presidente Pacheco sostuvo -en todos los tonos e inflexiones posibles- que telecomunicaciones no entraban en el acuerdo. Bastó una buena dosis de publicidad, unos cuantos reportajes amañados de La Nación y adláteres, algunas encuestas y la arrogancia de Mr. Zoellick, para que el Presidente «reconsiderara» el asunto. Se negociaron las telecomunicaciones y, con éstas, se hizo entrega -en papel de regalo- de un modelo solidario; original y excepcionalmente exitoso.

Pero este tan solo era un elemento dentro de un paquete mucho más grande. Se hizo graciosa concesión de toda una historia y un concepto de país, entregados a pedazos: en la renuncia a una política propia de desarrollo; el más abyecto sometimiento a los intereses del capital transnacional; la pérdida de la soberanía alimentaria; el regalo de la biodiversidad, de los derechos laborales, de la seguridad social…y hasta del agua. Queda para la historia que Abel Pacheco presidió tan enorme subasta.

Pero será la historia de los humildes -que, al final, son siempre quienes pierden- la que lo registre. La historia del poder dirá que bajo la conducción de Abel Pacheco, Costa Rica entró de lleno, y ya sin atenuante alguno, a la modernidad del capitalismo neoliberal.

Concluida la negociación, Pacheco volvió a titubear. Quizá entendió que se excedieron ampliamente los límites de un simple acuerdo comercial, y que se comprometían aspectos fundamentales de la nacionalidad costarricense. Las dilaciones asumieron diversos giros: el plan fiscal; la ley de modernización del ICE…los notables.

Entre tanto, el sedicente «por Costa Rica» malbarataba sus 40 millones mensuales en propaganda mentirosa. Y La Nación y adláteres, constantes e incansables. Y Arias y sus diputados del PLUSC plenamente identificados. Y la brigada de choque libertaria y las cúpulas empresariales y la embajada. Cada quien en lo suyo. Aconteció como con las telecomunicaciones. Parece que la firmeza de carácter, los escrúpulos patrióticos y la sensibilidad social de Abel Pacheco, tienen un umbral que los grupos dominantes en Costa Rica tienen bien medido.

Los que pedían que el TLC fuese «discutido» en la Asamblea, procurarán que la «discusión» se realice en sus propios términos. Es decir, tan veloz como meteoro y tan «pluralista» como la propaganda del sedicente «por Costa Rica». Apostemos: en las próximas semanas -a lo sumo meses- veremos a la Asamblea en estado de sitio.

Y podremos reconocer a Abel Pacheco como presidente de transición. Entre la Costa Rica que aún quería ser dueña de sus destinos y la que -despojada de todo amor propio- renuncia a la esperanza y malbarata su historia. Entre la Costa Rica que aún se quería democrática y la que se frustra en sus obsesiones de consumo; entre la que aún se pretendía justa y la que se quiere propiedad ajena; entre la que aún ambicionaba una identidad propia y la que se conforma con ser fantoche de telenovela.

Abel Pacheco ha de ser reconocido como quien presidió el paso definitivo de la transición. Y quizá Oscar Arias sea quien presida el despojo final. Hay quienes ganarán millones por cifras inimaginables. Y quienes envejeceremos en un lugar que dejó de ser el país que amábamos. Y muchos y muchas heredarán el deber de sobrevivir, entre la competencia encarnizada de los mercados; la esquizofrenia del consumismo desatado y la inseguridad de la vida peligrosa de un capitalismo sin ética ni escrúpulos.

  • Luis Paulino Vargas Solís, Catedrático UNED
  • Opinión
Capitalism
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